Capítulo 49.5

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Pasado.

Afuera el día estaba realmente bonito, o eso parecía ser; la verdad era que desde un viejo ático no podía verse muy bien el exterior, pero al menos la mayoría de estos venían con una ventanilla pequeña por la cual pasaba la luz del sol. A esas alturas, aquella ventanilla era lo único bueno para Polonia, lo único bonito.

La escotilla del ático rechinó y entonces el polaco supo que está se había abierto dando entrada al dueño de la casa, el cual no era más que el diablo haciendo de las suyas. El chico no se movió ni un centímetro de su lugar y no emitió ni un sólo ruido, por su bien. Mantuvo su mirada centrada en la ventanilla triangular que reflejaba la luz sobre él más, sin embargo, no pudo evitar sobresaltarse y cerrar los ojos fuertemente, aterrado al escuchar como la escotilla volvía a cerrarse gracias a que alguien la había azotado con fuerza.

El caminar de una botas le causaron escalofríos y la cuerda que le mantenía las manos apresadas comenzaban a lastimarlo; odiaba tanto a ese hombre, le tenía tanto odio a los alemanes porque uno de ellos decidió atarlo a una viga de madera y dejarle de rodillas en un ático sucio y polvoriento, tanto odio que se sentía totalmente capaz de asesinar a sangre fría a uno de ellos si tenía la oportunidad.

Polen (Polonia) —canturreó alguien detrás del nombrado con tono de voz 'alegre'—, Polen, Polen, Polen —se acercó al polaco con una sonrisa de dientes afilados dibujada en el rostro—. ¿Por qué tienes que hacer esto tan difícil, Polen?

Pero el polaco no contestó.

—¿Sabes? —continuó diciendo Third Reich a sus espaldas— Esto no tiene por que ser tan difícil —recalcó con voz fuerte a la vez que se aparecía por su lado izquierdo con una de sus manos detrás de la espalda mientras que con el dorso de la otra le rozaba la mejilla lentamente—, en realidad, es bastante fácil... y me agradas —dijo sujetando sus hombros de golpe.

Polonia chilló y se movió en dirección contraria tratando de alejarse suyo.

—Vamos, no te pongas así —el alemán se puso de cuclillas delante del chico polaco a la vez que le sujetaba de la barbilla y alzaba su rostro sólo para reír por lo bajo—. Oh, yo nunca te pondría un dedo encima, Polen. No estoy hablando literalmente, claro —dijo tocándole el centro del cuerpo con el índice, lo deslizó hacia arriba por su pecho y luego con ira le tomó del rostro con fuerza y ordenó—: Mírame.

—No.

—¡Mírame! —gritó en su cara hasta que este le obedeció— Tú, pedazo de mierda miserable, vas a firmar todos lo malditos papeles que te ponga enfrente, ¡¿entiendes?!

—No quiero —se negó Polonia tragando saliva y tratando de mantenerse firme a su moral.

Third Reich gruñó cansado del comportamiento infantil del país y, con enojo, le soltó el rostro con una mueca de desprecio y le golpeó con fuerza sólo para que, en el momento que el polaco se recuperó del golpe en su boca, el alemán emujara su cabeza contra la viga de madera causándole sangrado en los labios.

—¡NO ES LO QUE TÚ QUIERES! —gritó Reich sacando una navaja de uno de los bolsillos de su uniforme para cortar la cuerda que amarraba las manos de Polonia dejándolo libre—, ¡ES LO QUE YO DIGO! —y lo tomó de las muñecas bruscamente para arrastrarlo un poco lejos de la viga hacia la ventanilla.

Pateó su espalda hasta dejarlo tendido en el suelo y este jadeó de dolor.

—¡¿No vas a firmar?! ¡¿eh?! —el hombre uniformado lo jaló de la camisa abotonada y le dio la vuelta dejándolo boca arriba, sujetó el cuello de esta hasta alzar levemente al polaco del suelo y siguió insistiendo gritándole cerca de la cara—: ¡¿qué me dices ahora?! ¡¿hum?! ¡¿no vas a firmar?!

—¡N-no voy a firmar! —volvió a negarse Polonia frunciendo el ceño y, en un momento de altanería, escupió a Third Reich en el rostro manchándole con la sangre de su boca sin importarle demasiado llenarse también a sí mismo.

Reich arrugó la expresión y le miró con desdén segundos antes de soltar su ropa dejándolo caer a la madera del ático creando un eco seco en el sitio; se levantó lentamente limpiándose la mejilla con la manga de su uniforme de color negro sólo para después con ira inquebrantable alzar su pie con advertencia y dejarlo caer sin consideración sobre la cabeza del país contrario. Polonia tosió después del golpe y sintió como su garganta comenzaba a anudarse y como su vista se volvía confusa y cristalina.

Sollozó.

—Te acabas de joder, ¿me oyes? —dijo el alemán mientras observaba como el polaco estaba a punto de romper en llanto—, ¿quieres llorar, eh? Si vas a llorar, te voy a dar razones para llorar con ganas... —se acercó a él poniéndose de cuclillas por encima suyo y volvió a atarle las manos, esta vez por detrás de su espalda—. Levántate —le ordenó ya estando de pie, jalando de la atadura para guiarlo a subir con él—; vamos abajo, parece que siempre insistes en volver al sótano, te gusta volver ahí, ¿no?

Polonia negó con la cabeza mientras lagrimeaba sin parar.

—No, no, no... lo siento, l-lo siento, no quise hacerlo, lo juro por dios...

—¿Por dios? —Reich se carcajeó— Jurar en nombre de dios está muy mal, un católico como tú debería saberlo bien —sonrió con malicia—. Te vas a ir al infierno, Polen —dijo en un susurro escalofriante—. Además, ese «dios» ya no existe más para ti. Aquí yo soy dios. Yo decido tu suerte. Yo decido si comes o no, si vas a sanar tus heridas o no —tocó sus labios lastimándole—, y en definitiva, Polen...

Third Reich se acercó más a él y continuó:

—Yo decido si vives un día más o si te mueres.

¡BOOM! ★ Country humansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora