Capítulo 52

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―¿De verdad crees que venir de uniforme facilitó el traslado de mis tierras a tierras polacas? ―preguntó Alemania, quien se encontraba a un lado de ONU junto con Otto, su fiel perro, todos frente a la puerta de la curiosa cabaña de un país en particular; Polonia.

―Hacer papeleo con ropa informal entre dos territorios tan polémicos históricamente es casi como un infierno ―dijo la organización a modo de respuesta―. ¿Estás nervioso o algo así?

―No ―mintió―, ¿por que habría yo de estar nervioso? ―cuestionó el alemán con una (falsa) mueca de aburrimiento a la vez que metía ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

―No lo sé, es que desde que pasamos la frontera has estado usando a tu pobre animal como perro de terapia ―comentó ONU reacomodándose la chaqueta de seguridad.

―Eso es porque Otto sí es un perro de terapia. Adopté a Otto porque mi terapeuta me recomendó tener una mascota para… «estar tranquilo» ―contó el alemán con naturalidad a la vez que se inclinaba para acariciar al perro―. Es verdad que no planeé hacerlo en un principio, pero cuando supe que se iba a quedar en una perrera por ser demasiado juguetón como para estar dentro del cuerpo policial sentí pena ―dijo―, no pude dejarlo ahí.

―Hum ―soltó ONU pensativo viendo al germano de reojo; estando ahí con el pastor alemán y las botas militares muy por encima de los tobillos, este no pudo evitar curvar sus labios hasta terminar riéndose indiscretamente.

―¿Qué? ―le preguntó el de gafas confundido.

―Nada ―respondió la organización alzando su mano hasta dar tres fuertes toques en la madera de la puerta principal―. ¿Sabes? Cuando era un jovenzuelo novato y apenas estaba especializándome para ser una organización, recuerdo haber tenido que escuchar varias quejas de tu padre hacia URSS ―comenzó a decir―, si mal no recuerdo, URSS estaba usando perros para probar explosivos debajo de tanques de guerra o algo así, por lo que los perros terminaban muriendo en explosiones de prueba. Third Reich pasó semanas sin dirigirle una palabra, y cuando lo hacía, se refería a URSS como «escoria», «animal mundano» o «pedazo de mierda».

»―A veces, me parece que eres idéntico a él ―agregó ONU.

Alemania alzó la mirada en su dirección; la verdad era que el alemán recordaba como constantemente su icónico padre insultaba cualquier cosa cada dos segundos.

«¡Maldita sea! ¡esta maldita calefacción se averió otra vez! ¡odio este maldito frío!».

«Alemania, pásame la mierda esa que está por allá».

«¡¿Me vienen a discutir sobre política a mi?! ¡vayan a meterse sus opiniones por el culo! ¡yo mando y manejo mi política como me salga de las pelotas que tengo acá abajo!».

«¡Mierda, Alemania! ¿otra vez volviste a romper tus gafas? ¿por qué las rompes todo el tiempo? ¡bah! ¡da igual! Te compraré otras malditas gafas… desechables al parecer».

―Él estaba chiflado, ¿no? ―dijo el germano con un tono de voz dudoso mientras observaba como Otto olisqueaba la rendija cerca de la puerta― Es lo que dice todo el mundo.

―Eso dicen, pero, ¿a que viene eso? —cuestionó ONU.

―Me preocupa que me relaciones con alguien a quien le faltaba una bolsa entera de tornillos.

―¡Oh, Alemania! No le busques el lado negativo a todo lo que se te dice ―se quejó ONU―, ¡deja de sobre-pensarlo todo! ―exclamó.

—¿ONU? —se escuchó una voz insegura al otro lado de la puerta poco antes de que alguien la abriera velozmente, era UE, quien abrió los ojos con alivio y casi se le abalanza encima al contrario de lo nervioso que se encontraba— Dios mío, ONU, que bueno que llegaste, está mal, tienes que hacer algo, se ve terrible...

—¿Qué? ¿de qué hablas? ¿se complicó otra vez? —preguntó el de bufanda con una clara preocupación.

—¡No lo sé! ¡llegué y lo encontré tendido en el suelo! Lo llevé a la cama pero no se ve mejor que cuando lo cargué, traté de llamarte, pero la llamada no salió —dijo UE alterado a más no poder—. Tienes que entrar —le pidió a la organización entreabriendo la puerta con su mano, pero justo en ese momento, Otto se escabulló al interior de la casa, escapándose de Alemania.

—¡Hey! ¡Otto! Nein, hör auf! (¡No, detente!) —vociferó el alemán exaltado partiendo a correr detrás del perro, el cual por razones que no entendía, había cruzado el salón, por el pasillo a las habitaciones, hasta que cruzó por la puerta de una habitación, que supuso Alemania, era la de Polonia— Otto, traust du dich nicht, böser Hund! Otto, no te atrevas, perro malo!).

Y el perro ni bola le paró.

El perro siguió corriendo, adentrándose en la habitación del polaco mientras el país se encontraba recostado en su cama con los ojos cerrados, casi ausente. Este estaba como en 'modo automático', y aunque se mantenía despierto, la verdad era como estar muy lejano a la realidad, eso hasta que sintió un peso extraño sobre su cuerpo; abrió sus ojos de sorpresa, casi infartado de ver al pastor alemán enfrente suyo.

—¡¿BLONDI?! —se sobresaltó y gritó el polaco paranoico.

¡BOOM! ★ Country humansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora