Capítulo 53

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Alemania corrió acelerado y se detuvo en seco en cuanto llegó al marco de la puerta, justo frente a la cama en donde se encontraba recostado Polonia, aterrado y con Otto sobre él olisqueándole la cara.

—Blondi?! Boże, nie może być! (¡¿Blondi?! ¡dios, no puede ser!) —balbuceó el polaco entre nostálgico y a la defensiva, y en cuanto alzó la vista a la puerta abierta de la habitación, casi le da un ataque al corazón al ver la silueta uniformada en ella—. ¿Qué estás...? ¿por qué estás...?

¿...en mi casa? —pensó Polonia apretando su agarre a las sábanas.

¿Por qué estaba un alemán en su casa? ¿por qué Alemania estaba en su casa? ¿por qué ahora Alemania sabía dónde vivía? ¿por qué Alemania estaba ahí?

¿Por qué...?

—Otto! Runter! Otto! ¡abajo!) —ordenó el germano señalando con su dedo al suelo y su (casi siempre) obediente mascota bajó de la cama de Polonia agachando las orejas con el rabo entre las patas—. Ajá, sabes que te estás portando mal, ¿no? —regañó al canino con el ceño fruncido y el perro chilló; daba la impresión de que le entendía—, si, si lo sabes. Afuera —volvió a ordenar Alemania señalando ahora al otro lado de la puerta—, Ich sagte draußen, Otto (Dije afuera, Otto).

—¿Otto? —se mostró confundido— No, no, déjalo, no lo regañes, es que... —comenzó a decir el polaco y luego simplemente pausó y no dijo nada más.

Un silencio incómodo no tardó en aparecerse entre ambos países y lo único que parecía escucharse eran los jadeos del perro respirando muy feliz con la lengua fuera mientras esperaba sentado a alguna otra orden de parte de su dueño; más allá de eso, ni Alemania ni Polonia paraban de darle vueltas al asunto. Sus mentes parecían ir a 1000 por hora. Ambos nerviosos a más no poder.

El alemán no podía sentirse tranquilo estando ahí de pie con la mirada del polaco sobre él, no de esa forma tan persistente en la que le veía; casi parecía que su mirar estaba ensombrecido, como si quisiera tomarlo de la ropa y partirle la cara, pero al mismo tiempo, con la misma aura de no sentirse capaz de hacerlo nunca en la vida por bien propio. Alemania se sintió vigilado y juzgado por acciones que no eran suyas, otra vez. Se sintió mala persona sin saber el porqué.

Polonia por otra parte, no paraba de sentirse acorralado, y cada vez con menos probabilidades... ¿probabilidades de qué exactamente? Si no había nada de que huir, ¿o sí? ¿era de esperarse que algún día vería a Alemania en su casa? No, ni siquiera era de esperarse que sepa dónde vive. Eso le aterraba. Le aterraba pensar que Alemania sabía dónde vivía, y no sabía por qué eso le causaba tanto terror y le formaba ideas ridículas sobre secuestros. Se estaba desviando de la realidad, y la realidad era que Alemania no tenía intención alguna de hacer algo fuera de lugar.

¿O sí?

«Yo pienso que deberías, no sé, al menos responderle un "Hola" con más ánimo».

Alemania entreabrió sus labios.

—¿Polska? ¿estás bien? —le interrumpió ONU sin darse cuenta y el germano sólo cerró la boca con una mueca indiferente, agradecido en el fondo de no haber tenido suficiente tiempo para hacer el ridículo.

—No —respondió Polonia con sinceridad y voz apagada—, no me siento para nada bien, ONU. Traté de llamarte, ¿por qué no tomaste el teléfono? Si no fuese por UE quizá habría...

—No me ha entrado ninguna llamada de nadie, lo digo de verdad —contestó ONU apenado con la Unión Europea tras él, pensativo—, lo siento, Polonia, no sé que es lo que sucede con mi móvil, algo pasa con las llamadas y a veces cuando contesto sólo puedo oír interferencias o silencios extensos —explicó con culpabilidad—. Lamento haberte dejado solo.

Polonia asintió débilmente, comprendiendo; dirigió su vista hacia el alemán una vez más con inquietud y luego volviendo a ONU preguntó:

—¿Qué pasa? —carraspeó tratando de mantenerse—, ¿pasa algo malo, verdad?

—Polonia, ¿has ido a territorio alemán en estos últimos días? —cuestionó ONU sin muchos rodeos, pero con un tono calmado, sin señalamientos.

—¿Qué? —dijo el polaco mostrándose sorprendido y con ojos asustadizos comenzó a negarse—, ¡no, por supuesto que no! ¡jamás lo haría! —y esto lo dijo casi respondiéndoselo al germano en vez de a ONU— No he ido a territorio alemán en años y jamás lo haría sin consultar a... Alemania —agregó.

ONU asintió y deslizó su mano derecha por dentro de su chaqueta acolchada, hacia un bolsillo interno, para así sacar un papel doblado al menos cuatro veces, un cuadradito pequeño.

—No te asustes, pero están tratando de culparlos, a ambos —explicó la organización mostrándole a Polonia aquella facturas de compra que llevaba su nombre, su número de tarjeta, su fotografía y su número de identidad—. Piezas alemanas hace pocos días. Sé bien que no lo hicieron, pero hacer este proceso es parte del protocolo. Al menos es bueno pensar que si alguien los está inculpando es porque está persona se está sintiendo expuesta y lo que sea que esté planeando le está saliendo mal.

—E-entiendo —murmuró Polonia bajando la mirada pensativo.

—Saliendo de ese tema, es más que obvio que no puedo dejarte solo, que UE llegara a tiempo es por golpe de suerte. Gracias por eso, amigo —le agradeció a la Unión Europea posando una mano sobre su hombro.

—No es nada, me alegra haber venido en el momento justo —dijo UE con alivio—. Por cierto, le disparé a la ventana, vas a tener que cubrirlo, yo no tengo fondos.

—Maldita sea —balbuceó ONU llevándose ambas mano al rostro para luego soltar un pequeño grito desesperado—. De acuerdo, todo está bien, más dinero, bien. Alemania —le llamó luego de suspirar con cansancio—, acompáñame afuera —y le hizo una seña con la mano para que le siguiera al salón.

Alemania asintió y una vez ambos caminaron a través del pasillo ONU se giró en su dirección y le susurró:

—Vas a tener que quedarte.

—Lo sabía, no existe ningún protocolo, gusano mentiroso —refunfuñó el alemán, pero aún así mantenía mayormente su expresión neutral—. Este es otro de tu planes idiotas para hacer que los países se lleven bien, pues que crees, me rehúso.

—Oh, por favor, vamos. No hay de otra, no tengo a más nadie que se quede aquí para asegurarme de que Polonia está bien —dijo ONU—, ¡lo dejé solo por un par de horas y casi muere! Tienes que quedarte.

—No.

—Te vas a quedar.

—No.

—Tu perro no se quiere ir.

—¡Basta! ¡deja de hacer esto! No tengo problemas con Polonia, no hace falta que trates de hacer que nos llevemos bien.

—Si no tuvieses problemas con Polonia no harías tanto alboroto siempre que intento relacionarte con elt de alguna forma —dijo ONU.

—¿Qué crees que es esto, un libro de final feliz? —le preguntó Alemania al contrario—, esto es serio y no siempre se puede hacer que todos se lleven bien, ONU.

—Ya veremos.

¡BOOM! ★ Country humansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora