Ψquica Navidad 2019

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Ese día había sido realmente horrible. Al despertar, sus poderes habían desaparecido, lo cual le alegraba más que nada en el mundo; por fin se había librado de la maldición que no lo había dejado en paz desde que nació y nada le podría quitar la felicidad que sentía... O eso creyó...

La casa estaba en ruinas, sus padres no estaban, y no paraba de nevar. Salió de la casa apresuradamente con los nervios de punta, y al ir al hogar vecino y tocar varias veces, descubrió que el lugar también estaba vacío. Como si nadie hubiese vivido antes ahí.

Con el fuerte viento y la ventisca en su contra, comenzó a caminar por las calles, con la poca ropa que llevaba, intentando mantener el calor corporal con los brazos cruzados, si poder evitar el temblor constante por el frío. Sus mejillas estaban sonrojadas al igual que su nariz, la cual y comenzaba a perder sensibilidad, sus dedos se entumían y sus pies no se encontraban mejor. Al estar descalzo, se habían quemado por el hielo; la situación era realmente deplorable.

Después de un par de horas de andar caminando por cada calle que conocía, finalmente sus piernas dejaron de responder. Cayó de rodillas en la nieve, e intentó ponerse en posición fetal, resguardando el poco calor que le quedaba, ya que ya estaba sufriendo una hipotermia. Ya más cerca del suelo a un par de metros encontró una pequeña caja de cerillas tirada, e hizo un último esfuerzo para alcanzarla. Nunca había aprendido hacer una fogata, por lo que usarlas de ese modo no era una opción. aún así la pequeña llama le da una esperanza de generar calor y no morir de frío; estaba algo aterrado y la situación no mejoraba.

Se acurrucó en un callejón y encendió una cerilla. La luz que emanaba se proyectó contra una de las paredes, la cual se hizo transparente poco a poco dejando ver el interior de la casa, donde se encontraban Nendo y su madre, gozando de una pequeña cena navideña con grandes sonrisas y alegría en sus rostros. A pesar de ser una familia pequeña, se notaba el amor, y eso era suficiente. Saiki al verlo, trató de llamarlo, y al acercarse a ellos, se cayó la cerilla, apagándose al contacto con la nieve, haciendo que la pared volviese a la normalidad.

Desesperado, tomó otra cerilla y le encendió, pero está vez eran Kokomi con sus padres y su hermano, que no dejaba de elogiarla, abrazarla, y tratar de besarla. Trató de ir con ellos, pero era como si una pared de cristal los separara, haciendo imposible ir con ellos.

Y así fue, cerilla tras cerilla, mostrando a cada uno de sus conocidos, como todos celebraban aquella fecha con tanto cariño y amor, mientras él se sentía sólo, abandonado... Sin saber que fue de su familia... Y de esa persona.

Miró al cielo, rezando por algún milagro, por una señal, por algo que le ayudase, y notó una estrella fugaz... Señal de que probablemente alguien había fallecido... Temía lo peor. Encendió la siguiente cerilla, y frente a él, Karen apareció sonriente, vestida de blanco, e iluminada como un ángel... Pronto empezó a llorar. De todas las personas, por algún motivo, ella era la última persona de la cual se quería despedir. Mirándolo con una triste sonrisa, la chica se acercó a él, y lo envolvió en un fuerte abrazo, susurrando un pequeño "lo siento" en su oído, desvaneciéndose lentamente conforme se iba acabando la cerilla. Kusuo, en afán de no permitir que se fuera, encendió otra, y al irse apagando, otra, y otra, y así sucesivamente, hasta que solamente quedó una.

La miró sollozante, y se aferró a ella, suplicando que no lo dejaste solo de nuevo, y que prefería irse con ella, antes que volver a perderla. Con gran ternura, ella besó sus labios lentamente y asintiendo, tomó sus manos, ayudándole a levantarse, y comenzó a flotar junto con él, que volteó a ver su cuerpo inerte acurrucado en el piso, con una pequeña sonrisa grabada en el congelado rostro, y la siguió hasta llegar a una enorme estrella, donde ya no había frío, ni hambre, ni soledad, sólo una cegadora luz que los envolvía más y más...

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-Dios... ¿Qué acabo de soñar?

Kusuo se levantó algo desorientado en la sala de alguna casa, sentado en el piso y con la espalda recargada en el sillón. La noche anterior su familia había ido con los vecinos Saiki y los Iridatsu a cenar por Navidad, y ya que se trataba de Yuuta, los padres pasaron toda la noche contando cuentos navideños, incluyendo el de la niña que vendía fósforos. A punto de levantarse para ir a casa un tanto fastidiado, sintió que se recargaban en su hombro, y al voltear, estaba Karen dormida profundamente, con el niño peliverde acunado entre sus brazos. Se sonrojó ligeramente y se erizó como gato al recordar su sueño, por lo que trató de alejarse, desesperadamente sin lograrlo... Hasta que recordó que tenía poderes...

Los hizo levitar con cuidado y los acostó en el sillón, apurándose a llegar a la puerta y deteniéndose en seco al oír un estornudo. Se acercó otra vez a ellos y vió como la chica abrazaba un poco más al niño, mientras ella temblaba ligeramente por el frío. Definitivamente no estaba acostumbrada a las bajas temperaturas de ese país. Soltando un "yare yare" subió a la habitación de ella donde dormía la madre del infante, tomó una de las cobijas del clóset y bajó a arroparlos. En cuanto sintió el calor, la chica sonrió levemente entre sueños y se acurrucó, derrotando al frío corazón del psíquico, que resignado se sentó, acomodando la cabeza de Karen en sus piernas, y cerrando los ojos para volver a dormir.

Las desastrosas vidas de Saiki K. y Saiki K.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora