Paciencia de Ψquico: Parte 2

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Yare Yare, al menos ya puedo disfrutar de un pequeño descanso después de limpiar todo ese desastre.

"4. Después de comer le gusta descansar en el piso. Estará tranquilo durante al menos una hora."

El cachorro reposaba plácidamente en el piso de la habitación, con el vientre ligeramente hinchado por la comida, mientras el pelirrosa prendía la tele desde su silla. Ambos miraban la pantalla, uno con mayor interés que el otro. Simplemente no comprendía que le llamaba la atención a los humanos de esa caja rara, una pelota era más divertida, o morder calcetines, como el que traía ahora en el hocico.

"5. Nunca dejes tus calcetas a su alcance. Le gusta morderlas."

-Hey, suelta eso.

-Lo siento, están suaves. -soltó aquella prenda, dejándola a los pies del adolescente.

-No me interesa.

-¿Siempre eres tan malhumorado?

-Si tengo que cuidar de pelusas apestosas como tú, si. -bajó las orejas al oír aquel reclamo. Con una expresión de tristeza y culpa caminó hasta la puerta y la abrió con la nariz para salir.

-Entiendo... Es por eso que ella se fue...

-¿Eh?

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Yare yare. ¿Cómo es posible que no pueda encontrar a ese perro? Debió esconderse en un lugar que no conozco, ya que no puedo usar mi clarividencia para hallarlo. Y quizá sea ninja, porque no dejó rastro. Diablos, si no lo encuentro, seré asesinado o al menos tan golpeado como el sujeto del otro día. Si no saben a que me refiero, consulten el capítulo 4.

Kusuo salió al patio a revisar por trigesimooctava vez su jardín (no es exageración, de verdad aprecia tanto su vida como para dar 38 vueltas al patio), y al llegar a los arbustos que cubren la pared divisoria entre su casa y la de Karen, alcanzó a escuchar como las ramas crujían al ser movidas constantemente. Una vez acercándose, finalmente encontró a su victi... perdón, al cachorro perdido de su vecina.

Deja de hacerme quedar como un maldito.

La mitad de su cuerpo estaba bajo la pared, a través de un hueco que, al parecer, seguía cavando con desesperación.

-Hey, hey, ¿Qué crees que estás haciendo con mi jardín? -Lo tomó de la cadera para sacarlo y lo cargó frente a él. Estaba todo enlodado y ya no se notaba lo blanco de sus patas. Y si lo mirabas bien, sus mejillas temblaban, como si estuviera al borde del llanto.

-Me voy.

-¿Y como que por qué?

-Tú lo dijiste. Soy una pelusa apestosa. Y... - su pequeño cuerpo tembló por un momento- es por eso que ella me abandonó, ¿no es así?

-¿Qué?

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"6. Lo bañé apenas ayer, así que espero a mi perro limpio para cuando vuelva."

Ambos salieron del baño con una toalla encima. El psíquico lo cargó hasta su habitación y una vez ahí lo secó con toda la paciencia que pudo. Tardó todo el tiempo del baño tratando de convencerlo de que Karen regresaría para la mañana siguiente. Aún así, Hikaru se notaba decaído, al grado de ni siquiera comer las galletas que el pelirosa le ofreció.

-¿Tanto te deprime estar lejos de ella?

-Bueno, he estado con ella desde que me adoptó. Nuestra madre nos abandonó a mi y a mis hermanos cuando apenas teníamos un par de meses de haber nacido.

-No comiences con los flashback.

-Un día simplemente despertamos y ella ya se había ido.

-Muy tarde...

-La llamamos con todas nuestras fuerzas, pero pasaba el tiempo sin que regresara; teníamos frío, hambre y mucho miedo, hasta que una señora y su esposo nos recogieron y nos dieron techo. Poco a poco, mis hermanos se fueron con diferentes personas a otros hogares, ya que no podían mantenernos a todos. Un día, Karen llegó con sus padres; buscaban un nuevo perro para que Odín no estuviera solo.

-¿No habría sido más fácil un loro?

-Me tomó junto con mi hermano mayor y nos miró durante un tiempo. Estaba tan asustado que la lamí, rogando para que no me hiciera daño; debió entenderme, porque me cargó con cuidado y me abrazó, diciéndome que todo estaría bien, prometiendo que me cuidaría toda la vida. Me llamó Hikaru, porque dice que estoy lleno de luz y que iluminé su vida con mi llegada.

-Eso ya es demasiado cursi. Parece un manga shoujo.

-Mi pierna estaba herida y todavía me encontraba desnutrido. De hecho pensaban que no lograría sobrevivir, pero ella se negó a ceder, y estuvo conmigo todo el tiempo. Me alimentaba con cuidado, limpiaba mi herida sin falta, jugaba conmigo y dormía a mi lado para asegurarse de que no me pasara nada; incluso hubo días donde no durmió por vigilarme, ya que estaba enfermo.

-¿Santa Karen de Asis?

-Por eso la quiero mucho. Y no soportaría perderla, al igual que a mi madre.

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Ya era media noche, y un par de sollozos despertaron al psíquico.

"7. Por último, él duerme conmigo, pero en este caso, espero que poner su camita al lado de la tuya sea suficiente."

Hikaru daba pataditas mientras algunos aullidos se hacían presentes. Al parecer tenía pesadillas, pues denotaba angustia en su voz.

"En caso de que esté pasando mal la noche, te dejo una grabadora con una nana para que la oiga."

¿En serio? ¿Le pones una nana a un perro? Esto ya es demasiado estúpido.

Atrajo a si la grabadora que descansaba en su escritorio y la encendió, reproduciendo la única pista que tenía grabada. La voz de la chica salió del aparato, cantando una suave melodía que poco a poco tranquilizó al perro con su arrullo. Por pura curiosidad, el joven se concentró en los sueños que tenía el cachorro, y vió a Karen, abrazándolo con una tierna sonrisa, mientras acariciaba suavemente su pelaje, ambos a mitad de una tormenta, encerrados en la que parecía ser la habitación de ella, con las luces de los rayos siendo la única iluminación disponible. Más que un sueño, lucía como un recuerdo algo lejano, pues incluso Hikaru se veía más pequeño, mirando fijamente a su dueña con aquellos ojos verdosos, transmitiendo un cariño enorme. Tanto, que llegó al corazón del joven en forma de una leve sonrisa.

Yare yare... esos dos me empalagan.

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-Buenos días Kurumi.

-Hola Karen. Que gusto que estés de vuelta.

-Vine a recoger a mi perro. Muchas gracias por cuidarlo.

-No es nada cariño. Hikaru está con Kusuo en su habitación. Puedes pasar por él si gustas.

-Perdón por la intromisión. -se quitó los zapatos al entrar a casa y subió las escaleras, siguiendo a aquella amable mujer; cuando llegaron a la puerta indicada, tocaron un par de veces, y al no recibir respuesta entraron con cuidado. Ambos, perro y psíquico, continuaban dormidos, uno en brazos del otro. La madre no resistió la tentación y tomó varias fotos con su celular, mandándole algunas a la chica.

Je, a pesar de ser tan seco, tiene un lado lindo.

Las desastrosas vidas de Saiki K. y Saiki K.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora