Capitulo 3

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Me meto en casa, cojo una botella de agua del frigorífico y después subo a mi habitación, ya que no me hace falta echar un vistazo para saber que Sabine todavía está en el trabajo. Sabine siempre está trabajando, lo que significa que dispongo de esta enorme casa para mí sola la mayor parte del tiempo, aunque casi siempre suelo quedarme en mi habitación.

Me siento mal por Sabine. Me entristece pensar que la vida por la que había luchado tan duramente cambiara de forma radical el día que se vio obligada a hacerse cargo de mí. Pero puesto que mi madre era hija única y todos mis abuelos ya habían muerto cuando cumplí los dos años, no le quedó más remedio. O bien vivía con ella (la melliza de mi padre y su único pariente), o bien iba a un hogar de acogida hasta que cumpliera los dieciocho. Y aunque Sabine no tenía ni idea de cómo criar a un niño, yo todavía no había salido del hospital cuando ella vendió su apartamento, compró esta enorme casa y contrató a uno de los más famosos decoradores de Orange County para reformar mi habitación.

Bueno, tengo todo lo que suele haber en una habitación: una cama, una cómoda y un escritorio. Pero también un televisor de pantalla plana, un gigantesco armario-vestidor, un baño descomunal con jacuzzi y plato de ducha separado, una terraza con vistas asombrosas al océano y mi propio cuarto de ocio, con otro televisor de pantalla plana, una encimera, un microondas, una mininevera, un lavavajillas, un equipo de música, sofás, mesas, pufs y demás.

Resulta curioso que antes hubiera estado dispuesta a hacer cualquier cosa por tener una habitación así.

Porque ahora lo único que quiero es volver atrás.

Supongo que, puesto que Sabine pasa la mayor parte del tiempo fuera con sus colegas abogados y los importantísimos ejecutivos a los que representa su firma, cree que todas estas cosas son muy necesarias. Nunca he sabido muy bien si el hecho de que no haya tenido hijos se debe a que se pasa el día trabajando y no tiene tiempo para ellos, a que todavía no ha encontrado al hombre apropiado o a que ni siquiera quiere tenerlos. Tal vez se deba a una combinación de las tres cosas.

Quizá parezca que yo debería saberlo, ya que tengo poderes psíquicos. Pero no siempre veo la motivación de las personas; por lo general, solo veo sucesos. Como una cadena de imágenes que reflejan la vida de una persona; algo así como una serie de diapositivas ensambladas a modo de película. Sin embargo, algunas veces no veo más que símbolos cuyo significado debo descifrar. Algo parecido a lo que ocurre con las cartas del tarot o a lo que me ocurrió cuando leí Rebelión en la granja para la clase de Lengua el año pasado.

Aunque estoy muy lejos de ser infalible, y en ocasiones lo entiendo todo al revés. Sin embargo, siempre que eso ocurre, sé que el error es mío y que debo asumir que algunas imágenes tienen más de un significado. Como aquella vez que asocié un enorme corazón partido con el mal de amores... hasta que la mujer cayó al suelo víctima de un infarto. Algunas veces me resulta un poco difícil descifrarlo todo. Pero las imágenes nunca mienten.

En cualquier caso, no es necesario ser clarividente para saber que la gente que sueña con tener hijos piensa por lo general en pequeños rebosantes de alegría envueltos con prendas de color pastel, y no en una adolescente rubia de un metro sesenta y cinco de estatura con ojos azules, poderes psíquicos y con una fuerte carga emocional sobre sus hombros. Así que, debido a eso, trato de ser callada, respetuosa y mantenerme fuera del camino de Sabine.

Y, por supuesto, nunca le he dicho que hablo con mi hermana muerta casi todos los días.

Riley apareció por primera vez a los pies de mi cama del hospital, en mitad de la noche, sujetando una flor en una mano mientras me saludaba con la otra. Todavía no tengo claro qué fue lo que me despertó, ya que ella no habló ni hizo ningún tipo de ruido. Supongo que intuí su presencia o algo así, como si se hubiera producido un cambio en la habitación o en la carga estática del aire.

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