Capitulo 12

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Al parecer, se suponía que Ava la vidente iba a ser la gran sorpresa de la fiesta. Pero, créeme, nadie se quedó más sorprendido que yo. Bueno, ¿cómo es que no lo vi venir? ¿Tan ensimismada estaba en mi propio mundo que olvidé fisgonear en el de Sabine?

Y encima no podía mandarla a paseo, aunque me sentí tentada de hacerlo. Antes incluso de poder reaccionar al hecho de que veía a Riley, Sabine se había acercado a la puerta para invitarla a entrar.

-Vaya, me alegra ver que lo has conseguido. Y veo que ya has conocido a mi sobrina -dice antes de conducirla hasta la fiesta, donde ya hay una mesa preparada para la sesión.

Yo me quedo cerca, preguntándome si Ava la Vidente mencionará a mi hermana muerta. Pero Sabine me pide que le lleve algo de beber a nuestra invitada y, para cuando regreso, ella ya está echando las cartas.

-Deberías ponerte a la cola antes de que se haga más grande -dice Sabine. Tiene el hombro apoyado contra un Frankenstein, que, con o sin máscara, de buen seguro no es el tipo mono que trabaja en su edificio. Tampoco es el importante y exitoso banquero que pretende ser. De hecho, todavía vive con su madre.

Sin embargo, no quiero contarle a mi tía nada de eso para no aguarle el buen humor, así que me limito a sacudir la cabeza.

-Tal vez más tarde -replico.

Es agradable ver a Sabine divirtiéndose, para variar; es agradable saber que tiene un grupo de amigos y que, por lo visto, ha recuperado el interés por las citas. Y aunque me resulta gracioso ver a Riley bailando con los incautos invitados y espiando conversaciones que probablemente no debería escuchar, necesito librarme un momento de todos los pensamientos que me rodean, de la vibración de las auras y de los torbellinos de energía... aunque, sobre todo, de Damen.

Hasta ahora he hecho todo lo posible por mantenerme a distancia, por actuar de manera fría e ignorarlo cuando lo veo en el instituto, pero verlo esta noche, ataviado con el disfraz de mi media naranja... bueno, no sé muy bien qué pensar. Quiero decir que, a juzgar por lo que he visto últimamente, él prefiere a la pelirroja, o a Stacia... a cualquiera antes que a mí. Encandila a todo el mundo con su encanto, su físico, su carisma y sus inexplicables trucos de magia.

Hundo la nariz en las flores que me ha traído: dos docenas de tulipanes, todos rojos. Y, por extraño que parezca, aunque los tulipanes no son famosos precisamente por su aroma, estos tienen una fragancia intensa, dulce y embriagadora. Inhalo con fuerza y me permito disfrutar de su perfume antes de admitir para mis adentros que Damen me gusta. Que me gusta de verdad. No puedo evitarlo. Me gusta, y punto. Y aunque me esfuerzo por fingir lo contrario, eso no cambia las cosas.

Antes de que apareciera Damen, me había resignado a mi solitario destino. No es que me entusiasmara la idea de no volver a tener novio, de no poder acercarme nunca más a nadie. Pero ¿cómo iba 0 pensar en salir con alguien cuando un mero contacto me resulta tan abrumador? ¿Cómo mantener una relación si siempre sé lo que mi compañero está pensando? Jamás tendría ocasión de devanarme los sesos con todo lo que él dice o hace.

Y aunque quizá parezca estupendo poder leer los pensamientos e interpretar la energía que rodea a la gente, te aseguro que no lo es. 'aria cualquier cosa por recuperar mi antigua vida, por ser tan normal e ingenua como cualquier otra chica. Porque a veces incluso tus mejores amigos pueden pensar las cosas más desagradables de ti, y el hecho de no tener un interruptor de apagado requiere una enorme capacidad de perdón.

Sin embargo, eso es lo genial de Damen. Él es como un interruptor de apagado. Es la única persona con quien mis poderes psíquicos no sirven de nada, el único que puede acallar a todos los demás, aunque hace que me sienta maravillosa, cariñosa y más cerca de la normalidad de lo que podré estar nunca, no puedo evitar pensar que hay nada normal en ello.

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