Capitulo 30

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Sé que debería correr, gritar... hacer algo. Pero, en lugar de eso, me quedo paralizada. Mis chanclas se pegan al suelo como si hubieran echado raíces. Observo a Drina con detenimiento, preguntándome no solo cómo terminará todo esto, sino también qué tendrá ella en mente.

—El amor es cruel, ¿no te parece? —Sonríe e inclina la cabeza hacia un lado para estudiarme de arriba abajo—. Justo cuando conoces al hombre de tus sueños, a un chico que parece demasiado bueno para ser real, justo en ese momento, descubres que verdaderamente es demasiado bueno para ser real. Al menos, demasiado bueno para ti. Y después te sientes sola y miserable... Y, bueno, afrontémoslo, te pasas borracha la mayor parte del tiempo. Aunque debería decirte que he disfrutado viendo cómo te hundías en esa adicción adolescente. Tan predecible, tan... de libro de texto... ¿Sabes lo que quiero decir? Mientes, te escabulles, robas... Concentras toda tu energía en asegurarte una dosis. Y con eso solo has conseguido que mi tarea resulte mucho más fácil. Porque, con cada trago que dabas, tus defensas disminuían; debilitabas todos los estímulos, sí, pero también dejabas tu mente más vulnerable, más abierta, más fácil de manipular.

Me agarra del brazo y sus afiladas uñas se clavan en mi muñeca cuando tira de mí para acercarme a ella. Y todos mis esfuerzos por liberarme son inútiles.

Drina tiene una fuerza sobrehumana.

—Mortales... —Frunce los labios—. Es tan divertido provocaros... Sois unos objetivos muy fáciles. ¿Crees que he tramado todo esto para acabar tan pronto? Está claro que hay formas más sencillas de hacer algo así. Demonios, de haber querido, podría haber acabado contigo en tu habitación, mientras preparaba el escenario. Habría sido mucho más rápido y no habría malgastado tanto tiempo, pero, claro, también habría resultado mucho menos divertido para ambas, ¿no te parece?

La miro con la boca abierta mientras me fijo en su inmaculado rostro y en su perfecto vestido de noche de seda hecho a medida, que se ajusta y flota en los lugares adecuados, resaltando aún más su arrebatadora belleza. Y cuando Drina introduce los dedos en su brillante cabello cobrizo, veo el ouróboros tatuado en su muñeca. Sin embargo, tan pronto como parpadeo, el tatuaje vuelve a desvanecerse.

—Así que creías que era Damen quien te estaba guiando hacia aquí, que era él quien te invocaba contra tu voluntad. Pues siento decepcionarte, Ever, pero era yo; he sido yo quien ha tramado todo esto. Me encanta el veintiuno de diciembre, ¿a ti no? El solsticio de invierno, la noche más larga del año, la noche en que todos esos ridículos góticos se reúnen en algún cañón para celebrar una fiesta absurda. —Encoge sus elegantes hombros y el tatuaje de la muñeca empieza a aparecer y desaparecer—. Perdona mi gusto por lo melodramático, pero es que le da un toque interesante a la vida, ¿no estás de acuerdo?

Intento liberarme de nuevo, pero ella me agarra con mucha más fuerza. Sus uñas penetran en mi carne y me provocan un terrible dolor.

—Digamos que dejo que te marches. ¿Qué harías? ¿Salir corriendo? Soy mucho más rápida que tú. ¿Buscar a tu amiga? Ay, qué pena, Haven ni siquiera está aquí. Parece que la he enviado a la fiesta equivocada, al cañón equivocado. Se pasea por ahí mientras hablamos, abriéndose paso a empujones y codazos entre centenares de aspirantes a vampiros, buscándome. —Sonríe mientras me recorre con la mirada—. Y parece que nuestra invitada de honor está aquí.

— ¿Qué es lo que quieres? —pregunto.

Tenso la mandíbula cuando ella aprieta la mano aún más. Los huesos de mi muñeca ceden y se parten, se aplastan unos contra otros provocándome un dolor insufrible.

—No me metas prisa. —Me mira con los ojos verdes entornados—. Todo a su debido tiempo. ¿Dónde estábamos antes de que me interrumpieras? Ah, sí, hablábamos de ti, de cómo has acabado aquí y de que las cosas no han resultado ser lo que esperabas, ¿no es así? Y, a decir verdad, me da la impresión de que jamás fueron, son ni serán como lo esperas. Verás, Damen y yo nos conocemos desde hace muchísimo tiempo. Yo le hablo, y le hablo, y le hablo, y le hablo... bueno, ya te haces una idea. Y, sin embargo, a pesar de todos los años que hemos pasado juntos, a pesar de nuestra longevidad, tú sigues apareciendo e interponiéndote en mi camino.

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