Sam había recibido un mensaje; se trataba de Adam. La "recogida" se cancelaba. Según él, no podían contactar con Steve de ninguna forma, no conseguían localizarlo.
En ese momento; una parte de mi, una pequeña parte; se alegró de que la "recogida" se cancelara; significaba que se eliminaban todos los problemas con Adam debido al cambio de parecer tan repentino, pero, por otro lado; mi preocupación por Steve aumentaba cada vez más y más.
Tenía muchas cosas en las que pensar en ese momento, reflexionar sobre a dónde irían las decisiones que estaba tomando; que consecuencias tendrían. Necesitaba debatir conmigo mismo cómo iba a afrontar todo esto si seguía igual por siempre.
-¿Estás bien?- Preguntó Connie; preocupada, ya que me encontraba cada vez más y más hundido en mis pensamientos.
Lo más calmado que pude, asentí; aunque sabía que ella misma se había dado cuenta de que ni siquiera estaba lo suficientemente despejado como para responder con claridad.
-Me encuentro un poco cansado; eso es todo.- Exclamé; con una sonrisa en el rostro, aunque completamente falsa.
Desvié la conversación como pude; intentando dejar ver que no pasaba nada; que todo seguía como antes, aunque conociendo solo una pequeña parte de lo que había pasado entre Sam y ella.
Le conté que había ido en autobús porque me dirigía al hospital; recordando el mensaje de la mujer de aquella mañana; lo que por el contexto y por la actitud deduje que era "mi" madre.
Iría al hospital, me reuniría con ella y me iría a casa a pensar en todo esto. Por suerte; el hospital se encontraba muy cerca del instituto; por lo que podía ir andando.
-Tu padre... ¿Ha empeorado?- Preguntó; con una expresión de pena en su rostro, con una mirada en la cual podía palpar su tristeza.
Me sentí... Mal por ello.
Aunque no tuviese nada que ver conmigo, aunque la relación que tenía con Connie no significara nada para mi; aunque no fuese mi vida; el padre de Sam se encontraba probablemente muy enfermo y yo lo había usado de excusa para "librarme" de Connie.
De algún modo; una decisión que no me incumbía despertaba sentimientos en mi; poco a poco empezaba a asimilar por completo que formaba parte de otra vida y que la mía se estaba quedando atrás.
Sentí un nudo en el estómago; que se retorcía más y más; sin saber siquiera el porqué.
-Lo siento muchísimo, de verdad.- Dijo, al verme absorto en mis propios pensamientos; sin decir palabra.
-Cuando salgas de allí; llámame, puedo salir de clase si lo necesitas. Quiero que tengas mucho apoyo en esto; después de todo, tú hiciste lo mismo por mí cuando lloraba todas las noches; por mis abuelos.- Concluyó; abrazándome con un cariño y con una ternura que se podía ver en el ambiente; para finalmente despedirse, dirigiéndose a la puerta del instituto.
Ellie, mi familia, mis amigos; todo parecía desvanecerse en el horizonte cada vez que pensaba en ellos. El camión; el atropello...
Mi cuerpo.
Mi expresión al recordar un objetivo tan importante y que, durante un momento, parecía desvanecerse; me erizó la piel de arriba a abajo.
Si durante el accidente no había muerto; motivo por el cual me asustaba cada vez más, tendría una pequeña posibilidad de seguir con vida; hospitalizado; en coma, estado crítico o totalmente ileso. Pero tenía que, por lo menos; estar.
-Si yo estoy en el cuerpo de Sam, lo más probable sería que él estuviese en el mío. Es lo más lógico dentro de esta locura. -Me dije; convenciéndome de ello.
Me aferré a esa posibilidad como si a un clavo ardiendo se tratase.
Me encontraba agotado, confuso y con muchísimo sueño. Pero, de algún modo; tenía que continuar; conocer la verdad que me esperaba tras ese hospital.
Empecé a caminar por una calle totalmente vacía; llena de un silencio que me ponía de los nervios; sin siquiera darme cuenta de que el hospital se encontraba cada vez más y más cerca; dejándose ver por el horizonte.
"Hospital General de Rivia"
Estaba a escasos metros de él; mirándolo con miedo e indecisión; temiendo por lo que me aguardaría dentro; pero, al mismo tiempo, con una curiosidad insaciable por descubrir que me depararía detrás de esas puertas.
Finalmente, entré en el edificio. Se componía de varias plantas; cada una diferenciadas por el grado del paciente, según que enfermedad tuviese. Por suerte; este hospital funcionaba de una forma en la que salía muy bien parado. No se necesitaba visitar una recepción para aclarar que paciente visitarías, sino que conforme entrabas; te dirigías a la planta en la que se encontraba la persona a la que ibas a visitar; te dirigías a su número de habitación; ya que todas tenían su número por fuera de la puerta para diferenciarlas, y entrabas.
El problema se resumía en que no tenía ni idea de dónde estaba; donde estaba mi cuerpo, mejor dicho. Mi plan consistía en visitar todas las habitaciones hasta encontrar alguna que pusiese "Ethan"; y, cuándo nadie estuviese dentro; hablar con Sam.
Me encontraba muy seguro de mi plan, aunque tardase un buen rato; pero todo cambió cuando mis ojos vieron pasar corriendo a una mujer en especial.
Mi verdadera madre.
Pasó casi corriendo; preocupada, angustiada por algo; o, en este caso, por alguien.
Se me encogió el corazón.
Aunque nada de esto fuese culpa mía, ni el atropello ni el cambio de cuerpo; odiaba que las personas estuviesen así por mí; que llorasen, que les sucumbiera la tristeza. Pero; una pequeña parte de mi se alegró. Había encontrado mi cuerpo y si estaba aquí; significaba que seguía vivo.
Seguí a mi madre hasta llegar a la habitación número 42. Ella entró rapidísimo; por lo que me limité a esperar fuera, escuchando las voces que provenían del interior. Pero, para mi sorpresa, sólo se escuchaban gritos de rabia y furia.
-¿Sam?- Pensé, no muy convencido; ya que; por alguna razón, me lo imaginaba mucho más tímido.
-¿Donde estoy?- Gritaba una voz dentro de la habitación; zarandeando todo lo que encontraba a su paso; mientras mi madre y los doctores intentaban calmarle.
-Ethan; por favor, soy mamá; ¿No me recuerdas?- Exclamó mi madre; con una última esperanza de que volviese en sí.
-¿Quién es Ethan?- Preguntó, gritando; con un ambiente en el que la inseguridad y las preguntas iban creciendo cada vez más.
Hasta ese punto; mi cabeza y mi corazón se sentían un poco revueltos; pero, por otra parte, mucho más tranquilos al saber que había encontrado por fin quién realmente era; al saber que todo podría calmarse un poco de una vez por todas; pero, no podía estar más equivocado.
Y, sólo necesitaría una frase más para que todo lo que había construido se rompiese en mil pedazos.
-¡Me llamo Prim!- Gritaba el chico que vivía en mi cuerpo, o; mejor dicho, la chica que vivía en el.
-Papá, mamá... ¿Dónde estáis?-