Por alguna razón, aquella escena me revolvía el estómago cada vez más y más; sintiendo una especie de "conexión" mucho más allá de simplemente ser un mero espectador.
-¿Qué ha hecho?- Me seguía preguntando, clavando la mirada en aquella ventana.
Me pasé mirándole desde el principio hasta el final, hasta que, finalmente; un par de policías le arrestaron; viendo por última vez como, tras haber recibido un balazo en la pierna y, consecuentemente, perdiendo muchísima sangre; se desmayaba, intentando luchar contra sus actos.
-Ethan... - Una pequeña exclamación de Prim provenía de la camilla; llamándome.
-Lo siento, Prim; un hombre ha intentado...-
Mis palabras cesaron en un abrir y cerrar de ojos al girarme; corriendo hacia ella lo más rápido que podía.
Su ritmo cardíaco subía, bajaba. Su respiración se entrecortaba; su cara mostraba una expresión de palidez como nunca antes había visto. Fiebre, inquietud, dolor.
-¡Prim! ¡Prim! ¿Qué ocurre? ¿Que te pasa?- Grité, a su lado.
Me encontraba muy nervioso, mis manos temblaban a cada segundo que pasaba. ¿Cuándo había empezado a temblar? ¿Cuando empezó a subir la fiebre?
-Tengo que avisar a alguien; rápido. - Exclamé.
Fue lo único que conseguí formular; antes de que Prim me agarrase, con las pocas fuerzas que le quedaban, de la manga.
No sabía bien cuando había pasado; ¿Cuando me encontraba absorto en mis propios pensamientos observando aquella escena? Verla, o, verme a mi mismo reflejado en eses ojos; hacia que se me cayese el mundo.
-56 de Cabot Street.- Exclamó; con las pocas fuerzas que le quedaban, mirándome; con su ultimo aliento; antes de desmayarse.
De un momento a otro, y; casi sin darme cuenta, todo había dado una vuelta completa.
Salí corriendo de la sala; pidiendo a gritos ayuda, avisando de la situación a pleno pulmón. Y, en un abrir y cerrar de ojos; muchísimos médicos acudieron, gritando; apartándome.
Sin saberlo siquiera, me encontraba de nuevo en la sala de espera de aquel hospital, con la mirada fija en el suelo; como si alguien me hubiese clavado los ojos. Cuando salí de aquella habitación sentí que había perdido a alguien en meros segundos, en segundos. Mi cerebro se centró en lo peor; en la peor situación posible.
-Podría haber echo más.- Me repetía; una y otra vez.
-Podría haber hablado más con ella; haber avisado a los doctores antes; podría haber mantenido una conversación con ella en vez de estar viendo lo que pasaba fuera.- Pensaba; obsesionándome con cada palabra que decía; justo antes de darle un pequeño puñetazo al reposabrazos de la silla donde me había sentado.
Habían pasado horas desde aquello, pero cada segundo recaía sobre mis hombros con un peso gigantesco. No tenía tiempo de asimilar todo lo que me estaba ocurriendo en tan poco tiempo.
-¿Porqué me está afectando tanto? ¿Porqué; si solo la conocía de un par de minutos?- Susurraba; mientras en mi interior una especie de "vínculo" se hacía cada vez más y más grande.
-¿Sam? - Exclamó una voz a lo lejos.
-Por fin te encuentro; llevo muchísimo tiempo dando vueltas por el hospital; venga, vamos a ver a papá. - Finalizó; mientras se acercaba a mi cada vez más.
Mis ojos se despejaron del suelo y, finalmente, descubrí el rostro que me hablaba.
-Vamos, cariño.- Exclamó mi madre; o, mejor dicho, la madre de Sam, con una tenue sonrisa dibujándose en su rostro; y, con unas ojeras increíblemente profundas.
-Lo siento. Lo siento muchísimo, ojalá pudiese hacer más. Ojalá pusiese salvarla, ojalá pudiese dar más de mi mismo. Por favor; por favor perdóname.-
La madre de Sam se encontraba muy confusa; ya que, tras haber alcanzado el límite de mi estrés; rompí a llorar junto a ella, junto una completa desconocida para mi. Agarrándome a su vestido, mientras mis lágrimas seguían corriendo por mis mejillas.
En ese momento, ni yo mismo era consciente de qué había echo, solo había dejado salir mis sentimientos por puro instinto; para ser abrazado, finalmente, por ella.
-Sam, no sé bien que ocurre; pero, sé que últimamente lo estás pasando muy mal. El instituto, tus amigos; todo se refleja en tus ojos. Sé que esto es muy duro, y más teniendo a papá así; pero, te prometo que saldremos adelante; te lo prometo, cariño.- Concluyó.
No sé muy bien porqué, pero; estar al lado de ella hacía que me sintiese muy bien, protegido; cálido.
Mis lágrimas cesaron, para incorporarme; viendo como ella seguía sonriendo, pese a también tener lágrimas en sus ojos.
-Si quieres, puedes venir a ver a papá mañana. Ve a casa; ahora iré yo y prepararemos ese pastel que tanto te gusta.-
Asentí instintivamente; justo cuando me tocó la cabeza, revolviéndome el peló; yéndose tras ello. Me sentía parte de aquella familia sin siquiera tener ningún lazo con la misma.
-De acuerdo.- Pensé, para mentalizarme.
Aún no me sentía totalmente tranquilo, pero gracias a ella pude relajarme mucho más, calmar mi ansiedad un poco.
En ese momento; recapacité, pensé en lo último que me había dicho Prim antes de desmayarse. "53 de Cabot Street". Una dirección. Una pista. Podría ser la casa dónde ella vivía, podría ser dónde se desencadenó todo; o, algo totalmente nuevo.
Decidí lavarme la cara para despejarme lo máximo posible antes de salir del recinto; rumbo a aquella dirección; hasta que, tras pasar por la habitación de Prim y ver a todos aquellos médicos en la misma sala, mi estómago volvió a revolverse; pero, esta vez, dejándome continuar.
Tras salir de aquel edificio y dar un par de metros, una chica se presentó ante mi.
Una chica montada en una bici; exhausta por el viaje tan rápido que había hecho hasta llegar allí y; mirándome; esperando para bajarse y decirme cualquier cosa.
Connie.