Su mirada se aferraba a mis ojos.
Por más que intentase calmarme, o tranquilizarme; esa inquietud seguía siempre presente. El agobio, la ansiedad y el miedo me perseguían a cada paso que daba.
-¿Quién soy?- Preguntó finalmente, sin apartar su inexpresivo rostro de mi.
Aparté la mirada.
Pensaba que toda la ansiedad sufrida unos momentos atrás se encontraba reprimida, pero no era así. Me encontraba perdido otra vez, pero no podía permitirme derrumbarme en un momento así. Tenía una pequeña parte del rompecabezas delante mía, una cerilla que encendería un fuego inmenso.
-Ayer; sufrí un accidente. Intenté salvar a una amiga, lo logré; pero no recuerdo nada más a partir de ese momento. Lo siguiente que vino a mi mente fue despertarme en una habitación ajena, con un cuerpo totalmente diferente al mío. Otra vida, otro yo. -Respondí, titubeando en algunas partes; al recordarlo todo.
Prim seguía sin decir palabra, mirándome.
-Fue muy extraño; fue lo más extraño que viví nunca. Después de levantarme, intenté vivir la vida del chico en el que estoy ahora. Su nombre es Sam. No sé mucho de él; sólo unas pequeñas pinceladas de su vida, de sus relaciones, de sus gustos; pero eso sirvió para llegar hasta aquí y encontrarte. Al principio pensaba que eras Sam; pero, al ver cómo actuabas, como te llamabas; todo se vino abajo.-Concluí, al ver que su mirada dejaba de centrarse en mi.
Se incorporó un poco; y se derrumbó en medio de la cama, con el rostro mirando a un techo completamente blanco.
-Mi padre acababa de hacer los pasteles que tanto me gustan; me había llamado para que entrase en casa, el día que pasó. Corrí como si no hubiese un mañana, deseando hincar el diente. Su olor era inconfundible, y; por supuesto, su sabor también.-Respondió, para dar pie a una pequeña pausa, con una sonrisa que se dibujaba poco a poco en su rostro, aunque muy tenue.
Me encontraba un poco más tranquilo; al ver que se sentía más calmada, o eso interpreté yo; pero no podía evitar preguntarme a qué se refería con todo aquello; a dónde quería llegar.
-No sé quién eres; no sé quien soy, pero eres la única persona que no ha llorado, gritado o drogado nada más despertarme en esta habitación.
Sus ojos se volvieron hacia mi de nuevo.
-Aquella noche; oímos un ruido. Un par de horas más tarde, había acabado de cenar, y me encontraba en la cocina, viendo una película con los cascos a todo volumen. Mi madre y mi padre se encontraban en el salón de casa; era bastante tarde, por lo que se irían a cama de un momento a otro. Cuando se dirigían hacia allá, yo ya estaba durmiendo en el piso de arriba; pero, no tardé en despertarme.-
Su voz se entrecortaba cada vez más, la pequeña sonrisa que me había mostrado se desvaneció de un momento a otro.
-Un grito me despertó, un chillido. Bajé corriendo las escaleras, casi cayéndome; para saber qué había pasado.-
Su mirada volvió hacia el techo, empañando sus ojos de pequeñas lágrimas que, poco a poco, generaban un océano.
-No sé cómo pasó; no oí el cristal romperse, no oí el bate golpear a mi padre. Pero, al bajar aquellas escaleras; al ver a aquellas dos personas con un cuchillo en la mano; al ver aquel fluido rojo correr por el filo, desgarrando el estómago de mi madre, viendo como mi padre caía al suelo con un contundente golpe en la cabeza; mi corazón se paró en seco.- Concluyó.
Todo el hospital se quedó en un silencio absoluto. Pájaros, árboles, personas. Todos parecían inmóviles.
Me encontraba mirando a Prim, sin decir nada. No me salían las palabras, no era capaz de decir ninguna frase. Solo podía quedarme mirando como rompía a llorar, tapándose la cara con una almohada, mucho; mucho tiempo.
-Lo siento muchísimo.- Concluí. Sabía que eso no servía de nada, pero no fui capaz de decir nada más.
Era increíble que todas las personas que me estaba encontrando; despertaban algo en mi. No era solo porque ella se encontrase en mi cuerpo; sino que había algo mucho más profundo. Sentía una verdadera conexión con ella; y eso me hacía sentir cada vez más mal, cada vez mas triste, al descubrir todo aquello.
No conocía de nada a la familia de esa chica, ni siquiera a ella; pero, de algún modo, sentía que formaba parte de todo.
Tras unos grandes momentos de silencio, consiguió seguir hablando.
-Lo último que recuerdo fue intentar escapar de allí; intentar llamar a la policía lo antes posible, antes de caer al suelo, agarrándome el costado para intentar no sangrar más, intentando ver el rostro de mis padres por última vez, pero, finalmente, viendo como dos personas rompían cada extremo de nuestra pequeña casa; cogiendo todo lo que podían, saliendo por la puerta, como si nada pasase.
-Me desperté aquí, sin saber qué había pasado, intentando recordarlo todo; hasta que tu llegaste. Necesitaba contar todo esto, desahogarme. Aunque no nos conozcamos de nada, tu sabías qué estaba pasando, por muy loco que suene.
Me creía. Aunque todo esto fuese de locos, me creía. Y, aunque no fuese Sam, me alegraba de que, por lo menos; Prim estuviese por fin a salvo.
-Gracias por escucharme.- Concluyó.
Volví a sentir esa presión; la cual me hacía poseer unos sentimientos que nunca antes había tenido.
-No tienes que agradecerme nada.- Respondí; justo antes de que me interrumpiese un alarma,o; mejor dicho, una sirena.
Provenía de fuera, pero retumbaba con muchísima intensidad. Rápidamente me asomé a la ventana de la habitación, donde podía verlo con claridad. Coches patrulla, una persona intentando resistirse y un montón de policías se presentaban ante mi. Había mucha gente alrededor. Prensa y espectadores estaban observando con mucha atención como se llevaban a una persona casi a rastras. Un hombre con una bata blanca, mientras que demás médicos intentaban detenerlo.
El hombre logró zafarse, intentaba escapar.
-¿Qué intenta? ¿Quién es?- Me pregunté.
-¿Que está pasando? Exclamó Prim, desde su cama.
El hombre corrió varios metros; hasta que un disparo retumbó en todo el ambiente. Le habían dado en una pierna, estaba en el suelo.
Y el hombre seguía intentando escapar.