-¡Sam! ¡El autobús está de camino! ¡Baja a desayunar!- Una voz retumbaba en mi cabeza, como si me hiriese con cada palabra.
Me encontraba muy desconcertado, miré a todos los lugares posibles y sólo pude observar lo que parecía ser una habitación de un adolescente, como otra cualquiera. Ropa tirada, pósteres medio descolgados y un montón de figuras y libros esparcidos por el suelo.
La cabeza me daba mil vueltas, y un dolor de estómago se apoderaba de mi cuerpo. Lo único que conseguí recordar fueron los gritos de una chica y el frenazo de un coche.
-¿Ellie? - Fue lo único que conseguí formular.
Cientos, miles de preguntas llegaban a mi cabeza, una detrás de otra. Me encontraba mareado en una habitación ajena, no recordaba casi nada de lo que había pasado y para colmo, alguien me estaba gritando desde el piso de abajo.
Me incorporé como pude y caminé hasta una puerta cerca de dónde me encontraba. Se trataba de un baño; me apoyé sobre la pila, pero al mirarme al espejo descubrí que el chico que se reflejaba en el espejo... no era yo.
Un chico alto, con el pelo rizo; pelirrojo. Unos grandes ojos azules y unas ojeras enormes. Todo lo contrario a mí.
Empecé a entrar en pánico, no sabía bien que hacer, no sabía como moverme siquiera. De pronto, una mujer abrió la puerta de un portazo.
- ¡Samuel! ¡Toda la noche con el ordenador te ha pasado factura! ¡Vas a perder el bus!
La mujer parecía bastante enfadada, por lo que intenté hacer lo que me decía para intentar pensar un poco más en frío la situación que estaba viviendo. Me vestí con lo primero que encontré, bajé las escaleras lo más rápido que pude, y busqué la salida.
Antes de que pudiese cruzar la puerta, la mujer me llamó la atención.
-¿A dónde crees que vas sin mochila y sin tu teléfono?- Me regañó, muy enfadada.
-Sam, se que estamos pasando momentos muy duros, pero no puedes vivir en otro mundo. Tienes que empezar a ser mas responsable y a cuidar de tus cosas. - Me dijo, mientras me daba la mochila.
-Te he puesto la comida dentro, y cuándo salgas de clase pásate por el hospital, yo ya estaré allí.-
Muy desconcertado asentí; y tan pronto como me dejó, abrí la puerta y salí lo más rápido posible. Una luz cegadora arremetía contra mis ojos, y cuándo conseguí abrirlos, mis ojos vieron un autobús azul que se aproximaba por el horizonte.
Mareado, eché un vistazo al barrio; un montón de casas separadas por una carretera principal se presentaban ante mí. Y, a mi derecha; una parada de autobuses muy pequeña.
-¡Sam! ¡Vas a perder el bus! - Una voz procedía de la parada de buses, llamándome.
Decidí acercarme, ya que ese chico que parecía "conocerme" era la única explicación posible en ese momento. De camino a esa parada, en esos metros que me separaban, pude pensar, aunque fuese por muy poco tiempo.
-Me he despertado en una casa que no es la mía, en un cuerpo que no es el mío y con gente que parece conocer a la persona que habita este cuerpo, pero... ¿dónde estoy en realidad?- Y, en un abrir y cerrar de ojos, estaba enfrente de él.
-Joder, como has tardado- Me regañó.
Cuándo estaba a su lado pude verlo bien; un chico alto y moreno; con un olor a tabaco impresionante.
-¿Vas a solucionarlo con Connie de una vez?- Me preguntó, muy intrigado.
Estaba harto de no saber nada, de estar mareado todo el rato, por lo que empecé a hacerle preguntas, por muy estúpidas que fueran.
-Me siento mareado y me duele la cabeza un montón, ahora no puedo ni pensar en eso.-
-¿De que cojones estás hablando? ¿Ni puedes pensar en la chica con la que llevas hablando un año?-
El chico parecía enfadarse con facilidad cuando hablábamos de Connie, tenía que ser importante para él de algún modo, no era normal que se alterase tanto por hablar de una chica con la cual "yo" tenía o lo que parecía tener una relación.
Después de que el chico me estuviese inundando a preguntas sobre ella, nos subimos al bus. No había muchos asientos ocupados, por lo que me senté en el primero que encontré, y él se sentó a mi lado.
Durante el viaje pude fijarme bien en dónde estaba. Por suerte, se trataba de un pequeño pueblo que se encontraba al lado del mío, y si mi memoria no me fallaba, compartíamos instituto. Mientras tanto, él no dejaba de hablar; pero era imposible concentrarse en tantas cosas a la vez, por lo que mi cerebro dejó de escucharle y se centró en descubrir qué estaba pasando. Por suerte, al ir al mismo instituto que Ellie, podría contarle que ocurría y explicarle la situación, además de descubrir que pasó con mi verdadero cuerpo.
Un par de chicos se subieron al bus mientras estábamos de camino y empezaron a gritar.
- ¡Adam!, ¿lo has conseguido?- Le gritaban al chico que estaba a mi lado, por lo que ya sabía su nombre.
-Todavía no, pero hoy voy al Puente, allí podremos conseguirlo fácilmente gracias a Steve.- Concluyó.
¿Steve? ¿Conocían a Steve? Muy intrigado, me uní a la conversación.
-¿De qué Steve estáis hablando?- Pregunté, aún muy confundido.
-Hoy si que te has dado un buen golpe en la cabeza, Sam; de Steve Hawke, ¿de quién si no?- Respondió Adam, riéndose.
Era él, era nuestro Steve. Tenía que llegar hasta él, teníamos una pista de dónde estaba. Si se lo contaba a Ellie, podría saber dónde está mi cuerpo y además podría explicarle dónde se encuentra Steve.
-Te acompaño, Adam. - Le interrumpí, decidido.
Él me miró de arriba a abajo con una cara de sorpresa y después se rió.
-Por fin te animas, ¿eh?; nos vemos después de clase en la entrada.
Asentí sin saber muy bien dónde me estaba metiendo, pero antes de que pudiese pensar en nada más, el autobús se detuvo; abriendo sus puertas. Ya habíamos llegado.
Bajé las escaleras y me dirigí a la entrada principal, sin saber muy bien a dónde iba; solo por encontrar a Ellie.
De pronto, sonó el timbre y las puertas se abrieron. Aún seguía buscando a Ellie, cuando de pronto, una mano tocó mi espalda. Me giré y descubrí a una chica con el pelo y los ojos oscuros, morena de piel y muy guapa, aunque también muy enfadada.
Yo aún no lo sabía, pero esa chica era la razón por la que Adam no paraba de regañarme; y su nombre era Connie.
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