—Me gustaría viajar por el mundo dando giras y disfrutando. ¿A donde te gustaría ir a ti?– Preguntó jugando con mi pecho, delineandolo como si fuera una hoja de papel. Esos dedos largos siempre sabían como mantenerme en completa paz.
—Uhm, México.– Respondí. Él parecía tan interesado en la charla. Eran sueños a futuro aunque ni siquiera estabamos ensayando seguido con los muchachos.
—Oh. Y por qué?– Yo acaricié su cabello negro que ya a esas alturas llegaba a su baja cintura.
—Porque parece un país rico en cultura. Sus habitantes e historia me resultan sumamente fascinantes.– Divagué. —Y a ti?– Le pregunté encontrandome en sus ojos claros, cuales me miraban con atención que yo jamás merecí.
—A México.– Sonrió. —Porque quiero ir a cualquier lugar donde tú estés.– Susurró.
No costó trabajo que aquellos momentos de intimidad entre cuatro paredes, cubiertos por las finas sabanas e iluminados por la luz natural de afuera sol o luna, se volvieran nuestros favoritos. Cuando no hacía falta gritar, ni elevar la voz siquiera, solo sus ojos sobre los mios y mis brazos aferrados a su cuerpo. Era Chris quien más parecía disfrutar del silencio porque entonces pensaba mucho más en sus incertidumbres, en sus dudas, sus interrogantes y sus deseos, los cuales acababa por compartirme a modo de filosofía. Al tiempo simplemente él lograba reafirmarse.
—Que tonto fui al lastimarte...– Susurró tomandome por sorpresa.
—Uh?– Pregunté. Mis piernas sirviendo de apoya brazos de los suyos, y yo, deleitado en su bello rostro recostado en mi abdomen. Jamás podría cansarme de verlo.
—Ese día que fui a tu casa y... tenía, ya sabes, el brazo... Yo, lo siento. No quería verte así, cuando lloraste... Fui un tonto.– Susurró. Mi mano descanzó entonces en su mejilla derecha, jugando con esos cabellos rebeldes que a menudo luchaban logrando permanecer erizados a un lado de su patilla. Simulé peinarlo, y aquello fue todo lo que logró sacar el último sollozo pesado.
—Ven aquí.– Respondí mientras apoyaba mi espalda en la pared de la cama y resultaba finalmente el cuerpo de mi precioso amado sobre mi rodeando mi cintura.
Quizá lo mencioné antes en alguna parte de esto, o quizá no, pero ojalá todos pudieran tener unos ojos en los que perderse. ¿Sabes lo que te digo? Unos ojos a los que mirar cuando sientas que ya no sabes que hacer, a los que rendirse cada mañana al despertar, a los que limpiar lágrimas de felicidad o de tristeza pero que sean de esa persona que... esa persona especial. Simple y complejamente a la vez, esa persona. El hecho es ese, que Chris lo era todo para mí y sus ojos específicamente eran mi portal al universo entero. No entendí nunca su manía de reprocharse tanto las cosas, de disculparse por lo mismo y pasado hace mucho, eso que yo ya le había perdonado hasta en sueños. Parece que él es el único que no puede autoredimirse, como si todo el tiempo estuviese dándose latigazos en la espalda por sus errores.
—Ya deja de disculparte... Sabes bien que yo te perdoné hace muchísimo. Y te amo, eso nunca ha cambiado.– Alzó su mirada y la encontró a la mía, siempre en completa fusión y armonía. Acaricie su mejilla suave como algodón. —Es que no importa lo que hagas, Chris; yo jamás podría apartarme de ti.– Confesé. Solía creer que el haber perdido a Andy era un dolor indescriptible pero ciertamente el ver llorar a quien yo más amaba en todo el mundo, me destrozaba el corazón en mil pedazos. Él no tenía idea. Y mis manos no parecían ser seda suficiente para secar sus tibias lágrimas.
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meaningful.
RandomEl gran problema de la gente es averiguar porqué está aquí, con vida. Cuál es el propósito de su existencia? Hay quienes lo piensan más, otros mucho menos; de todas maneras, sin notarlo a lo lejos, chocas con ello. Enfrentas el verdadero significado...