Pain

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        Hasta el momento solo el perder a Andy fue lo que me significó un verdadero dolor. No era como si yo buscase más motivos para sentirlo, de hecho, quería que ese dolor se fuera de una vez. No funcionaba, pero al menos lo intentaba, habiendo días en los que no pensaba a cada momento sobre él y cuanto me gustaría verlo una vez más; hasta inconscientemente, decía: "Andy enloquecerá con esto!" Y luego me recordaba que ya no habrían más locuras. Ni risas, ni enojos, ni si quiera miedo, ni nada, porque él ya no estaba.
Creía por entonces que no había otro tipo de sufrimiento en el que yo podría caer, porque por otro lado, las cosas marchaban bien.

Salí de casa a fumar, el día estaba soleado y radiante aunque un poco raro. Es decir, las cosas en casa habían estado raras en el ámbito de padre y madre aunque yo trataba de no meterme demasiado: mi unico labor ahí era hospedarme y contribuir. Ahí terminaba. Luego de los 14 años todo fue cambiando. Pero no me quejo, siempre lo excuso diciendo que ellos viven y hacen de acuerdo a sus años. Qué sé yo, no viene al tema. No tiene importancia tal rareza. Entonces me dediqué a fumar mi cigarrillo, el cual siempre empezaba y nunca terminaba pero esta vez me decidí a terminarlo por distintas razones.

Entonces lo ví llegar a lo lejos, el sol mediante creo que estaba celoso, puedo jurar que brillaba más que él. Él se iba en el atardecer, escondiéndose, pero Chris llegaba y lo iluminaba todo. Me sentí sudar, como la primera vez casi siempre, en la que estuve en una diyuntiva enorme por hablarle o no: menos mal que sí me animé. Pero algo raro había en su semblante, no estaba igual que siempre.

—Hola pequeño planet-ta...– Dijo como si le costara hablar. Arrastrando las palabras.

—Hey.– Musité una clara sonrisa de felicidad por tenerlo ahí conmigo. Pronto sentí su cabeza en mi hombro y pensé que solo quería reposar ahí pero me sorprendí al descubrir que fue un intento de besar mi mejilla. Tomé su mano fuerte. Lo conocía. —Que pasa, Chris?– Pregunté.

Pregunté y no obtuve respuesta. Su brazo derecho me mostró un piquete morado, el cual me hizo saber algunas cosas simultáneamente. Aquello hizo que mi mundo se callera a pedazos. El sol ya casi se iba y rogué porque se quedara un poco más, a que fuera testigo de aquello que yo era incapaz de creer. Sentía tanta impotencia, sentía a la vez sus rulos largos y dulces que intentaban envolverme, su respiración dificultosa en mi cuello. Me sentí un idiota.

—Ven... Vamos adentro, quiero, quiero que... Chris ponte de pie.– Susurré tratando de verlo pero él no caía en sí. Estaba ahí sentado con sus largas piernas extendidas sin moverlas, tranquilo y pacífico, pero este no era mi Chris. Dios, ¿acaso ese término existía, ser por alguna característica perteneciente? —Christopher.– Llamé. Pero seguía en su mundo.

Pase mi brazo por su cintura como si no supiera que pasaba, como si pretendiera que eso no estaba pasando, solté mi cigarrillo a la mierda. Chris caminó junto a mi, ido y sin brillo, no era él. Mi corazón iba a salirse por mi boca. Por el costado de casa pasamos por la puerta de atrás evitando la mirada de mi madre sentada en la mesa de la cocina. Subí con dificultad por ayudar a aquel niño que llevaba entre brazos, y al llegar a mi cuarto, lo sente en la cama. Solo lo observé mirarme apoyado en sus propios codos. Me sonrió vacío.

—Ya basta Christopher.– Mi corazón era el que predominaba ahora, incapaz de calmarse y sujetándose al dolor de tener que aceptar que Chris estaba haciendo eso, se estaba matando de a poco. Pronto sentí los ojos llenos de lágrimas. Me aproximé y senté a su lado mirándolo con tanta cercanía queriendo sacudirlo y despertarlo, gritarle que esto no era lo que debía estar haciendo. —Este no eres tu, imbécil. No voy a soportar verte así otra vez.

Soltó una risa baja y tomó mi mano estirandome a su lado y abrazándome con fuerza. Lloré por lo bajo. Esta vez el dolor era de un grado menor que el perder a Andy, pero sabía bien que perder a Chris por esta mierda superaría cada miedo y dolor pasado.

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