Chris de repente se había convertido en algo indispensable en mi día a día, al menos en plano mental, luego de aquella coincidencia milagrosa en el cementerio. Andy siempre haciendo de las suyas.
Todo ese hecho de saber que correspondía a mi amor, sin tener que temer ahora, no quitaba que todo se pusiera negro de vez en cuando. Habían días en los que ni yo ni Chris nos veíamos por distintos problemas incluso a pesar de que yo lo extrañaba, no podía verlo. Además, no quería asfixiarlo y no quería que todo se tornara monótono, eso de ver al otro todos los días, todo el tiempo, y hacer todo juntos, pfff, quitaba toda emoción y el amor se volvía chicloso y frívolo con regularidad. Bueno, no pasaba eso, más bien era lo que yo quería evitar.Creía superar de a poco el hecho de que Andy ya no estuviera y de hecho, funcionaba a veces, pero hubieron días en los que incluso Chris me recordaba la ausencia de él. Es decir, no lo olvidabamos del todo por supuesto que no, pero sí había una diferencia entre recordarlo mientras mirabamos un día soleado, a recordarlo mientras llorabamos y bebíamos. Pero en cuestión, uno de esos días en los que sí nos pudimos ver, entre abrazos, Chris me contó algo que significó un símbolo enorme.
—Un día me quedé hablando con Andy sobre el suicidio y la muerte.– Comentó mientras jugueteaba con los vellos de mis brazos, sabiendo que eso me relajaba.— Y el me dijo que jamás lo haría, suicidarse. Porque quería vivir para verme triunfar y no sé que otras cosas. Tú sabes que para mí él era como un hermano, era mi hermano, y el tuyo, y el de los demás... Pero para nosotros... –Uno de sus típicos suspiros se escapó lentamente de sus labios, pesado y libre, como si lo hubiese retenido por mucho tiempo.— Yo... Intenté hacerlo hace mucho. Antes de conocerte. Y hay veces en las que deseo... Yo, no lo sé. ¿Cómo puedes saber que habrá mañana? ¿Cómo se puede disfrutar de la vida habiendo tanto dolor? Yo...–
Entonces apreté su mano con fuerza, girando mi rostro hacia él y tomando con mi derecha su preciosa mejilla. Mis ojos tenían un magnetismo con los suyos, tan claros como un océano utópico. Acaricie su pómulo con todo aquel amor que me era posible reflejar, porque para demostrarlo sería imposible. No podía haber acción de tal magnitud.
—Ya no estás solo. Estoy contigo, mal o bien, poco o mucho, pero me tienes aquí. Si necesitas llorar, aquí está mi hombro; si quieres golpear algo, lléname de moretones; si no ríes, seré el payaso más divertido y ridículo con tal de solo verte sonreír...– Rió por lo bajo, tal como hacia siempre que no sabía que decir. —Pero puedo asegurarte que hay más que lo que ves.
La verdad era que no podía asegurar lo que decía, siendo mejor dicho, una posible certeza que me esforzaba por mantener y aumentar. Pero creía que algo de razón tenía, y si a mí me había servido hasta ese momento, entonces haría todo lo posible para que ayudara a que la luz de Christopher no se apagara.
[ ••• ]
Corríamos sin cese aquel día lluvioso en el que fuimos a pasear en la tarde, pero nuestro regreso a casa fue cerca de las diez de la noche. Casa, la casa de Chris, mejor dicho. Sus padres dormían ya y ese fue el motivo por el que tratamos de no hacer ruido. Subimos directo a su habitación y él se echó en su cama, empapado a lo cual lo regañé. Yo me quedé parado a un lado de la entrada de la habitación. Olvido mencionar que esa habitación olía a Chris, desde luego, y el olor a Chris era raro, canela, vainilla, y hasta frutillas. Que se yo, no sé describir olores, pero ojalá todos pudieran sentirlo.
—Christopher.– Alzó su cabeza aún estando acostado y me dedico una sonrisa ladeada, pillo.— Vas a empapar toda la cama, y además enfermarte por estar mojado y quedarte con esa ropa.
—Lo tuyo es una excusa para verme desnudarme. No creas que soy imbécil eh.– Me sonrojo y niego tapando mi vista, aunque siendo sincero no era mala idea. Pero la verdad era que no lo veía de esa forma, aún. Reí. Pronto sentí sus manos en las mías mientras las llevaba a sus hombros y seguido las ponía en mis costillas, siendo suave sin ningún tacto fuerte. Sólo pude alzar mi vista por la clara diferencia de altura e imaginar y sentir mejor dicho que esto era estar tocando el cielo con las manos, lo más cerca del sol que pude estar alguna vez. —A veces me dejas sin palabras, Ed.– Musitó. Me abrazó. Me sentí pequeño junto a él, literal y en el alma. Me aferré con fuerza a ese abrazo y escondí mi rostro, vergüenza, incertidumbre en su cuello marcado, perfumado y suave. Podría quedarme así por horas, viéndolo, sintiéndolo y en silencio.
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meaningful.
RandomEl gran problema de la gente es averiguar porqué está aquí, con vida. Cuál es el propósito de su existencia? Hay quienes lo piensan más, otros mucho menos; de todas maneras, sin notarlo a lo lejos, chocas con ello. Enfrentas el verdadero significado...