No hay animal más peligroso que el mismo ser humano.
Podría dañarte mientras manipula tu mente, convertirse en la razón de tu desastrozo pasado, ser la causa de tus inseguridades y el por qué de tus actos. La capacidad de cometer algo tan repulsivo...
La oscuridad le era un placer indescriptible cuando estaba solo, aquella que invadía toda la sala principal como si todo su ser dependiera de ello.
Sentado en su sillón favorito color carmín, se mantuvo tan callado y ensimismado en sus propios pensamientos, que no podría importarle nada más a su alrededor.
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Su nueva misión asignada le había dejado mucho en qué pensar.
Flashback:
—Ya sabes lo importante que podría ser para nosotros si lo obtenemos. Puedo saborear tal poder de solo imaginarlo, si... —esa típica y deforme sonrisa se dibujó en sus desgastados labios mientras parloteaba y repetía cosas como un completo psicópata. No reaccionó, habían sido años de costumbre—. Debes encargarte de traerlo hasta aquí. T-10 se asegurará de apoyarte en caso de que tengas algún inconveniente, aunque lo dudo. Tengo toda mi confianza en ti, Taeyong.
Escuchar el nombre de su compañero causó una cierta irritación en él, pero no tenía de otra que aceptarlo sin reproches. No tenía más opciones. Después de todo su único deber era cumplir.
—Me encargaré de ello.
Final flashback.
¡Crack! ¡Pum!
Lee Taeyong frunció las cejas, llevándose un dedo al puente de la nariz. Las pupilas oscuras de sus ojos se movieron de un lado a otro, a un ritmo similar al de las manecillas del reloj que se oían a la distancia. Con un duro golpe casi violento, plantó en una mesita de madera el vaso de agua que sostenía en una de sus manos. El joven cruzó los brazos en su regazo, y así volvió a quedarse quieto...
...Esperando.
A causa de la espesa oscuridad, apenas una pequeña y tenue luz de la luna se asomaba grácilmente por la ventana, iluminando el punto exacto donde descansaba el vaso de cristal, que sin causarle mucha sorpresa, el objeto comenzó a elevarse por si solo en el aire.
¡Plash!
El vaso cayó directamente al suelo, rompiéndose en pedazos.
Entrecerró los ojos.
—Jungwoo. Si estos fantasmas son tus amigos, pídeles que se comporten.
El nombrado dio un respingo, sorprendido por el hecho de que notara su presencia con facilidad, a pesar de que se mantuviera escondido en el jonuco de la escalera. Aquello sin duda le generaba una sensación de escalofrios cada vez que sucedía, pero dadas las circunstancias; quizá ya resultaba bastante evidente que acontecieran estos mismos casos cuando se hacía presente en cualquier otro lugar de la mansión Himuro. Estaba acostumbrado. Al fin y al cabo, decidió mantener la calma, salió de su escondite y relajó todo su cuerpo en el sillón más grande de la sala.
—Lo siento —se disculpó en un hilo de voz tan suave como la de un niño pequeño—. Ellos... Sabes como son. Solo se divierten —siguió explicando con serenidad, mostrándose sonriente aunque el otro no se molestara en mirarlo—. Ahora, casualmente están más curiosos de lo normal... has estado pensando mucho.