Capítulo 5

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La mano del último Skywalker se aferró al fin al borde de la boca del pozo en el que había caído minutos antes. Aunque sus heridas físicas habían sido sanadas, el desasosiego que sentía en su corazón había ido en aumento a medida que ascendía metro a metro por la pared afilada e irregular, aferrándose a sus entrantes y salientes con toda su desesperación para lograr escalar la que podría haberse convertido en su tumba, de no ser por la intervención de los antiguos y la Fuerza; la vida de Rey se escapaba como la arena entre los dedos, y él lo había podido sentir en cada centímetro que lograba ascender, diciéndose que debía ser más rápido, que no podía rendirse aunque el dolor de los músculos de sus brazos y piernas le laceraran como mil látigos por el esfuerzo sobrehumano que le supuso salir de aquel abismo.

Ben se acercó cojeando hasta el cuerpo inmóvil de Rey cuando consiguió salir del agujero, cayéndose y levantándose varias veces en su intento desesperado por llegar hasta ella antes de que fuese demasiado tarde, sin darse ni si quiera tiempo para recuperar el aliento. Sólo Rey le importaba. La joven Jedi yacía tirada a medio camino entre el pozo y el trono de piedra que ahora ocupaba un recuperado emperador.

Palpatine, mientras tanto, continuaba lanzando sus poderosos rayos contra las naves de sus enemigos, quienes veían impotentes cómo su número disminuía rápidamente, a pesar de sus esfuerzos. La batalla casi parecía perdida por completo. La Resistencia estaba sola.

***

El emperador Sith se concentraba en destruir las últimas fuerzas de sus enemigos, mientras ignoraba al joven Solo y a su nieta moribunda como si fueran insectos insignificantes. No había ya rival a su altura; su plan había tardado más de treinta años en realizarse, pero él había sabido ser paciente, y había esperado entre las penumbras de Exegol, alimentándose de su odio y su determinación por vengarse y recuperar su poder.

-Todos vuestros intentos por detenerme han sido en vano, joven Skywalker –le gritó finalmente, en medio del estruendo ensordecedor de los rayos que invocaba con su poder oscuro, y que iluminaban la sala por completo-. Fracasarás como tu abuelo y tu tío también lo hicieron. Tu amada Jedi y todos los miembros de la Resistencia morirán, al igual que tú.

Ben le fulminó con la mirada, estrechando aún más fuerte a Rey entre sus brazos, como si de esa manera pudiese impedir que la vida se le escapara. Miró a su alrededor, en un último intento desesperado e inútil por encontrar algo o alguien que pudieran ayudarle. Pero allí no había nadie.

Cerró los ojos unos instantes, intentado concentrarse en lo que podría hacer por Rey. Y entonces lo supo: ella le había salvado de la muerte pasándole parte de su Fuerza cuando le había atravesado con su sable. Él haría lo mismo ahora, aunque sabía que al estar Rey al borde de la muerte reanimarla le reclamaría su propia vida. Lo aceptó; asintió para sí mismo dándose valor y confirmándose que eso era lo correcto.

Tumbó a la joven encima de su regazo, sobre sus piernas. La sangre de sus cortes manchó las ropas blancas de ella cuando Ben puso su enorme mano sobre el vientre de Rey. Se concentró entonces en pasarle la vida, su vida, a través de la Fuerza. Nada importaban ya el emperador, ni el estruendo ensordecedor de los rayos con los que estaba matando a los últimos fieles soldados de la Resistencia. Mientras Rey viviera habría esperanza.

Pero Rey no reaccionaba. <<Tranquilo, requiere un poco más de tiempo. Aún puedo lograrlo>>, se animó a sí mismo.

Casi podía abarcar la estrecha cintura de la joven con una sola de sus manos. Ben la sintió tan indefensa en ese momento como se sentía a sí mismo. Ver sus ojos abiertos, sin vida, mirando al vacío le causaba un dolor indescriptible, más allá de lo físico.  <<¿Por qué nos habéis abandonado? ¡Ayudadnos!>> Suplicó Ben desesperado y vertiendo lágrimas amargas.

Pero el último Skywalker y la última Jedi no serían abandonados a su suerte.

<<No estáis solos. Nosotros os ayudaremos>>. 

¡Las voces habían vuelto!

Ben respiró aliviado, sonriendo. Su súplica había sido escuchada nuevamente. Las voces eran lejanas y a la vez cercanas, de todas las edades, y hablaban en su mente al unísono, como una sola.

Sí. Los antepasados habían acudido en su ayuda. No podían permitir que el mal venciera. Debía haber equilibrio, y este era representado por Ben Solo y Rey Palpatine, una Diada única en la Fuerza. Un alma en dos cuerpos. Ambos debían vivir.

<<Vuelve Rey. Vuelve a la vida. Termina tu misión. Restableced el equilibrio>>.

Finalmente, la joven Jedi agarró la mano de Ben con fuerza y abrió los ojos ampliamente, desorientada, inhalando una gran bocanada de oxígeno que llenó sus pulmones y le devolvió la luz a los ojos. Se incorporó rápidamente, y miró el rostro de Ben intentando entender qué pasaba. Entonces lo recordó todo.

Ben la sonrió un segundo sin soltar su mano, enormemente feliz y aliviado de volver a verla con vida. Pero el esfuerzo sobrehumano que había realizado para reanimar a Rey hizo colapsar sus últimas fuerzas. Su enorme cuerpo cayó entonces en el suelo pedregoso de Exegol.

***

Hacía treinta años, cuando Leia se entrenaba para ser Jedi con su hermano Luke, tuvo una visión en la que vio cómo su hijo moriría cuando ella llegara al final de su formación como Jedi. En ese momento ella ya sabía que estaba embarazada del pequeño Ben, por lo cual le confesó a su hermano que dejaría su entrenamiento. Su hijo debía vivir.

Ahora, lejos de Exegol, en un lecho de la base secreta de la Resistencia, el cuerpo de Leia yacía sin vida tapado con una sábana, mientras Maz Khanata la observaba. Sabía que el momento llegaría.

Entonces, la anciana Maz lo sintió. El cuerpo de Leia comenzó a desvanecerse poco a poco, haciéndose uno con la Fuerza justo en ese momento, y no antes.

La princesa acababa de realizar así un último acto de amor por su hijo. Maz Khanata sonrió.

***

El emperador detuvo su ataque contra las últimas fuerzas de la Resistencia cuando percibió el regreso a la consciencia de Rey, poniendo ahora toda su atención en los dos jóvenes.

-¿Cómo lo habéis hecho? –Preguntó iracundo por no saber lo que había sucedido.

Sin embargo, Rey no le escuchó. Miraba el cuerpo inmóvil de Ben sobre el suelo pedregoso y polvoriento de la sala del trono, desconcertada, sosteniéndole aún la mano que le había agarrado cuando recuperó la consciencia.

Ben había dado su vida por ella, pasándole su energía vital a través de la Fuerza, como ella misma había aprendido a hacer. Sin embargo, la joven Jedi sentía que algo extraño estaba ocurriendo, por lo que miraba el cuerpo inerte de Ben sin saber cómo reaccionar: Por un segundo le había sentido morir, y había experimentado un gran vacío en su alma, pero inmediatamente después volvió a sentir la chispa de la vida en Ben.

<<Leia>> susurró la joven para sí misma cuando lo comprendió.

El pecho ancho y fuerte de Ben se elevó al tomar una gran bocanada de aire, y después abrió los ojos de nuevo a la vida. 

Rey abrió la boca sorprendida al ser testigo del increíble poder de la Fuerza, y del último acto de amor de la General Organa.

***

La joven Jedi ayudó a Ben a incorporarse del suelo, y ambos se miraron unos segundos, en silencio. Sabían que habían sido testigos de un hecho tan insólito como la Diada de la que formaban parte. La Fuerza los quería con vida, restableciendo el equilibro.

-Ben. Creía que te había perdido -le confesó su temor Rey.

-No te será tan fácil librarte de mi, cariño -le contestó él, acariciando su rostro.

El emperador lanzó una carcajada sarcástica al verlos, divertido. 

-Qué irónico que mis últimos rivales sean un descendiente de Darth Vader y mi propia nieta. Si así lo habéis querido, morid juntos entonces.

El emperador lanzó cientos de rayos contra ellos, pero alguien se materializó frente a los jóvenes, desviándolos antes de que les pudieran alcanzar. 

-¡Tú!- escupió Palpatine con un profundo odio al reconocer al hombre que, en forma de fantasma de la Fuerza, le sostenía ahora la mirada.

The rise of Ben SoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora