Capítulo 15

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Rey terminó de vestirse, y observó a Ben mientras hacía lo mismo. El momento de intimidad que habían compartido les había unido aún más, a un nivel que sólo habían podido imaginar. Ya no había secretos ni barreras entre ellos. La chica no podía apartar sus ojos fascinados del hombre al que amaba, en quien confiaba tan plenamente que le confiaría su propia vida.

Ben se percató de que ella le estaba mirando atentamente, y la sonrió.

-¿Estás ya lista? –preguntó, terminando de calzarse sus botas.

-Lo estoy. ¿Ben?

-¿Sí?

-Prométeme que estaremos siempre así. Juntos.

-Rey, tu alma y la mía son una. Vivir juntos, morir juntos, ¿recuerdas? -Ella le dedicó una gran sonrisa -. Pero apenas tengo treinta años, así que centrémonos sobre todo en la parte de "vivir" – añadió Ben, bromeando.

Ambos rieron, y salieron de la cabaña agarrados de la mano.

***

Los jóvenes subieron a bordo del Halcón milenario, y Rey acercó a Ben una sencilla caja, no muy grande y sin adornos.

-Hagámoslo juntos –le pidió Rey –Este es tu legado, y yo deseo formar parte de él también.

Ben asintió con la cabeza. A continuación, la chica introdujo en el interior del cofrecillo el sable que había pertenecido a Leia, y que ella había conservado desde el enfrentamiento contra Palpatine. Ben había hecho lo mismo con el arma que había pertenecido a su abuelo, y la introdujo también en la caja, depositándola junto a la de su madre. Después, ambos cerraron la tapa.

Rey se sentó en el asiento del copiloto, y le dirigió una atenta mirada a Ben cuando el joven se acercó con emoción a los mandos de la nave de su padre.

-¿Me permites...? –comenzó a preguntar él.

-Todo tuyo –le indicó Rey con un guiño.

Ben rio, y después acarició con reverencia los pequeños dados dorados que colgaban de los mandos de la nave. Tomó asiento en el lugar del piloto, y agarró los mandos, emocionado. <<Lo conseguí, Papá>> pensó.

Rey puso su mano sobre la de Ben, y limpió una lagrimilla rebelde que el chico no había conseguido retener.

-¿Vamos?

-Sí, allá vamos.

Poco después, el Halcón partió de Ahch-To pilotado por Ben y Rey.

***

Los jóvenes recorrieron el camino empedrado en silencio. A ambos lados se alzaban edificios de piedra, adornados con altas columnas y majestuosas cúpulas. Una leve brisa arrastraba la fragancia de flores aún desconocidas para ellos.

Ben sostenía el humilde cofre de madera entre sus grandes manos. Cuando llegaron a su destino, Rey se adelantó unos pasos para abrir la pesada puerta. La sostuvo para que Ben entrara, y después la volvió a cerrar tras ellos, dejándolos a solas y en silencio.

La luz que entraba por una claraboya en lo más alto del techo abovedado bañaba la estancia y a la estatua pétrea que presidía el centro del mausoleo. Los jóvenes contemplaron con solemnidad la inmortal efigie de una joven hermosa, con flores en el pelo, fallecida cuando aún era demasiado joven. Ben acarició levemente el pie de la estatua, analizando cada detalle del retrato fiel que el escultor había conseguido tallar.

-Tu abuela era muy hermosa –dijo Rey en un leve susurro. Ben sonrió, y después se arrodilló depositando la caja en el suelo. Rey le imitó, y colocando sus manos sobre una gran baldosa de mármol que había junto al pedestal de la estatua, la levantó con la Fuerza. La tierra bajo la baldosa era oscura, húmeda y fértil; como todo aquel planeta, donde la vegetación y la vida rezumaban en cada rincón. Su lugar de nacimiento era tan diferente del duro hogar de su infancia, que Rey se sintió tremendamente feliz de que Naboo fuese ahora su hogar.

The rise of Ben SoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora