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Tenía que entregar, otra vez, reportes y reportes de lo sucedido, de mis avances y de cómo creía que sería mas conveniente atacar a la mafia. Pero yo aún no sabía muchas cosas. Resulta agotador.

En las siguientes dos semanas me dediqué febrilmente a aprender sobre la mafia, la seguridad, las estrategias e incluso hasta las personas. Claro, que como plantee al principio, tenía su costo, y no me desagradaba.

Me sentía bien y satisfecho, incluso me olvidaba que era la autoridad... Me sentía parte de la mafia a esas alturas.

Aunado a eso, el siempre solía tomarme dónde le diera la gana, en las oficinas, el baño, los pasillos, los almacenes. Donde fuera... Siempre fuimos cuidadosos a pesar que desde el principio les dejó muy en claro a sus subordinados que yo, prácticamente era de su propiedad. En su momento no me agradaron esas palabras, pero ahora comienzan a cobrar sentido.

En ocasiones no cerraba la puerta, pero sabía que nadie entraría sin antes tocar, nadie más que yo podía hacer eso en toda la organización. Malditas sus manías... Por su maldita culpa todo se arruinó.

Ocurrió rápido, no tuve tiempo de atacar, ni de defenderme. Para cuándo desperté tenía ambas manos atadas y separadas junto con un paño en la boca que me impedía hablar, pero lastimosamente veía todo, negaba con la cabeza. ¡Era el! Su casi mano derecha, con quién me había presentado justo después de llegar.

Se desabrochaba el pantalón mientras apagaba su cigarrillo en la pared, obligándome a permanecer a gatas. Ahora estoy seguro que el era quien nos miraba siempre en la oficina, el olor a tabaco lo delataba, quizá Roy ignoraba su presencia... Pero yo lo percibía.

-¡Quédate quieto, se ha vuelto a salir!-

Intentó adentrarse se nuevo, sentía dolor pero no demasiado, me sostenía fuerte de la cintura. Hubo unos instantes en el que apretaba los ojos, los puños y el paño que tenía entre los dientes para lograr aguantar la incomodidad, teniendo en el pensamiento que estaba traicionando a Roy. Pero, yo no tenía la culpa ¿O si?

Teniendo esos pensamientos en mente dejé correr mis lágrimas con fluidez, soltando quejidos ahogados al compas de las brutas embestidas, fué entonces que lo ví, ¡Nos estaba mirando! Y no hizo nada...

Jean terminó, pero yo tan solo sentía ardor en esa parte, intenté levantarme. Pero no pude, Roy se acercó a mi, aún recuerdo sus hirientes palabras.

-Pensé que sólo eras mi puta. Ahora veo que te dejas con cualquiera que te amarre.-

¿Qué significa eso?

¿Qué demonios está diciendo?

¿El no vió desde el principio?...

Me libró del paño, parecía querer dejarme hablar y yo no desaproveché la oportunidad, intenté explicar lo que había pasado, pero al parecer el no creía, no me estaba tomando en cuenta. Fué entonces que en sus ojos negros ví el fuego de sus celos. Me golpeó en la cabeza con algo realmente duro, al punto de quedar inconsciente unas horas... En esas horas, me limpió, me vistió y me trasladó a la habitación principal, a la más alta de todo el edificio, dónde nadie entraba salvo él y yo.

Desperté por el fuerte olor del alcohol, con un terrible dolor de cabeza, desorientado, confundido y bastante aturdido, entonces lo recordé. Con una opresión en el pecho logré sentarme, me dolía el cuerpo.

-Pensé que te había matado... Que triste que no es así.-

Ahí estaba, su voz calmada, seria y fría. Sentí un escalofrío y me atreví a mirarlo, tallé mis ojos con fuerza ya que comenzaba a sentir escozor y ardor, señal de querer llorar.

The Dark Side.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora