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La estancia en los separos, no era diferente a estar atado en una misión. Mantenían mis manos atadas y separadas para que no pudiese transmutar nada. Sinceramente comienzo a pensar que no es tan malo estar aquí, tampoco espero salir pronto ya que el delito que cometí es ligeramente grave y tardaré unos años en salir.

-¡Roy Mustang escapó!-

¿Cómo que escapó? Ése imbécil no para de hacer cosas imprudentes, siento un poco de curiosidad el saber del tema, pero no debo esperar mucho, sé que vendrán a buscarme después de todo.

-Creo que sabes a lo que vengo Edward.- yo tenía toda la razón, ahora me sentía bien, después de todo ellos me necesitan más en estás situaciones. -Vamos a librarte... Pero en cambio tienes que atrapar al Enemigo... Matarlo si es posible.- ¿Matar? ¿Matar a alguien? Jamás haría tal cosa aunque fuese el coste de salir de prisión.

-No mataré a nadie.-

-No estás en posición de pedir algo. Obedece.-

King tenía razón, no podía argumentar nada, tan solo aceptar lo que me era pedido. Suspiré meditando la respuesta aunque era un certero si. Lo observé del otro lado de la reja y sonreí, ciertamente se sentía bien que aún confiaran en mi para realizar un trabajo.

-Bien, entonces lo tienes que buscar, encontrar, traer toda la información que le puedas sustraer. Finalmente lo tienes que entregar ¿Entendido?-

Tener más trabajo no era tan satisfactorio, sin embargo era emocionante volver a ver a Roy. No había pasado mucho tiempo, pero en esas tres semanas siento que algo no está bien.

¿Qué más podía hacer? Tan solo obedecer, como siempre, los últimos meses de mi vacía vida. Que solo existe por la promesa hacia mi hermano. ¡Maldición! Odio las promesas...

No demoré mucho, soy demasiado inteligente. Desde el principio sabía dónde encontrarlo, tan solo daba pistas erróneas. A pesar de que King cree tener el control sobre mis acciones, no lo sabe. Estoy actuando por mi propia cuenta bajo las mismas reglas impuestas.

Parece imposible.

Pero para mí, nada lo es.


Odiaba el color de ese edificio, ese verde aburrido, descuidado y viejo, algunos cachos de pintura se desprendían con tan solo tocarlo. Era divertido hacerlo hasta dejar un gran hueco en esa parte. Sin embargo no estaba ahí para hacer un trabajo de remodelación. Toqué el anticuado timbre, el que sabía que era de el.

Cualquier criminal inteligente jamás volvería al lugar donde un testigo capturado estuvo. Pero el es estúpido.

-¿Si?-

-Ábreme Roy.-

Parece que se lo pensó un poco, y estoy seguro que se asomó por la ventana. Después la puerta automática se abrió y entré por los pasillos que ya perfectamente conocía.

En el transcurso intenté colocarme una máscara de indiferencia, para no hacer notar tan fácilmente lo que sentía en esos momentos, máscara que se hizo pedazos en cuanto me abrió la puerta.

¡Maldito sea! ¿Cómo pude hacerme sentir tantas cosas si aún no me ha dicho ninguna palabra? Quiero decir algo y romper el silencio. Más mi orgullo no me lo permite, le doy un empujón hacia adentro y cierro la puerta.

Entrando con mucha confianza me acerqué a la ventana y cerré las cortinas aún sin mencionar palabra.

-Edward ¡Perdóname!

¿Perdonarle? ¿De qué? No quiero mirarle.

-Gracias por la horrenda cicatriz.

Mi intento de parecer indiferente se cumple. Él no me dijo otra cosa, se desapareció, como un pequeño niño recién regañado, se refugió en su habitación. ¿No se supone que el niño soy yo?

Estoy aburrido y quiero terminar rápido, siempre he tenido una habilidad de: no mezclar nunca mis sentimientos con cosas como éstas. Más parece ser que esa habilidad, con el; es una debilidad.

Pese haber estado separados un lapso relativamente corto, mis sentimientos se restablecieron y se calmaron. No es la típica historia; No quería ni esperaba ser rescatado por el "gallardo" príncipe. Esas eran puras idioteces.

-No vine aquí para que te quedaras ahí todo el tiempo. Sabes a lo que vengo.-

Debo suponer que sabe a lo que vengo. De él no me puedo esperar mucho, a pesar de que es un gran estratega criminal. Sus puntos débiles ya fueron estudiados por mí.

No esperé, entré sin permiso. Lo encontré sumido en sus pensamientos.

-¿Por qué esa actitud, Edward? ¿Estás molesto conmigo? ¿Fué porque no te ayudé a escapar?-

Di una gran carcajada en su cara.

-No Roy, no te equivoques. No esperaba por ti. Yo no espero a nadie, esos bastardos me esperan a mi. Así que, cómo soy el único no inútil, solo fué cuestión de tiempo para salir condicionalmente. Es mejor que ser un prófugo.-

Roy me miró con un gesto incrédulo, decepcionado quizá. ¡Su maldita cara! Solo yo soy capaz de ponerme caliente con esa cara.

-Sabes a qué vengo y bien. Tan solo les he dado largas. Aún estoy interesado en saber sobre el mundo en el que vives, si se puede llamar vida.-

Ahora me mira, me quiere analizar como de costumbre siempre lo hace, solo que ya he aprendido a evadir esa mirada intimidante.

No hay que ser muy listo para saber que planeo, pero él decide hacerlo y bien. Lo deja todo más fácil.

-¿Ya no me amas?-

-¡Oh por favor! Un sentimiento así, no se va en un mes. Imbécil. Tan solo lo estoy omitiendo por ahora.-

Y eso basta para imprimir una gran sonrisa de satisfacción y Victoria en su rostro. Debí decirle que se pudra. Pero no puedo hacerlo. Pronto se llena de valor y hace lo que he estado anhelando desde que llegué.

Me atrapa entre sus brazos, me estruja, me levanta unos pocos centímetros del suelo y me vuelve a bajar. Finalmente me besa, a un ritmo lento al iniciar, hasta dejarme jadeando y con ganas de más. Cosa que solo él puede hacer. Sin admitirlo, extrañaba tanto su olor, su voz, sus manos tocándome.

No obstante lo detengo en cuanto mete las manos en mi ropa, sin importarme la tremenda erección que tiene ahora.

-Hagamos esto.-

Él me miró con un gesto de: ¿Es en serio?

-Será como un método de intercambio ¿Si?, Tu me enseñas algo referente a tu "trabajo" y yo te dejo hacerme el amor. ¿Entendido? Le llamo intercambio equivalente.-

Él sonríe, parece pensarlo pero al final acepta. Ahora soy una zorra.

-¿Me darías un intercambio adelantado?-

Vuelve a tomarme con fuerza de la cintura.

¡Joder!

¿Cómo acabé montado en el, moviéndome con descontrol, gimiendo fuerte su nombre y temblando cada que sus manos tocaban mi piel?
Se supone que no lo permitiría, aún así logró volver a seducirme. Y no me desagrada.

The Dark Side.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora