Capítulo 12.

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Después de un par de horas de autocompasión decidí contactar con mi única guía en la vida, Maggie. Accedió a venir en cuanto le comenté sobre Dominik, tardó en llegar tan poco que incluso me hizo sospechar que había estado rodeando mi casa a la espera de mi llamada. En cuanto llegó la puse al tanto de todo, incluyendo lo de anoche, ahora estamos en el suelo, tirados y mirando al cielo (más bien el techo de mi habitación) pensando en lo que pasó.

— No entiendo qué paso — me quejé nuevamente. Todo estaba tan bien, ¿qué hice tan mal?

— Tal vez no debiste apresurar así las cosas — sugirió.

Eso tendría sentido, de no ser porque no lo forcé, le hice una propuesta, pero de todos modos no era seria.

— No fue a propósito, es decir lo dije pero no iba en serio solo quería avergonzarlo. Jamás haría algo que él no quisiera — expliqué.

— Bueno, tal vez él debería saberlo — asentí dándole la razón pero luego negué.

— De seguro no querrá verme.

— Tal vez sí.

— ¿Quieres dejar de decir tal vez?.

— No.

Tomé una almohada y grité presionando mi cara contra ella mientras Maggie reía.

La puerta de mi habitación se abrió haciendo que quitara la almohada de mi cara para ver quién había llegado. Saludé a Jeffrey con la mano al verlo en el marco de la puerta.

Jeffrey era el mayordomo, quién básicamente me crío y ha pasado conmigo la mayor parte de mi vida. Es un buen sujeto, algo amargado pero genial.

— Amo Aleksander tiene una llamada — anunció luego de corresponder mi saludo.

Seguramente uno de mis padres acusando al otro.

— Voy. No te atrevas a comerte mis papitas — amenace mientras salía del cuarto.

— Jamás — dijo Maggie con solemnidad.

Rodé los ojos y corrí a contestar el teléfono.

— Aleksander Lumbomirski ¿con quién tengo el placer?— hablé con voz dura.

La línea se mantuvo en silencio un rato, solo respiración del otro lado. Estuve a punto de apuntar creyendo que era una broma cuando alguien habló.

— Soy Dominik — abrí los ojos como platos y me quedé en blanco.

¿Qué carajos debía hacer? Ahora el del silencio era yo y me quedé tonto.

Vamos Aleksander habla, ¡habla!

— Ey... Oye, quería disculparme no quise...

— No, no te disculpes. Reaccioné mal, yo, no lo sé me abrumé, me gustaría hablar contigo — volví a quedarme tonto cuando cortó mis disculpas de golpe para salirme con eso.

Creí que me odiaba. ¿Cómo se le ocurre jugar así con mis sentimientos? Me echa, me grita y luego me llama rechazando mis disculpas y autoculpandose. Tengo miedo.

— Sí, claro. ¿Cuándo? — respondí más por inercia que por consciencia.

— ¿Te parece esta tarde, como a las 3?

— Sí, iré a tu casa — volví a acceder sin creerlo.

— De hecho, estaba pensando en una cafetería, está cerca de la escuela y es muy grande — sugirió.

Una cafetería... Grandioso.

— La he visto — afirmó ya sin saber que decir.

— Bien, entonces nos vemos ahí

— Ahí estaré

— Adiós, entonces

— Adiós.

Colgué la llamada y eché a correr de vuelta a mi habitación, entré como alma que lleva al diablo sin molestarme en reclamarle a Maggie por estarse tragando mis papitas.

— Era él, quiere que nos veamos — solté a bocajarro.

— ¿Hablas en serio? — inquirió.

— No Maggs, era la policía ve por mi abogado — dije sarcástico.

No es momento para preguntas estúpidas.

— ¿Y qué te dijo? — volvió a preguntar después de rodarme los ojos.

— Me propuso vernos en una cafetería, traté de disculparme pero me dijo que había exagerado con su reacción.

— Eso está bien, sí, ve a vestirte — me animó alegre.

Rodé los ojos mirando al reloj, no iba a alistar tan temprano, tampoco estaba así de desesperado.

— Maggie a penas son las 12

— Vives al otro de la ciudad y nervioso no sabes ni como peinarte — acusó.

— Cierto, ayúdame a buscar algo — cedí corriendo hacia mi armario.

Estuvimos un par de horas escarbando entre los rincones de mi armario sin encontrar algo decente que ponerme y sinceramente estuve a punto de solo arreglarme el cabello para salir tal como estaba. A Maggie no le hizo gracia.

— Aleksander, sal del clóset de una vez — exigió Maggie.

Saqué la cabeza como pude desde el armario solo para mirarla divertido por el doble sentido en sus palabras.

— Fácil de decir Maggie, pero allá en Narnia soy el rey de la población gay — presumí muy contento, a pesar de no ser gay.

Porque no lo soy.

Soy una extraña especie de bisexual.

Siendo justos un número 1 en la escala de Kinsey.

— Déjate de payasadas y vístete falta poco para tu cita.

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Y estamos devuelta, yey, feliz año a todos.

Y eso es todo bye.

H.

Breaking In Suicide RoomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora