Diario XVIII.

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Fecha: Octubre.

Tal y como habíamos quedado, Manu me trajo la poca información que pudo recopilar a la mañana siguiente. Yo cuando lo vi, lo noté medio desanimado, pero parecía querer contarme.
Pasando a lo que me dijo, consiguió un poco de información sobre las llamadas del día anterior, que decía que venían de parte de un tal "Francis el Estúpido". Me dijo que, en el poco tiempo en que revisó todo, ambos parecían hablar de mí, o eso entendió, porque este tal Francis parecía interesado en que se acercara a mí. Fue por eso que ahí tomé más consciencia de la llamada que escuché y revisé en mis entradas de Diario. Alabada sea mi inteligencia para anotarlo.

La cuestión fue esa, no había mucho que pudiera sacar, pero igual me di cuenta que estaba inquieto por algo. Sentados en un café, lo miré bien, acariciándole la cara con cuidado, notando que me miraba.

—¿Qué hací'? —me preguntó, frunciendo el ceño.

—¿Te pasa algo? —dije de forma directa—. Te siento... No sé, como que estás acá pero no estás.

No me dijo nada, se había puesto nervioso, pero no entendía por qué. La verdad, el 95% de las veces no entendía qué le pasaba a Manuel, porque el 5% sé que está de mal humor o se puso contento por que lo fui a visitar. Ahora se veía más raro de lo normal, motivo por el cual, obvio, me preocupé.

—¿Te pegó el pelotudo ese? —solté después, frunciendo el ceño—. ¿Te hizo algo? Mirá que le bajo los dientes...

—¿Qué? No —negó con la cabeza repetidas veces—. No, no pasó nada de eso, sólo...

—¿Qué? —interrogué.

—Tú ya sabes, lo de siempre —simplificó, queriéndolo minimizar como siempre—. Sólo me habló mal, me hizo cocinarle y después se fue al baño a vomitar mi comida. Se quedó un rato más, me pidió que le haga un masaje en los pies y después... se fue.

Había algo en ese tono que no me gustaba, yo no soy boludo, me estaba escondiendo otra cosa. No quería ser como la típica novia tóxica, pero, iba a insistirle para que que me diga... Y él mismo lo dijo.

—Antes de irse agarró una de las botellas del mueble y empezó a decirme un par de cosas, me di cuenta que ebrio es... Más suelto —explicó—. Me quiso besar pero lo pateé, fue sólo eso.

Me quedé en blanco cuando escuché aquello último, después de todo, siempre había pensado que el único por quien tenía ojos era la gorda capitalista. Aquello me dejó intrigado, más de lo que debería.

—Así que le gustás —tiré por tirar, pero él asintió.

—Fue súper horrible esa experiencia, no la quiero volver a repetir. —Una sonrisa se dibujó en mis labios, por lo que despeiné un poco sus cabellos, recibiendo su mirada.

—Evitá que tome, en lo posible, cambiá los contenidos de las botellas —sugerí—. O de última escondelas.

Parecía a punto de decirme algo, cuando me miraba a los ojos ponía esa expresión rara, que me hacía preguntar de nuevo si estaba bien. Pero, como no dije nada y medio lo había forzado a hablar antes, entonces, no insistí más.

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