Narración III: Oportunidad.

581 62 20
                                    

Martín se dió cuenta que era más fácil decir "voy a arreglar esto" que hacerlo. Después de su discusión con Manuel terminaron saliendo con el fin de "arreglar todo". Arreglar. Esa palabra significaba juntar muchos pedazos y ponerlo todo en su lugar, pero estaba seguro que en su relación con Manuel no existían siquiera pedazos.
No se conocían, eso lo descubrió cuando se sentaron en la heladería que estaba a la vuelta. Ni siquiera sabía que su helado favorito era el de limón igual que el suyo y eso que habían ido muchas veces al lugar. Pero sus ojos se posaron únicamente en Sebastián.

—Bueno —habló primero el castaño. Llevaban mucho rato en completo silencio, por lo que se asustó un poco con su voz. —, ¿por qué no... Intentamos algo simple?

—¿Como qué? —preguntó desconfiado. El chileno suspiró.

—Por ejemplo, que dejes de ser tan cortante conmigo. Somos amigos ahora, no enemigos —recordó.

—No somos amigos... No sé nada de vos —añadió para no sonar tan seco. Estaba totalmente seguro que eso iba a ser difícil.

—¿Qué querí' saber de mí? —cuestionó mientras le daba una cucharada a su helado.

Se quedó pensando. Se daba cuenta que no era un especialista en hablar con las personas después de estar mucho tiempo encerrado en su mundo. Recordaba que antes bastaban dos palabras y podía tener una conversación fácil con cualquier persona. Antes.

—No sé... Mirá, estás complicando todo —soltó. Notó en los labios del contrario una sonrisa dejarse ver. —. ¿Qué te parece divertido?

—Es que tú... Ah, olvídalo. Mejor empecemos por ti, ¿te parece bien? —asintió lentamente. —. Amhh... De ti sé que te gustan las ciencias, las fiestas y el fútbol, ¿es así?

—Me gustan las ciencias astrológicas, las fiestas ya no tanto, dejé de salir y... Sí, el fútbol —asintió. —. No sé cómo hacés para saber eso, si te digo la verdad es que no me acuerdo de nada tuyo. —Manuel se rió.

—Casi no hablamos, es eso.

Quiso añadir «Vivías para Sebastián. » pero prefirió guardarlo en su mente. Martín estaba cambiado, pese a que había acertado en las dos de las tres cosas que se acordaba. Cosas que, si no fuera por Sebastián, quizá nunca hubiera dicho. Verlo tan serio era raro, siendo un muchacho de fácil conversación y "vieja de barrio" tranquilamente. Sonrió para sí pensando en la vez que Sebas lo había agendado así.
Para la suerte de ambos la conversación no cayó, al menos no del todo. A Martín le gustaba más charlar en persona que por medio de un teléfono, puesto que no podía ver a la otra persona, dato que guardó para sí mismo. En poco tiempo, al menos eso pareció, el rubio comprendió que, después de todo, el supuesto traidor no era tan malo, pero internamente algo insistía en que no le creyera absolutamente nada.

—Y por eso la Tiare está enojada conmigo —terminó de contar riendo levemente el castaño mientras jugueteaba con su cuchara del helado nervioso. Necesitaba despejar su mente para no empezar a tartamudear.

—¿Sólo por eso? Al menos no es tan patética como Victoria —explicó medio desinteresado, pero en sus labios se vió reflejada una sonrisa. Miró la hora de su celular. —. Uh, la puta, me tengo que ir.

—¿Ya? —El castaño también miró su reloj, solamente que el de su muñeca.

—Sí, dije que iba a hacer un trabajo. Van a pensar cosas raras si no voy ahora a casa, qué sé yo —se excusó.

—Bien —asintió. —. Entonces voy para casa.

El otro asintió, despidiéndose vagamente con la mano y "huyendo" notoriamente.

El Diario. [ArgChi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora