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Cuando la vida no había sido totalmente justa para mí y el repudio de la gente llegaba a herirme de mil maneras, pensé que no existiría una escapatoria para mi adolorido corazón, pues todo lo que podía ver delante era odio y oscuridad. Mis ojos, de un intenso color rojo, solo podían apreciar las figuras incoherentes que la misma espesura negra me otorgaba, pero, entre todo ese mar de gente sin rostro que vigilaba desde la lejanía, solo una cabellera castaña inquieta y uniforme pudo llevarme a conocer el calor del sol que tanto daño me hacía, solo aquellos ojos color miel que describían miles de galaxias efímeras y desconocidas pudieron lograr calmar mi anhelante falta de amor.

Solamente debía observarte unos segundos para saber que mi día iba a cambiar completamente y se iba a tornar de un color casi inexistente en mi vida, como si todos los colores vivos se reunieran en un solo punto y te rodearan para que todo lo demás adaptara tu bondad y el calor de tu corazón.

Y aun cuando me estoy consumiendo en los dolorosos e hirientes recuerdos, no puedo dejar de pensar en la primera vez que te observé, en aquel jardín de rosas negras que tanto adorabas observar y del cual hurtabas las flores más bonitas y las usabas para sobrevivir.

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, Liam. Porque no existió un día más hermoso y colorido que aquel y no existirá otro igual porque tú ya no estás.

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El eco de mis propios pasos resonó por todo el castillo, la única compañía que se mantenía fielmente a mi lado era el astro nocturno que resplandecía para todos en el pueblo y que, en un acto de consideración y misericordia, no se olvidaba de mí. Observando al pasado, solo podía arrepentirme de pocas acciones, no tenía tiempo para meditar en la razón de mis decisiones infortunas o el camino equívoco que tomé cuando me sentía colérico conmigo mismo. El odio de la gente tras los muros de mi castillo era algo sumamente justificado, pues mi sed de sangre no se había detenido hasta que pudo llevarse a docenas de personas dentro de aquella civilización.

Mi nombre nunca era mencionado en aquel lugar, decían que era un demonio, el cual siempre estaría dispuesto a terminar con la poca paz que habían logrado reunir después de guerras incesantes y disputas civiles.

— ¿Valió la pena haberme dado la vida eterna cuando solo iba a obtener odio y soledad? ¿Lo valía, hermano?

Mi vista se movilizó hacia el gran cuadro que reinaba en el centro del salón. Un hombre de cabello castaño y porte distinguido, quien llevaba una túnica negra, un sombrero oscuro y la piel pálida, se mantenía como el único dueño indiscutible de ese lugar, dejándome en segundo plano y con el amargo recuerdo de que solo aquello era lo único que quedaba: su retrato.

— Ha sido un duro recorrido desde aquel día, pero he logrado mantenerme vivo un tiempo más. Me gustaría saber si eres feliz en aquel limbo o volviste a vagar solo. ¿Fue buena idea entregar tu vida inmortal a cambio del amor de un humano?

La historia de mi hermano se resumía en dolor y miseria, donde un amor prohibido terminó con la poca alegría que albergaba su corazón después de haberse convertido en aquel monstruo que todos repudiaban y temían. Niall siempre fue un pilar dentro de mi vida, el único que podía mantenerme flotando en aquel mar de rechazos e inseguridades para hacerme sentir como si pudiera lograr todo lo que me proponía, sin embargo, el amor, cuyo final siempre resultaba trágico, logró arrebatármelo por completo, dejándome en esta soledad insípida y lúgubre.

— Siempre odié la idea del amor después de lo ocurrido contigo, pero no sé porque tengo estas ansias de sentirlo por única vez, de saber que tan corrosivo y bello es amar a una persona sin esperar más que amor a cambio.

"El amor es un sentimiento inexplicablemente extraño. Puede ser el sentimiento que te destruya por completo, pero también puede ser el único que puede salvarte."

"¿Salvarte de qué? "

"De la soledad y del odio hacia ti mismo."

En ese momento no comprendía hasta qué grado de magnitud te odiabas a ti mismo y cuanto necesitabas una salvación, tal vez fue ese mismo sentimiento de dolor y auto daño infringido el que te llevó a salir de nuestros muros y aventurarte por los caminos hacia el pueblo, donde no solo conocerías el odio infringido hacia nosotros, sino también, al único hombre que logró hacer latir tu inexistente corazón.

— No he vuelto a verlo después de aquel día — pronuncié — algunos dicen que fue asesinado por los mismos pobladores al enterarse que se había entregado a ti voluntariamente. Otros rumores dicen que se suicidó después de verte morir en la hoguera, sea como sea la verdad tras ese infortunio, Shawn murió y se llevó con él la única promesa que te hizo antes de verte morir.

La mirada apagada de aquel muchacho siguió en mis pensamientos días después de enterarme de tu muerte. La única promesa que realizó cuando se despidió de ti no fue capaz de cumplirla. Solo debía vivir y olvidarse de haberte amado, pero no lo hizo. Desapareció por completo de este mundo y, tal vez, decidió seguirte sin posibilidad de retorno. Era este hecho el que me embargaba por completo, eran las decisiones ajenas las que lograban aumentar mi curiosidad por ese sentimiento, pues no recordaba haber sentido algo tan grande como aquel amor.

Mi vista volvió hacia el ventanal, las flores dentro de mi jardín lograban compensar todo aquel martirio y sufrimiento infinito por el cual pasaba cada vez que me internaba en mi propia nostalgia, aquel rosal que contenía mis lágrimas y dolor me saludaban con cinismo, al saber que nunca dejarían de tener un lugar en mi vida, recordándome lo miserable que era.

Y entre tanta oscuridad te vi.

Una cabellera castaña danzante contra el viento, la cual se movía con sigilo sobre aquel mar de negrura y aromas poco gratificantes, ocupó todo mi campo de visión. El cuerpo pequeño y elegante de un joven se materializó como un dulce rayo de sol que apenas podía observar cada mañana antes de alejarme por completo para no desaparecer en cenizas.

Vestido de manera simple, con unos pantalones desgastados, una camisa blanca, un chaleco con unos cuantos botones y unos zapatos que pronto dejarían de ser útiles, entraste a mi vida.

Tus pasos eran sigilosos y bien calculados, tus manos se movían con delicadeza y acariciaban los pétalos como si estuvieses acariciando la tela más fina del mundo, tu nariz se mantenía olisqueando el aroma recientemente perfumado de cada una de ellas. Te vi tomar un par de ellas y sin importar si las espinas te dañaban, las arrebataste de sus raíces y las colocaste dentro del cesto que habías dejado en el suelo minutos antes. Una sonrisa se plasmó en tus labios y secaste el sudor de tu frente antes de seguir con tu labor.

Recuerdo el número de rosas que te llevaste.

Ocho.

Ocho rosas que significaban ocho momentos tristes dentro de mi vida.

Cada una de ellas significaba un recuerdo doloroso y aun así, decidiste llevártelas.

Escalaste las puertas de fierro del castillo y miraste hacia atrás para cerciorarte que nadie te haya visto. Me oculté en la oscuridad y solo volví a verte cuando te alejabas a paso apresurado. En ese momento debía sentirme ofendido y enojado por haber sido robado, pero no fue así. Me sentí aliviado y casi contento, pues habías robado parte de mi dolor y te lo habías llevado.

Pensé que aquella sería la única vez que lograría verte, pero le pedí al destino, el cual solo se había encargado de lastimarme, poder verte una vez más y comprobar que eras real y no una imaginación mía. Tu cabellera dejó de ser visible para mí minutos después y respire tranquilo cuando vi que te perdías en el camino que daba directo al pueblo, porque sabía que al menos allí estarías a salvo.

Pensé que si volvías podía encontrar un amigo y una compañía.

Pero, no pensé en la posibilidad de que, tal vez, eras aquel deseo incumplido y silencioso que tenía. Que eras la persona correcta para mí, la que iba a regalarme momentos felices y tristes, al igual que mi hermano.

No creí que eras mi casualidad y mi destino.

Mi dulce serendipia.

Mi único amor. 

The truth untoldWhere stories live. Discover now