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Mientras mi cuerpo se hallaba suspendido en aquella laguna espesa y negra, me mantuve firme en mis pensamientos y decisiones, observando el triste final de la persona que había adorado toda mi vida. Ninguno merecía el cielo o el infierno, ninguno merecía sentir la dicha que encontrarse salvado, porque ambos habíamos cometido errores.

Yo me había convertido en un vampiro, condenando mi alma.

Y mi hermoso Shawn había cometido uno de los peores pecados: el suicidio.

— Ha sido un largo recorrido, pero he podido llegar a ti una vez más.

Giré mi cuerpo y me aferré a la idea de que sin importar lo imposible que pareciera, él se hallaba junto a mí. Observé su sonrisa y su cuerpo esbelto, vino hacia mí con la misma elegancia y rapidez con que había llegado a mi vida tiempo atrás.

— No debiste hacerlo. — Dije con tono de reproche, aun cuando ya había envuelto su cuerpo contra el mío. — No debiste morir por mí.

— No encontraba ninguna razón más para seguir allí. —Sus manos fueron directamente a mi rostro, secando las pequeñas lágrimas que iban corriendo por mis mejillas. — Dijiste que te olvidara, pero nunca pude hacerlo. No quería seguir viviendo sabiendo que te había perdido para siempre.

— En este mundo no existe un final, vagaras toda la eternidad en la oscuridad.

— Si es contigo, puedo aceptar cualquier reto.

Shawn era alguien demasiado testarudo y sabía que no era capaz de contradecir sus palabras. En parte, fue aquella característica la que logró cautivarme la primera vez que lo vi.

— No era lo que había pensado para nosotros, pero, al menos, nos mantendremos una eternidad juntos.

— Te amo.

— Te amo, Shawn.

Un último abrazo fue lo único que obtuvimos antes de caminar por aquel sendero inmenso e infinito que representaba el limbo. A pesar de no ser el destino que deseaba para ambos, mientras lo tuviera conmigo, nada importaba. Porque él era lo único que necesitaba.

Observé hacia las afueras del castillo, sintiendo aquella soledad inicial que tanto había intentado evitar desde que conocí a Liam. Mis manos tomaron la única rosa azul que floreció en mi jardín y lo llevé hacia mi nariz para aspirar la dulce fragancia del pequeño joven castaño. Mis lágrimas no tardaron en descender y apretar la flor con más vehemencia, sintiendo las espinas perforar mi piel.

— Eres feliz ahora, ¿verdad?

Liam cumplió con lo que había pedido aquella noche y no regresó al castillo.

Una semana había transcurrido desde aquello y no hacía más que hundirme cada vez más y más en la tristeza. Volví a sentir aquel frío solitario del principio, volví a mirar hacia mi castillo y aborrecer la cruda realidad que me aguardaba, odiaba no tener a Liam en mis brazos cada noche y no poder observar sus finos rasgos mientras dormía. Pero, sobre todo, odiaba pensar en que aquello era lo único que podía hacer para salvarlo.

Me quedé en la misma posición por varios minutos, no tenía nada más para hacer aquel día, solo luchar contra el mal presentimiento que acarreaba en mi pecho y el amargo sabor de boca que habían dejado los comentarios de los pobladores aquella tarde.

— Le tenderán una trampa esta noche, — recordé lo que dijo uno de los hombres que iba regresando al pueblo — dicen que ha vuelto a repetir sus errores, ellos no dudarán en castigarlo.

The truth untoldWhere stories live. Discover now