Capítulo 8

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Mirando a través de la ventana del auto de mi mamá, toda la gente que iba llegando a la escuela caminaban como zombies a una hora tan temprana. En cambio, yo tenía los ojos tan abiertos y apretaba el brazo del asiento. No quería entrar a la escuela.

—¿En verdad es necesario después de lo que pasó? —pregunté sin voltear a ver a mi mamá. Tan solo sentí una mano en mi cabeza y sabía que estaba preocupada por mí. Pero de todas formas me obligó a ir a la escuela.

—Ya faltaste una vez. Además, ahora no tienes una excusa para faltar.

—Podrías hablar y decir que alguna de mis tías tuvo un accidente y tuvimos que ir —dije ahora mirándola con una sonrisa intentando convencerla, aunque sólo rodó los ojos y se acercó para despedirse de beso.

—Quizás cuando salgas podrás ir a ver a Jared —dijo intentando tranquilizarme, pero igual no servía. Cerré la puerta al bajar y caminé de reversa viendo hacia el auto.

—Hoy me voy a quedar a detención. —Pensé que le estaría recordando, pero por su mirada tal parecía que no le había dicho. Me lanzó una mirada fulminante y negó con la cabeza en lo que empezó a irse.

A diferencia de como se muestra en televisión, el ambiente de la escuela no es como de aquella en la que la gente se queda en silencio una vez que pasas por ahí. Algo que sí tenía sentido era que la gente te miraba. Y te miraban bastante.

Era demasiado molesto ya que se podía sentir que la gente se volteaba una vez que veías en su dirección o cómo giraban sus cabezas lentamente para intentar mirar discretamente con la orilla del ojo, pero era demasiado obvio su movimiento.

Caminé lo más rápido posible hacia el edificio obviamente sintiendo todavía las miradas. Aunque además de eso, algunas personas me saludaron, incluso me decían que se alegraban de que estuviera bien. Me hacía sentir algo incómodo que hicieran eso pero era mejor que tan sólo quedarse viendo.

Sin detenerme con nadie ni para nadie llegué a mi casillero a dejar las libretas de la tarea de Malus (que esperaba que no quisiera matarme). Salté a la primera clase que tuve, biología, la cuál fue muy aburrida. Y más porque ahí no tenía a nadie con quién hablar. Eso sí, varias personas se me quedaron viendo antes de que empezara la clase.

El resto de las clases antes del primer receso fueron igual de aburridas que siempre. Al empezar el receso (que en realidad era la hora de estudio), decidí irme a la cafetería y comer algo. Como en el día anterior, me senté solo. Pero de alguna extraña manera, volvió a aparecer la misma chica del día anterior.

—Disculpa, pensé que podía sentarme —dijo ya que probablemente la estaba haciendo una mirada fea. Me disculpé y permití que se sentara.

—¿Tu también quieres decirme algo? —le pregunté sin siquiera mirarla. Sabía que quería decir algo al respecto, lo mejor era que lo sacara de una vez.

—Espero que encuentren al culpable —dijo ella con sinceridad. Yo solo levanté la mirada de mi plato—. No me parece nada bueno que les hayan hecho eso y más que los estén culpando. ¡Es obvio que no fueron ustedes!

Sus palabras me hicieron sentir mejor. Ahora entendía un poco todo, la mayoría de la gente nos creía inocentes, por eso tanta simpatía del mundo. Igual estaban los estúpidos que se burlaban, pero me di cuenta de que había personas que sí se preocupaban de verdad. Le di las gracias por sus palabras.

—Nosotros los apoyamos. Me llamo Caitlyn, por cierto.

Ella empezó a preguntarme sobre como estaba Jared y si regresaría pronto. Yo mientras la ponía al tanto de la situación, noté que mucha gente empezó a mirar en mi dirección. Algunos gritaron con sorpresa y emoción, pero todos miraban sus celulares. Caitlyn también se dio cuenta de ello, pero ninguno de los dos sabíamos lo que pasaba.

La Espada de Oro (Elegidos #1) (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora