Capítulo 10

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 ¿Cómo es que no vi venir esto? Aquel hombre en la cafetería me había insistido demasiado. Su rostro se me había hecho muy conocido. ¿Siempre era yo así de despistado?

Estaba temblando. Salí corriendo de ese lugar sin saber a dónde ir. Con la respiración agitada, recorrí las calles oscuras como por cinco minutos, dando vuelta en quién sabe qué lugar en caso de que me estuviera siguiendo. Ni sabía ni quería saber, solo seguía corriendo para perderlo.

Me detuve en un callejón entre una panadería y un local de electrónicos intentando recuperar el aliento. Dentro de él, no pude distinguir ni una figura que incluso imaginé que Arthur podía salir de ahí y como una bestia atraparme entre sus garras. Debía de moverme pronto. ¿Pero a dónde?

En la mañana Jared había dicho que faltaba que una persona me siguiera para que entonces ocurriera lo que fuera que ocurrir. Y esa misma noche el único que faltaba se aparecía frente a mí. No sabía qué cosas tenía planeadas hacer, pero sí sabía que estar ahí era peligroso y más a oscuras. Tenía que estar atento a cualquier persona que se me acercara. ¿Y si no solo era Arthur sino todos los demás?

Empecé a sentir que las paredes del callejón se estaban cerrando. Sentía que estaba justo en medio de una trampa y en cualquier momento alguien iba a salir a tomarme por detrás. Salí corriendo hacia la derecha mientras buscaba un lugar en donde esconderme. Por donde iba había edificios abiertos con una buena cantidad de personas adentro, pero no podía arriesgarme a estar en un lugar con gente desconocida. Fácil ese grupo de Elegidos podían engañar a todos pensando que éramos parientes y jamás volvería a ver esa ciudad.

Mi corazón se volvía loco dentro de mi pecho, casi saliéndose por la garganta, pero no podía parar de correr. No me atrevía a voltearme en ningún segundo. No me detenía siquiera para cruzar las calles, a lo que un auto casi no alcanzaba a verme y se detuvo a tiempo haciendo sonar el claxon. ¿Dónde estaba ese hombre que me había ya atropellado antes cuando se le necesitaba?

No veía posible ir a la casa. También podían atacar a mi familia, aprovechar y llevarse a todos. No debía ponerlos en peligro. O podía ir, decir la verdad y convencerlos de escapar de la ciudad en auto. ¿Estaba exagerando? Tal vez. Pero luego recordaba lo que le habían hecho a ese pobre hombre en la camioneta y no dudaba de mi desesperación.

Después de lo que parecieron otros cinco minutos de andar avanzando, a lo lejos pude ver que en la casa en lo bajo de una colina había mucho ruido. Chequé las calles en las que me encontraba y recordé que en la tarde Caitlyn me había mandado la dirección de la fiesta. Y era ahí en donde me encontraba. Quizá si estaba entre mucha gente y rodeado de al menos gente que conocía mi rostro, no sería tan peligroso. Al menos, mi familia no estaría en peligro.

Al acercarme jadeante a la entrada, algunos chicos me borraron sus sonrisas y decidieron ignorarme. Yo no supe si acercarme a ellos y platicar o perderme en la multitud dentro de la casa. Ni siquiera sabía si Caitlyn estaba ahí, pero decidí desaparecerme dentro.

La música en casa estaba muy fuerte, tanto que mis latidos desaparecieron con el retumbar del sonido. En el recibidor fui bienvenido por varias personas, algunos de ellos empezaron a gritar mi nombre diciendo que estaban felices de verme ahí, ¿pero por qué? Ni siquiera me conocían antes de lo de Gerard. Y ahora los estaba exponiendo a un algo desconocido.

Me asusté un momento porque entre la multitud vi que algo se escabullía hacia mí y como el lugar estaba un tanto oscuro no distinguí que era una persona hasta que descubrí la melena castaña de Caitlyn.

—Escuché que gritaban tu nombre. —Ella tuvo que acercarse a mi oído para poder entenderle—. ¿Venías corriendo? Se nota que estás sudado.

La Espada de Oro (Elegidos #1) (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora