I think we're exactly where we're supposed to be, well we're ho ho hoping that.

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I think we're exactly where we're supposed to be, well we are ho ho hoping that

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La víspera de Navidad es un martirio para todo el mundo. Aunque casi nadie quiera aceptarlo por temor a arruinar la magia de la celebración. Y por los niños, claro.

Las calles repletas de gente, la histeria colectiva, los coloridos anuncios en todas partes, las casas decoradas con exageración, villancicos sonando en cada tienda, nieve que no para de caer... ¡Vaya! Era demasiado solo para una noche. Pero lo peor eran los supermercados y sus interminables filas. La desesperación e impaciencia inundaban a cada persona ahí parada y no era para menos pues la mayoría dejaba las compras para última hora y, claro está, esa era una pésima idea.

Entonces, sumidas en la desesperación, las personas buscan ganar tiempo o aprovecharse de otras personas más despistadas; justamente eso fue lo que le ocurrió al joven azabache que esperaba con una botella de champaña y dos barras de chocolate en una de esas infinitas filas. Un hombre con tatuajes y de baja estatura se escabulló en la fila cuando el de ojos oscuros se alejó un poco para ver más de cerca los productos en el mostrador de enfrente. Cuando se dio vuelta porque nada había llamado su atención lo suficiente como para llevarlo a casa, encontró a un hombre con una media sonrisa en su lugar. Frunció el ceño ligeramente y ladeó la cabeza.

—Disculpe, yo estaba... —Logró balbucear antes de que el hombre lo interrumpiera. A pesar de su estatura era intimidante, con aquellos tatuajes, esos ojos verdes y su vestimenta negra.

—¿Tú qué?

—Yo... Uh... Estaba ahí. —Trató de nuevo.

—¿En serio?

El chico asintió con lentitud.

—No lo creo. —Y luego de unos segundos añadió—: Ve a hacer tu fila, amigo.

—¿Qué? ¡No! Yo estaba aquí. Ese era mi lugar.

—¿Me estás diciendo mentiroso?

Abrió la boca pero nada salió.

—Pero yo... Sí. —Dudó un instante antes de responder, la verdad era que si no estuviera tan desesperado por llegar a casa no buscaría problemas y menos con un tipo como ese.

—Oye. —Se escuchó una tercera voz—. Ese era su lugar, muévete de ahí.

Brendon miró al hombre que había hablado detrás de ellos, tuvo que alzar la cabeza para ver su rostro pues era muy alto. Sus fascinantes ojos azules miraban, desafiantes, al ojiverde delante de él.

—Vete antes de que llame a seguridad. —Frank soltó un bufido y se alejó de allí no sin antes empujar al azabache que observaba la escena, boquiabierto.

Pudo farfullar un gracias mientras regresaba a su lugar, también se sentía intimidado por la altura del ojiazul.

¡Genial, Brendon! Te asustan los enanos y los gigantes.

—De nada —respondió el castaño con una sonrisa y decidió decir algo más para no crear un incómodo silencio—. Todos se vuelven locos a fin de año.

—Sí —contestó el azabache, no quería sonar tan cortante pero qué más podría decir—. Eso es mucho Dr Pepper —soltó observando las dos cajas que llevaba el más alto entre sus brazos, antes de decir otra cosa avanzaron más hacia la caja, ya casi era su turno.

—Nunca es mucho Dr Pepper —dijo riendo.

—Tal vez...

—No, nunca es demasiado —recalcó frunciendo las cejas. Brendon asintió con una sonrisa divertida—. Y ese es muy poco chocolate.

Oh, what a sight |Brallon/Peterick/Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora