Para una adolescente nacida en los 1800 la vida era complicada. Desde muy pequeña la habían enseñado a reservarse su opinión con respecto al noventa porciento de los temas. Ella en ocasiones deseaba comentar en medio de las reuniones, pero guardar silencio parecía la decisión más segura. Lo mismo había ocurrido cuando comenzó a ser cortejada por Jack Spheer.
El hombre de oscura barba y perfecto cabello oscuro era quien dirigía la conversación durante horas mientras ella asentía y escuchaba. Usualmente se sentaban en la sala, con su cuidadora Elvira a la izquierda del sofá. Su madre le había explicado que era muy mal visto que una señorita estuviese sola con un caballero antes del matrimonio. Ella entendía, y en el interior, la sola idea de estar a solas con él, tampoco la emocionaba.
Jack hablaba de política. Este era su tema favorito. A la pelinegra la llenaba de aburrimiento escucharlo escupir información con respecto a la cual ella no podía hacer nada. ¿Podía votar ella? Por supuesto que no. ¿Entonces para que él le contaba las mismas historias una y otra vez? Pero las reuniones podían llegar a ser mucho más incómodas y horribles. Él podía instarle a escurrirse del cuidado de Elvira.
La ojiverde debía fingir que disfrutaba su compañía. Después de todo, se suponía que estaban, ambos, interesados en el matrimonio. Su madre le había reunido la noche antes de que supiese del compromiso para dejarle saber los acuerdos. La charla había durado el tiempo suficiente para que la pelinegra tuviese que bañarse lo más rápido posible para dormir a la hora indicada. El resumen de la larga conversación era: tu sonríe y figue que estas enamorada porque una unión con la familia Spheer es ideal para el bienestar de todos.
El cumplimiento de esa ordenanza llevaba a la pelinegra a sujetar la mano de Jack y seguirlo a donde él desease. Spheer no era muy creativo; solía arrastrarle siempre hasta las caballerizas. Su risa llenaba el aire, y ella sonreía; era solo en esos momentos donde su sonrisa era genuina. Llevarle la contraria a sus padres, e intentar revelarse, aunque fuese momentáneamente, era un motivo para sonreír. Pero la emoción era breve, porque pronto su cuerpo estaba siendo aprisionado contra la pared de madera.
Los besos de Jack eran una de esas experiencias que le resultaban ambiguas. Él no era un experto en la materia, pero tampoco lo era la pelinegra. La ojiverde intentaba cerrar los ojos e imaginar que estaba en una extraña sección de lavado bucal. Solo que el cepillo de dientes estaba intentando llegar a su laringe. Él nunca intentó ir más allá de los besos, mostraba cierto grado de respeto. O eso pensaba ella.
Las secciones, incómodas, de besos duraban unos diez minutos. Siempre terminaban cuando la ojiverde sentía algo duro contra su bajo vientre. La primera vez había dado un salto espantada y Jack había enrojecido pidiendo una y mil disculpas. Ella imaginó lo que había ocurrido, después de todo era joven y había escuchado conversaciones entre su círculo de amistades menos "decentes."
-Es inevitable...eres tan preciosa...tu cuerpo es tan lindo. Tu boca. Ese corset acentúa tan bien tu...tu cintura.- había explicado él la tercera vez que ocurrió.
La pelinegra en realidad había comenzado a odiar las citas con Jack. Odiaba aquel intercambio excesivo de saliva y odiaba los comentarios que cada vez eran mas indecentes para su disgusto. La ojiverde no sabía si sus palabras se debían a que su boda estaba próxima o a que Jack le tenía más confianza.
-No sabes las cosas que planeo hacer con esa erección cuando seas mi esposa, Kieran.- le había dicho tres días antes de la boda.
Ella no quería ni saberlo ni imaginarlo.
La pelinegra, cada vez que recordaba esos días en los cuales estuvo bajo el mando de otra persona, se preguntaba si realmente algo había cambiado a lo largo de las décadas. Si bien es cierto no era la misma mujer. Ella había sido debil la mayor parte de su vida. Pero luego del ataque en el bosque las cosas comenzaron a cambiar. En un principio todo le resultaba extraño y horrible. Desde el deseo, casi obsesión, por enterrar sus colmillos en un cuello hasta su nueva familia.
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Instintos: Bloodlust
VampireKara Danvers llega a National City con dos propósitos. Conseguir el trabajo ideal y apoyar a su hermana en su decisión de ser madre. Todo parece desarrollarse de forma perfecta hasta que llega esa noche. La noche en la cual fue mordida por una ¿vamp...