Al siguiente día

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Capítulo 8
Al siguiente día

La noche caía presurosa en días como esos. Con el invierno abriéndose paso entre las estaciones, implantando un nuevo ritmo y orden. Los lobos, escondidos entre los árboles, aullaban de forma escalofriante. La temperatura bajaba cada vez más y más. Si ella fuese humana, ya estuviese a punto de morir a causa de una hipotermia. Pero no lo era, y el frío no afectaba en lo más mínimo su cuerpo. La noche seguía haciendo su teatral entrada, y mientras, ella se cruzaba de brazos apoyada en el umbral de la puerta de la cabaña donde habia dormido las últimas noches.

Estaba vistiendo unos jeans oscuros, desgastados y rotos en varias zonas. Una blusa roja, movida por el frío viento, cubría su pálido torso. Su cabello, rubio y ondulado en esos momentos, era movido de un lado a otro a medida que la noche se hacía más profunda. Se cruzó de brazos, acariciando su piel pálida, como hubiese hecho para entrar en calor si aún quedase algo de humanidad en ella. Muchas veces había deseado no haber huido a aquel bosque, haber permanecido en su habitación y enfrentar su noche de bodas en silencio. Luego lo pensaba mejor y decidía que la oscura eterna, llena de placeres pecaminosos y lujuria, no era tan mala. La vida se volvía pesada cuando su mente le recordaba que habían muchas cosas que no podría tener.

Sus ojos, transformados por la sed, su esclerótica pasaba a ser negra y sus irises rojos con un pupilas negras. Su mirada estaba perdida en el bosque. Tomó la copa que había dejado en la mesa junto a la puerta. Volvió a su antigua posición, con la copa en su mano y dando continuos y largos tragos para calmar su sed. A lo lejos escuchó de nuevo los aullidos que no le permitían conciliar el descanso. La cabaña había parecido una buena idea hace dos semanas, pero el bosque estaba acabando con su paciencia. Sus desarrollados sentidos le permitían escuchar cosas que hubiese preferido no oír. Deseaba tanto no oír, perder ese sentido. Quizás una década fuese tiempo suficiente para reponerse.

Estaba meditando en la idea de fumar algún cigarro, solo por el placer de hacer algo considerado dañino, cuando escuchó el sonido de un corazón latiendo de prisa. Conocía a la perfección los latidos de los lobos; aquel sonido no pertenecía a ellos. Era un thump thump desesperado y errático. Todo su cuerpo se tensó; dejó la bebida a un lado. Instintivamente dio varios pasos hacia el bosque, se detuvo al pensar que quizás la persona estaría mejor sin la protección de un ser como ella. El sonido de aquel corazón seguía tentándola como la primera vez que bebió de alguien. Una lujuria latente que año tras año intentaba ignorar.

Escuchó los aullidos haciéndose cada vez más cercanos. Casi podía oír el sonido de las patas de esos animales persiguiendo a aquella persona. Lamiendo sus labios se apresuró hacia los extensos árboles. Estaba oscuro y la noche olía a madera y humedad. A tierra húmeda manchada con sangre. A desesperación y angustia. Estaba dejándose llevar por sus sentidos, pendiente al latido rápido de aquel desbocado corazón. El pleito estaba ocurriendo en lo profundo del bosque. Sus rapidos movimentos la llevaron hasta un claro.

Se detuvo de golpe. Sus ojos, ahora negros como dos trozos del mismo cielo, estaban dilatados. Sus fosas nasales se inflaron rápidamente al capturar más de aquel aroma. Olía fuerte y embriagante, como un vino viejo que deseas degustar lentamente. Observó los alrededores buscándole. Se sorprendió al ver que se trataba de una niña. Su cuerpo, pequeño y frágil, estaba acurrucado justo a la orilla del claro. Estaba desnuda, una piel ligeramente pintada por el sol. Aún con la distancia entre ellas, la vampira era capaz de notar el cabello rubia ensuciado por el barro y la tierra.

Se acercó de prisa, el corazón comenzaba a latir cada vez más lento. La idea de que aquella pequeña muriese sin que ella siquiera tuviese la oportunidad de intentar salvarle le espantó. Se arrodilló junto a ella, escuchando a lo lejos el ruido de los lobos que parecían buscarla. La niña tenía una herida en el costado izquierdo, era profunda y estaba sucia. Lena pensó que podría contaminarse si no se trataba inmediatamente. Al tomarla en sus brazos, pensó que era demasiado pequeña para morir de aquella forma tan horrible.

Instintos: BloodlustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora