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—¡Tú!
Youngjae cerró los ojos y respiró profundo, resignado, porque sabía que aquella voz aguda que conocía muy bien sólo podía estar dirigiéndose a él. Y también sabía que tendría que contarle algo sí o sí, incluso si inventaba sobre la marcha, porque Bambam no lo dejaría en paz hasta no tener todos los detalles debido a que era demasiado persistente. De modo que no tuvo más remedio que detenerse justo donde estaba, a unos pocos pasos de la puerta del aula de clase, y esperar pacientemente a que el platinado lo alcanzara. A los pocos segundos Bambam ya se encontraba frente a él y su saludo consistió en sonreír sugestivamente, darle un codazo, guiñarle un ojo y finalmente formar un círculo con el índice y el pulgar de una mano para atravesarlo con el índice de la otra mientras hacía una mueca que a Youngjae le resultó en extremo desagradable.

—Eres asqueroso —se quejó—. ¿Cómo es que somos amigos?

—Sí, sí, encantador —balbuceó Bambam sin siquiera prestarle atención—. Cuéntame todo, anda.

—¡Qué chismoso que eres! —Volvió a quejarse—. ¿Qué quieres que te cuente?

—¡Todo! —Exclamó el menor, abarcando el aire alrededor con los brazos—. ¡Lo viste, te fuiste con él! ¡Tu cuñado! ¡Claro que es prohibido si se acuesta con tu hermana!

—Habla con más respeto de ella, mocoso horrible —reclamó, fulminándolo con la mirada—. Sólo me llevó a su casa porque estaba muy ebrio...

—Pero le dijiste que él era... ya sabes... él —pronunció Bambam en tono confidencial—. Y aun así te llevó a casa... ¿No hicieron nada?

—Claro que no —se apresuró a decir, y rezó para que Bambam ignorara que su voz se agudizó como cada vez que mentía muy descaradamente—. Es mi cuñado y somos buenos amigos, no puedo hacer nada.

—¿Hablas en serio? —Cuestionó el platinado, aún poco convencido—. ¿No hicieron nada de nada?

Más bien todo de todo.

—Estaba muy borracho, Bambam, no podría haberlo hecho ni de querer hacerlo.

Que le cayera un rayo encima por mentiroso en ese mismo instante. No le gustaba tener que engañar a lo más parecido que tenía a un mejor amigo, quería mucho a Bambam y mentirle no se sentía bien, especialmente porque siempre había sido honesto con todo el mundo... hasta que Haneul llevó a Jaebeom a casa. No tenía otra opción más que mentir, porque contarle a cualquier persona lo que realmente había pasado -y seguía pasando- entre él y Jaebeom estaba fuera de discusión; no quería que nadie supiera sobre eso, era demasiado malo y Youngjae sabía que, si llegaba a decir en voz alta que estaba teniendo una especie de relación de amantes con su cuñado, no podría soportar la culpa y la vergüenza y tiraría todo por la borda. Y no quería perder lo que sea que tuviera con Jaebeom, no tan pronto, no cuando se sentía tan bien. Si ya le había mentido en la cara a su hermana, la persona que más quería en el mundo, mentirle a Bambam ya no le parecía tan grave de todos modos. Por eso se relajó y logró repetir la misma historia sobre cómo se encontró con el mayor y este logró que no pasara nada malo esa noche de borrachera, lo que suponía Jaebeom le contó a su hermana cuando lo llevó a casa el domingo, sin agudizar la voz ni un poco y poniendo especial énfasis en que apenas recordaba algo para librarse de preguntas que no quería ni podía responder.

—O sea que fuiste a casa de tu amor platónico a dormir —concluyó Bambam, a lo que asintió encogiéndose de hombros—. Lástima... creía que habrías tenido una noche un poco más emocionante.

—Uh, sí, sí... yo también...

—Tienes mala suerte, ¿eh? —Comentó Bambam palmeando su hombro—. Bueno, tengo que irme a clase. Te veo luego y más suerte la próxima.

Don't tell noona // 2 J A EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora