Marina

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Sara y Carina eran hijas de un famoso coleccionista de arte que vivía a las afueras de la bahía roja junto al bosque en una casa de tres pisos, agradable por las mañanas y tenebrosa por las noches, repleta de antigüedades, reliquias y pinturas.

Sara era la hija mayor, siempre sonriente, honesta e inteligente aunque de vez en cuando seria y solitaria, siempre soñando en ser una escritora talentosa como su madre. Carina, hija menor del coleccionista era risueña, sonriente, de vez en cuando despistada, físicamente era delgada, ojos cafés, podría decirse que poseía la belleza de su madre.

Aquella tarde Sara y Carina se quedaron a cargo de su niñera, una mujer superficial pero agradable de Nombre Andrea.

Como todos los días Sara se dedicaba a leer antes de cenar mientras que Carina jugaba con sus muñecas, durante la cena Carina se notaba inquieta, las olas del mar estaban alborotadas y el viento a través de los árboles se escuchaba escalofriante.

De repente las lámparas empezaron a fallar, Sara volteó a ver a la niñera, la cual se encontraba tirada en el suelo sobre una gran mancha roja que se tornaba negra al igual que sus ojos.

Unas risas macabras guiaron a Sara y Carina hasta el sótano en el cual encontraron a Andrea, quien estaba amarrada a una columna, Carina no se explicaba como había llegado hasta ahí. 

–¡Salgan de aquí! ¡no las miren a los ojos!– Gritó la niñera.

Pero era demasiado tarde, en ese momento frente a ellas aparecieron dos brujas muy bellas, pero cubiertas de un aura maligna. Entonces, llegó el amanecer, las brujas desaparecieron, pero las niñas y la niñera también. El padre entró al sótano comenzando a llorar al ver que lo único que amaba en éste mundo había desaparecido para siempre, igual que la luna llena anterior, la noche de luna llena en la que su esposa no volvió.
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Cuentos cortos de terrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora