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No le sorprendía lo que estaba escuchando en aquella sala. Kylo Ren parecía notarse débil, estaba postrado en una cama, pero había una desquiciante determinación en cada una de sus palabras. Hux tuvo que admitir que la propuesta era una de aquellas que se no podía desaprovechar, pero las inquietudes detrás de tan descarada solicitud se hicieron presente inmediatamente. 

-¿Por qué confías en mí? -quiso saber mientras se quitaba su guantes negros -. Podría traicionarte si quisiera y lo sabes -añadió apuntándolo con ellos.

Por supuesto que lo sabía. Estaba al tanto de sus movimientos, sabía cuán idiota podía llegar a ser, pero en algo estaba de acuerdo con él: Snoke debía morir de alguna forma u otra. También, era conocedor de que Hux sólo funcionaba si era beneficiario de algo.

-Tendrá lo que quiera, General Hux, yo puedo dárselo. Puedo hacer de su hijo una versión mejor de lo que ya es. Dejarán de llamarlo esclavo, claro, cuando ocupe el lugar que merezco.

-Júrelo.

-Mi palabra es suficiente -murmuró con firmeza -. Puede retroceder ahora o seguirme hasta el final.

-Aceptaré, pero tengo mis condiciones.

-Tenemos un trato.

-Por ahora -respondió de inmediato -. Porque si algo de este plan se sale de control, esto jamás sucedió. Sé que algo esconde detrás de todo esto y me tomaré el trabajo de averiguarlo. Ya decidiré si usarlo o no en su contra.

-Parece excitarle mi vida personal -este tan sólo dejó escapar un  gruñido. 


*


Las ansias de libertad habían anulado todo desagrado que podría haber generado aquella  abundante cantidad de arena de Tatooine, del infernal calor provocado por sus dos soles o de aquel viento que podría arrancarles la piel. Cualquier cosa era mejor que estar encadenados a una tarea de por vida en un base de la Primera Orden. Aquel desolado planeta era un paraíso comparado a lo sucedido horas atrás y Hanna, suponía que todos pensaban igual.

Se quedó observando el horizonte.

Tatooine tenía mucho significado para su familia; parecía el único lugar que tenían para encontrar las respuestas que no podían obtener en otro punto de la galaxia. Estando allí se daba cuenta lo poco que realmente sabía de su propia familia, suponía que había evitado esa parte inconscientemente por alguna razón que desconocía.  

- Fue una gran idea quitar los rastreadores -comentó Erze intentando combatir el brillo de los soles con la palma de su mano derecha -. Supongo que realmente formas parte de La Resistencia.

- ¿Tenía sus dudas? -preguntó con cierta tono divertido.

- Eres muy joven para cargar con tantas responsabilidades, así que creí lo que tenía que creer -se encogió de hombros -. Descansaremos un día aquí -comentó cuando llegó a su lado -. Kaul hizo contacto con su familia antes de que despertaras, así que nos darán asilo. ¿Dónde quieres que te llevemos después de ello?

- Me quedaré un par de días aquí -dejó escapar en un murmullo -. Existe algo que debo ver con mis propios ojos.

- ¿Estás segura? -Hanna suspiró quitándose la capucha de su cabeza mientras a lo lejos logró identificar un par de speeders acercándose.

- No te preocupes por mí, anciano -sonrió retrocediendo un par de pasos para luego girarse para entrar a la nave -. Formo parte de un grupo de rebeldes.

-Eso me hace sentir aún más intranquilo que dejarte en este asqueroso planeta.

-¡Oiga, viejo, escuché eso! -se oyó los gritos de Kaul desde el interior de la nave.

-¡No me arrepiento de nada! -respondió Erze elevando su voz con diversión -. Que me parta un rayo si no fuese verdad.

*

Las guerras provocaban separación, tristeza, injusticia, sacrificios y muerte. Pero había una parte, aunque pequeña y sólo para algunos afortunados, en que en medio de todo aquel valle de oscuridad existía una efímera posibilidad de encontrar un halo de luz. Eso fue lo que encontró Hanna siendo testigo de un memorable y tan ansiado encuentro entre Kaul y su familia. La misma que no había perdido la fe de que algo así pudiera acontecer algún día.

Era felicidad pura y sincera; el mejor ejemplo hasta ahora de que la lucha de La Resistencia en contra de la Primera Orden, no era en vano. Existía un propósito y para Hanna, aquel escenario era su personificación perfecta. Aquello le aseguraba de que aún tenían una posibilidad de ganar.

El banquete había sido hasta ahora la primera comida con sabor a hogar desde hacía muchísimo tiempo. Era difícil pensar en música y en buena comida cuando las cosas en la galaxia eran un desastre; en las bases que dirigía su abuela apenas se podían permitir celebrar algo. La culpa, los recuerdos dolorosos y las heridas que a veces permanecían, siempre estaban presentes para recordarles a todos que la guerra aún no había acabado. Pero sólo por esa noche, Hanna y los antes cautivos, se dejaron llevar por la alegría de la melodía, el crepitar de la fogata y el aroma delicioso de la carne asada. 

Se podría decir que, después de tanto tiempo, habían dormido realmente en paz debajo del manto de estrellas que exponían los cielos de Tatooine. Lo que sucediera en la mañana no tenía mayor importancia en aquel instante. Por un momento, sólo por un momento, querían vivir.

Hanna Solo  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora