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Salió de la casa de los Lars después de haber rebuscado por cada cajón en la que alguna vez había sido la habitación de Luke Skywalker. Hasta que dio con el sitio correcto, en medio del polvo y partes de vainas de carreras, las había encontrado. Dichosas, impecables, como si los años no hubieran podido hacer de ellas otro montón de chatarra. 

Cerró el estuche después de inspeccionar su interior y lo metió en su morral. Su mirada recayó directamente en el gran cielo estrellado. Era un planeta, al menos esa parte, consumido por un espeso manto oscuro en una quietud que llegaba a ser claramente inquietante. Se sentó en la arena y apoyó su espalda con una de las paredes. Sus ojos se cerraron un momento, debía ser el cansancio, una parte de ella necesitaba horas de sueño mientras que la otra le pedía que se quedara alerta.  

-¿Tú me llamaste? 

La voz era gruesa, profunda y atemorizante. Jamás sabría cómo pudo saber la identidad de su propio padre con tan sólo escucharlo; lo sentía en su cabeza, hurgando en ella en búsqueda de algo que parecía no poder encontrar. ¿Debía seguir resistiendo? ¿Lo dejaba entrar?

-No estoy segura -respondió con suavidad a pesar de estar la inseguridad clavándole alfileres en su conciencia.

-¿Quién eres? 

*.*.*.*

Hanna abrió sus ojos de repente. Al parecer se había dormido en medio de la noche sin que lo hubiera podido evitar. El sol le daba de lleno en la cara y el reflejo de la arena caliente no ayudaba en lo absoluto en su medio despertar. Se colocó de pie, apoyándose con cuidado en la pared, hasta quedar finalmente erguida frente a la inmensidad de aquel desierto. Dio un bostezo largo y tendido, acompañado de un necesario estiramiento de articulaciones.

La granja de los Lars parecía haber sido construida para nunca caerse. A pesar de las tormentas de arena que pudieron haberla atravesado, los años y el abandono no habían podido destruirla. Se preguntaba por cuántas cosas había pasado aquel lugar. Cuántas historias angustiantes, cuántas muertes incontables. 

Suponía que era uno de los lugares que Luke, principalmente, no querría volver. Y lo entendía, presentía cosas extrañas de aquel lugar. ¿Eso era ser sensible a la fuerza?

-¿Halcón rojo uno, me copias? 

La estática del intercomunicador en su bolsillo la regresó a la realidad inmediatamente y llenó su corazón de un pequeño cosquilleo parecido a aquella sensación de felicidad. Lo buscó con prisa y en cuanto su mano dio con él lo llevó hasta su boca.

-Ya era hora, Poe -dijo por el pequeño dispositivo con una sonrisa mirando hacia arriba en búsqueda de una nave que apareció a la vista en cuanto aquel pensamiento cruzó por su cabeza  -. ¿Qué les llevó tanto tiempo? -dijo haciendo señas con su mano libre.

-Con un simple gracias era suficiente.

*.*.*.*

La frescura del bosque definitivamente la llenó de vida. La dureza de la piedra en la que estaba sentada ni siquiera le parecía incómoda como muchas otras veces. Todo estaba bien ahí,  ella estaba bien ahí. Su sonrisa, sin embargo, comenzó a desaparecer gradualmente, ¿qué sucedía?, se preguntó con cierto pesar. Estaba en casa, con su familia, en el lugar que podía ser ella misma, ¿qué sucedía? ¿Era tristeza? ¿Miedo?

Tal vez un poco de todo, se dijo así misma mientras abrazaba sus piernas y las pegaba contra su pecho. 

-Hanna Solo -una palmada suave en su espalda fue suficiente para que su ánimo subiera algunos niveles retrocedidos -. ¿Problemas en el paraíso?  -Poe Dameron se sentó a su lado mirando hacia el atardecer -. Sabes que puedes confiar en cualquiera de nosotros.

-¿Por qué lo dices?

-Sé que te sucede algo, de no ser así, ¿cuál sería la razón entonces de que estés aquí perdiéndote del banquete? Si algo sé de Hanna Solo es que jamás se perdería uno.

-Buen punto.

-¿Quieres hablar de ello?

-No -Hanna le sonrió y pasó un brazo por encima del cuello del piloto -. Pero estoy agradecida de tenerte aquí. 

-Eres afortunada, ¿no crees?

-Sí, lo soy.

Poe Dameron era su persona favorita en el universo. La aprobación de Poe era un premio invaluable, lo más importante para Hanna más que la de su propia madre. Puede que las razones eran más que obvias, el piloto le había enseñado todo lo que sabía; sus primeros pasos los había dado con él, su primer vuelo lo había hecho en compañía de él. Poe Dameron era su padre y la idea no le había parecido descabellada a nadie.

Pero también había una parte que se sentía culpable cada vez que se sentía feliz teniendo a Poe a su lado guiándola por el largo camino de la vida. Dar por muerto a su verdadero progenitor todo ese tiempo le había ahorrado de preguntarse demasiadas cosas en sus escasos dieciséis años. Sin embargo, los interrogantes habían hecho aparición después de perder su memoria, después de escuchar su destino; si Ben Solo hubiese decidido quedarse con su madre y con ella, ¿estarían luchando por sus vidas? Esa pregunta seguía rondando por su cabeza desde que había llegado.

Cuando llegaron al banquete notó la cercanía de su madre con Poe. Significara lo que significara, fue un detalle que le hizo olvidar su pequeña amargura repentinamente. Miró por encima de su hombro a la General Organa sosteniendo con elegancia una copa de vino.

-El amor tarde o temprano, siempre triunfa.

-Me pregunto si durará -ella soltó una suave risa.

-Sin duda alguna -le guiñó un ojo -. Ahora, cuéntame, ¿cuáles son tus planes?

-Recibí consejo de Anakin Skywalker y el Maestro Yoda -ella asintió escuchándola atentamente -. Las herramientas exactas para mi sable de luz, las pautas, los nombres están en mis manos. Pero tengo un presentimiento que, aún en mi inexperiencia en la fuerza, me pide que antes de seguir mi verdadero destino acuda al primer llamado.

-¿Y cuál es ese?

-Su propuesta, General. Bueno, si es que aún está esa posibilidad.

-Siempre -alargó una de sus manos libre y acarició su rostro con delicadeza -. El tiempo se nos acaba, pero haremos todo lo posible para detenerlo lo suficiente.

-¿Cuánto tiempo será necesario para lograrlo?

-Tres años -Hanna metió sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y dejó escapar un suspiro -. ¿No confías en La Resistencia?

-Que me parta un rayo si dijera una barbaridad como esa -asintió con determinación y se colocó frente a ella tomándola de los hombros -. Lo haré, pase lo que pase, me guste o no me guste, lo haré. Tienes mi palabra, abuela. 


Hanna Solo  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora