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Santiago se dirige a su casa donde lo espera su pequeña Marijó y su madre Estela.

En esos momentos Mariela se encuentra aún en su habitación con Aidé terminando de escribir la columna.

-¡Listo, Calixto! -exclama la locutora.
-Por fin terminamos -responde Maya, mientras apaga la computadora.

En ese instante entra Ricardo a la habitación, quien acaba de llegar de la universidad donde estudia animación:

-¿Qué onda, niñas? ¿Qué hacen? -las saluda mientras se acuesta en la cama de su hermana, la cual está llena de cojines, cómodas almohadas y muñecos de peluche.
-Sí, claro, pasa, acuéstate, estás en tu cuarto -dice con sarcasmo la escritora.
-Acabamos de terminar la columna de la próxima semana, porque aquí a tu hermanita no se le ocurría nada -indica y se burla Aidé.
-¿Y eso? ¿Por qué? Si tú siempre tienes ideas geniales -le dice el joven a su hermana, mientras juega con un oso de peluche.
-No sé, ahorita no me concentraba... Y ¡deja mi oso! -responde Mariela.
-No se concentraba porque estaba pensando en su nuevo doctor -bromea Aidé.
-¡Es cierto! ¡Cuéntame cómo te fue! -le pide Ricky, con interés.
-Ay, lo mismo de siempre, quiere que tome hidroterapia, terapia, terapia y más terapia, estoy harta -se queja desesperada Mayita.
-Pues sí, pero esas terapias te han ayudado mucho -reconoce el chico, que sigue jugando con el muñeco.
-Sí, amiga -lo apoya Aidé.
-Bueno, ¡ya! ¡Todo el día hablando de esto! Ya cambiemos de tema -les pide molesta Maya.
-Bueno, pero no te enojes... ¿Sabes cuánto me pusieron en el trabajo que me ayudaste a hacer? -cuenta el muchacho.
-¿Cuánto?
-Ocho -responde él, mientras avienta uno de los muñecos hacia la puerta de la recámara.
-¿Qué? ¡Pero si ese trabajo era de 10! -exclama indignada.
-¡Claro! Yo estaba aquí cuando lo hicieron y ¡les quedó genial! -asegura la comunicadora.
-Sí, pero el mugre profe me dijo que le faltaba no sé qué, el caso es que me puso ocho... me dieron ganas de mandarlo a la... -se interrumpe muy molesto.
-Pues lo hubieras mandado -añade Aidé, y se carcajean los tres.
-Bueno, y mi muñeco ¿qué culpa tiene? -pregunta Mariela.
-Es que me imaginé que era mi profe -admite Ricardo, riéndose.

De repente entra Cecilia al cuarto, la dueña de una pequeña escuela de danza árabe en la que da clases a mujeres de todas edades, pues a pesar de ser licenciada en informática su pasión es bailar.

Al entrar y verlos riéndose les dice:

-¡Con que hay reunión y no me invitan! -bromea mientras recoge el muñeco y se acuesta al lado de su hermano.
-Yo quisiera saber por qué todo el que entra a este cuarto va directito a mi cama y a mis muñecos. A ver, explíquenme -se queja Mariela.
-¡Eh!, no es cierto, yo no estoy en tu cama -aclara de inmediato Aidé.
-Pues porque estás en tu silla, pero mira a estos -dice la escritora.
-Es que está bien chida esta cama, y tus muñecos dan tentación porque tienes muchísimos -responde Cecy, al abrazar a un oso.
-Oye, ¿no ha llegado Jorge de trabajar? -pregunta Ricky a Cecy.
-No, no ha llegado ni él, ni mi mamá -contesta la Morena.
-Ay, pues que se apuren porque ya tengo hambre -agrega Mayitis, y ríen todos.

Mariela continúa platicando y bromeando con sus hermanos y su gran amiga, mientras Santiago llega a su casa donde su hija lo recibe con cariño y una gran felicidad al verlo:

-¡Papi, papi! -grita corriendo hacia él.
-¿Cómo está la princesa más hermosa de este mundo? -le dice él, mientras la carga en sus abrazos y le da un beso.
-Bien, papito. ¡Te extrañé mucho, mucho! -dice la pequeña.
-¡Yo también te extrañé mucho, mucho, muchisimísimo! -responde Santo, mientras entran a la casa donde está Estela.
-Madre, ¿cómo estás? -la saluda con un beso.
-Bien, hijo, ¿y tú? ¿Cómo te fue? -pregunta Estela.
-Excelente, madre... ¿cómo se portó esta princesa? -responde el médico.
-Muy bien, aunque no ha querido hacer la tarea -dice la madre.
-¿Cómo que no quiere hacer la tarea, señorita? -cuestiona Santi a su pequeña.
-Es que te estaba esperando para que tú me ayudes -argumenta Marijó.
-Pues muy mal hecho, señorita, porque usted debe hacer temprano la tarea con su abuela -señala seriamente él.
-Pero es que a mí me gusta que tú me ayudes -exclama la niña.
-Pues sí, pero yo ya vengo muy tarde, hija -contesta con un beso él.
-Es lo que le digo pero ya sabes cómo es -añade Estela.
-Ya, papi, no me regañes y mejor ayúdame, ¿sí? ¿sí? -pide con sonrisas Marijó.
-¿Por qué será que no puedo negarte nada? A ver, explícame, ¿por qué? -exclama Santo, a punto de dejarse convencer.
-Pues porque soy tu princesa y me quieres mucho, mucho -declara y lo besa Marijó.
-Vamos a hacer la tarea, a cenar y a dormir, pero eso sí... mañana hace la tarea temprano con la abuela, señorita, ¿de acuerdo? -ordena el doctor, mientras caminan hacia su recámara.
-Sí, papito -acepta Marijó, muy feliz.
-¡Qué bárbaro! ¡Qué fácil te convence! -grita Estela, desde la parte inferior de la escalera de la casa al verlos subir.
-Madre, es mi princesa, ¿cómo decirle que no? -responde y ríe Santi, desde arriba.


 "El sueño de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora