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Al terminar de comer Santiago dice:

—¿Ves que sí te ayudé a comer bien?
—Sí —contesta la joven.
—Y lo hice bien, o ¿no? —comenta el doctor.
—Sí —indica ella.
—¿Y ahora? —pregunta Santiago.
—¿Ahora qué?
—¿Vas a ir a la academia? —pregunta él.
—No sé —responde Mayita.
—Sí. ¿No? Vamos por Marijó a la casa y de ahí nos vamos a la academia. ¿O tienes otra cosa que hacer? —propone Santi, mientras salen del restaurante.
—Ok. ¡Vamos! —responde sonriendo.

Maya y Santiago se dirigen a buscar a Marijó.

Al llegar a su casa, Santiago dice:

—¿Me esperas aquí? No tardo, ya debe de estar lista —señala, al estacionar el auto en la entrada de la casa.
—Ok.

Santiago baja del auto y camina hacia la puerta de la casa.

—Papi, papi —dice Marijó al correr hacia él.
—Princesa hermosa. ¿Cómo estás? —exclama Santo, al cargarla entre sus brazos.
—Bien, aunque pensé que no vendrías —contesta la niña.
—¡Cómo crees que se me olvidaría! —declara el papá.
—Es bien tarde, papi, vámonos —pide la pequeña.
—Sí, amor… madre, ¿cómo estás? —pregunta Santiago, al ver a Estela bajar las escaleras.
—Bien, hijo. ¿Vas a comer? —ofrece ella, al darle un beso.
—No. ¡Ya comí con una amiga! —les cuenta el médico.
—Ay, ¡te estuve esperando para comer! —reclama Marijó.
—Sí. No quería comer sin ti —agrega Estela.
—¡Perdón, princesa! —se disculpa Santiago.
—¿Con quién comiste? —pregunta la madre.
—¡Adivinen!
—Ni idea —responden ambas.
—¡Con Mariela! —les dice con una gran sonrisa.
—¿Tu amiga que estaba en mi academia? —pregunta Marijó.
—Sí, con ella. ¿Y qué crees? —dice él con un beso.
—¿Qué? —exclama la princesa.
—¡Está allá afuera esperándonos! —asegura el doctor.
—¿En serio? —dice emocionada la niña.
—Sí —responde Santiago, mientras Marijó sale corriendo.

Mariela sonríe al ver a Marijó salir de la casa corriendo hacia el auto:

—¡Hola, Mariela! —saluda Marijó al llegar al auto.
—¡Hola! —responde sonriendo la escritora.
—¿Cómo estás? —pregunta la niña.
—Bien. ¿Y tú? —pregunta Mayita.
—Bien —responde la niña.

Santiago y Estela salen de la casa y también se dirigen al coche:

—Papi, papi, ¡le entendí algo a Mariela! —grita alegre Marijó, al ver a Santiago.
—Ah, ¿sí? ¿Qué te dijo? —pregunta el médico.
—Me dijo que está bien y me preguntó que cómo estoy yo —cuenta la pequeña, mientras Maya sonríe.
—¡Te dije que poco a poco le entenderías! —dice él, al acercarse con Estela.
—Amiga, te presento a mi madre. Madre, te presento a Maya —les dice a ambas.
—¡Mucho gusto, Maya! Me han hablado mucho de ti —saluda sonriendo Estela.
—Buenas tardes, ¡igualmente! —contesta Mayita.
—Dice que igualmente, que también le han hablado mucho de ti —Santo traduce lo que dijo Maya.
—¡Ey, yo no dije eso! —reclama Mariela, mientras Santiago ríe.
—¡Dijiste igualmente! —contesta Santo, y Estela los observa.
—Dile a tu mamá que está muy guapa, ándale —pide la escritora.
—Madre, dice Maya que estás muy guapa —declara él, y Maya sonríe.
—¡Gracias! A mí me habían dicho que eras muy bonita, y hoy me doy cuenta de que no me engañaron —comenta Estela, y ríen todos.
—Gracias —exclama Mariela.
—Te dijo gracias —dice Santi a Estela.
—De nada… eso sí se lo entendí —responde la señora, dándole unas palmadas en el hombro a su hijo mientras ríen todos.
—Bueno, nos vamos porque ya es tardísimo —indica el doctor.
—Sí, vámonos —dice Marijó.
—¡Hasta luego, Maya! —se despide sonriendo Estela.
—¡Hasta luego, señora! —responde la joven.
—Dijo ¡hasta luego! —traduce Santo, al subirse al auto.
—Espero verte de nuevo por aquí, ¡ésta es tu casa! —expresa con amabilidad Estela.
—Gracias —sonríe Mayitis.
—Dijo gracias —indica Santiago.
—¡Ya le entendí!... habla mucho, ¿verdad? —dice Estela a Maya en voz baja.
—¡Un poquito! —responde la escritora riendo.
—¿Poquito? ¡Yo diría muchito! —añade Estela, y ríen ambas.
—Ja-ja-ja, ¡qué chistosas!... bye —dice él, al arrancar el auto.


 "El sueño de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora