Capitulo 8 La Hoguera

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La muchacha de apariencia de Blancanieves se quedó encerrada en el calabozo, cada noche el príncipe bajaba para hacerle la misma pregunta pero la muchacha seguía insistiendo que realmente era la verdadera persona que él amaba.

El príncipe Ed creyendo que seguía mintiendo preparó sus hombres mas fuertes y junto a los siete viajó hacia la cabaña del bosque prohibido. El reino de White estaba intentando prosperar y por el momento era el padre de Edward quien estaba intentando que todo funcionara. Edward ató el caballo en llegar al exterior de la cabaña, los pájaros seguían cantando. Fue en ese entonces que temió que la acristalada urna estuviera vacía, porque si realmente era así la muchacha que había aparecido en su reino para reunirse con él era en verdad el príncipe White.

- Tranquilo príncipe - comentó Líder - Es evidente que todos pensamos lo mismo que vos, White seguirá allí, seguirá durmiendo - indicó el hombre abajando levemente su rostro completamente preocupado - Y temo que será así para siempre - indicó

Edward notó como el pecho se le oprimía en el momento que sus ojos se humedecían por completo notando las ganas que tenía de llorar, porque esas palabras que su compañero había dicho era algo que también pensaba.

White seguía allí descansando en el acristalado lugar, relajado como si nunca se hubiera movida de la última vez que lo habían visto, se acercó a pasos lentos notando como sus ojos se humedecían, quizás realmente nunca iba a despertar. Abrió la urna de cristal y acercó sus dedos acariciando los cabellos negros del príncipe. Bajó levemente su rostro dándole un beso en la frente, echando de menos verle sonreír, poder hablar con él, sus abrazos, sus besos, desvió la mirada hacia una de sus manos y la cogió entre las suyas acariciándola en el momento que sus labios se posicionaban en ella empezándola a besar.

- Aunque pasen los años voy a quereros siempre - susurró - Aunque muera solo a vos seguiré amando. - susurró notando como sus lágrimas se deslizaban por su perfecto rostro - Os llevaré a mi castillo, si debéis dormir eternamente me aseguraré que estéis cerca de mi - añadió, colocó su mano con delicadeza encima de su cuerpo, abajó levemente su rostro hacia el suyo y sus labios se posicionaron encima de los de White para dar un beso lento

White parpadeó un par de veces, observando que mantenía a Edward besándole, notó como sus mejillas quemaban exageradamente a tal acción, el muchacho mantenía los ojos cerrados, pareció que iba alejarse de él y fue en ese momento que se movió colocando una de sus manos en la nuca y lo acercó mucho mas a su rostro para alargar el beso, estirando algo su cuello presionando levemente sus labios fríos a los del muchacho.

Edward abrió completamente los ojos notando como el rubor invadía su rostro al notar como White seguía besándole, sus palpitaciones se aceleraban. En cuando se separó Edward lo abrazó todos los nervios desaparecían sin acabarse de creer que todo aquello fuera cierto, White había despertado del hechizo de la reina malvada.

- Pensé que no ibais a despertar nunca White - anunció Edward secando su rostro - Tenemos a la reina malvada - comentó en el momento que lo observaba y colocaba sus manos en su rostro para acariciarle la piel con una sonrisa - El reino volverá a ser vuestro - comentó con una sonrisa - Estoy tan feliz de que estéis conmigo - anunció con una sonrisa sin poder evitar darle un beso tras de otro. White cerró los ojos en el momento que sonreía y sus manos acariciaban los cabellos rubios del príncipe

- Debemos celebrar una fiesta - añadió Tabernero

- Me parece una buena idea - indicó Estratega con una sonrisa

- Mirad... - indicó Sastre desviando la mirada hacia unos pájaros que se posaban en una de las ramas - ¿No es nuestro pájaro?

- Pues...si y va acompañado - comentó Mensajero

El pájaro empezó a cantar. White los observó, escuchó como había encontrado el pájaro que sabía la historia de la extraña enfermedad que mató a su hermana, la misma que la de su padre, el pájaro siguió cantando lo que había visto a través de la ventana, como la malvada bruja había preparado el veneno para el rey, como se había acercado a su hermana cuando era una bebé y había frotado deliberadamente en sus labios una fresa envenenada. Sabiendo así que la causante de todo el dolor de su familia era la misma persona.

- Fue ella - dijo White - La bruja mató a mi hermana y a mi padre

- La tenemos en la mazmorra, os daremos la custodia para que podáis torturarla como deseéis - comentó Edward

- Gracias - añadió el muchacho separando sus brazos para abrazar al príncipe Edward.

White volvió a su reino para declarar que seguía vivo y contar a sus aldeanos la historia de su familia con la intención de gobernarlo como futuro rey. Dejó que sus soldados llevaran a la bruja delante de él y en una noche de verano la quemaron en la hoguera, asegurándose ver de primera mano como la bruja se quemaba viva, escuchando sus gritos de dolor.

Todo parecía volver a la normalidad pero... aunque los sentimientos de Edward y los de White eran completamente correspondidos el padre el príncipe Edward no estaba de acuerdo con el enlace, al saber que Blancanieves no existía, al saber que era un hombre y no podría darle un heredero de sangre real negó totalmente la unión entre los dos reinos. Edward y White no podrían estar juntos, sabían que aunque el corazón del otro les perteneciese no podrían vivir juntos nunca mas.

Pasaron los años, el padre de Edward encontró a una buena noble para que se casara y aunque Edward no parecía para nada emocionado no pudo negarse a ello.

White vivía completamente solo en su castillo junto a sus criados, intentó recuperar cada uno de los trabajadores que habían servido a su padre, incluso el cazador que había conseguido ocultarse de la reina malvada. No se molestó en buscar esposa, no la necesitaba, no la quería, la única persona que siempre había querido estaba con otra mujer porque él no podía ofrecerle un hijo. Desvió la mirada hacia los mayordomos que pedían que se viera con alguna muchacha noble para hacerla reina pero el muchacho siempre lo negaba, sabía perfectamente que nunca podría querer a nadie que no fuera a Edward, y prefería quedarse viviendo en soledad.

Los años pasaron, White se encontraba sentado en la ventana de una de las torres mas altas de su castillo observando su futuro reino que prosperaba, la gente no pasaba hambre y vivía tranquila después de todo lo que habían pasado con la reina anterior. Una paloma revoloteó hacia la ventana en el momento que se posaba en uno de sus dedos. Una paloma mensajera de Edward. Al mismo momento la puerta fue golpeada. White desvió la mirada hacia el que había sido mayordomo de su padre, había conseguido escapar de la reina y se había mantenido oculto hasta que las cosas volvieron a estar bien.

- Majestad... - anunció el hombre - La cena esta lista - añadió

- Esta bien... bajo en un momento - comentó con una sonrisa

- Majestad... - dijo el mayordomo con la intención de irse aunque paró sus movimientos

- Esta bien - anunció White que seguía observando la ventana - Podéis venir a mi estancia esta noche... - anunció - Pero necesito que me dejéis solo unos minutos - añadió

- Lo siento majestad - respondió el mayordomo cerrando la puerta. White desplegó el papelito que se encontraba en la patita de la paloma.

Edward esperaba su primer hijo. Notó como sus ojos se humedecían, era una invitación en la fiesta del reino vecino. Dejó que la nota cayera de sus manos en el momento que ocultaba sus ojos sin poder evitar llorar notando como su pecho se encogía completamente. Intentó recomponerse y observó la pared elevándose en el momento que se dirigía hacia el espejo mágico que seguía colgado en su castillo.

- Espejo mágico... - susurró

- ¿Queréis ver lo de siempre majestad? - preguntó el espejo

El rey asintió con la cabeza.

- Mostradme a Edward - añadió. El espejo reflejó el bello príncipe en el momento que White notaba como su corazón se encogía completamente y sus ojos se humedecían sabiendo que siempre lo iba a querer, que nunca podría ser suyo y que aunque pasaran los años él seguiría observándole, observando el espejo mágico solo para poder capturar la hermosa sonrisa del príncipe, sabiendo que era lo único que nadie podía robarle, el recuerdo y la imagen de su bello amado.

Fin

WHITE SIN MANZANAWhere stories live. Discover now