Prólogo

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Antes de leer:

Gracias por darle una oportunidad a esta historia, ya sea porqué te ha llamado atención la descripción, o simplemente ya no sabes que leer. Quería decirte que sigas leyendo, porque creo que esta historia te sorprenderá y me harás muy feliz. 


16/05/2004

Primer eclipse lunar, después de años de espera. Sobre un lecho oscuro se hallaba la mujer que verde esmeralda perdían su color de ojos, transformándose en uno más oscuro y rojizo. Unos gritos salían de su garganta, provocados por el dolor que el parto le estaba causando. A su lado permanecía su esposo, el cual le sujetaba la mano admirando la escena con plenitud.

Aquella noche estaba siendo una madrugada cálida, que dejaba sentir los indicios del verano Fuera de la habitación se encontraba el linaje, las personas expectantes al resultado de aquel día que celebrarían eternamente con felicidad y tristeza por el sacrificio que había supuesto ese nuevo nacimiento. La criatura estaba reemplazando a otra, pero lo que no sabían, es que estaba naciendo bajo una maldición que la condenaría eternamente al mayor sufrimiento.

—Es una niña preciosa —afirmó el padre con la recién nacida entre sus brazos, admirando cada ápice del diminuto cuerpo que sostenía.

—Es mi eterna maldición —contestó la madre.


16/05/2020

Me desperté de una manera cálida y al recordar que día era hoy, una sonrisa se dibujó en mis labios. Ser la protagonista por una vez al año no me resultaba molesto. 

Como tradición esperé a que mi padre entrase por la puerta con una bandeja llena de tortitas —las mejores—, cuando lo hizo me llené de felicidad. Rápidamente se acercó a mí, dejó la bandeja sobre mis piernas extendidas y me abrazó con fuerza.

—Se hace mayor mi pequeña —susurró dejándome un beso mojado en la frente.

—Dieciséis años —suspiré.

—Pensaba que te gustaba la idea de hacerte mayor. 

Se sentó a mi costado mirándome con ternura.

—Si, pero tengo miedo del tiempo —dije con vergüenza por si podía sonar estúpido. Mi padre sonrió de manera cerrada, acercó su mano a mi cálida mejilla y me miró con profundidad.

—El tiempo es el mayor enemigo del ser humano. Estamos condenados a ser mortales —aseguró—. Pero tú decides si quieres enfrentarte a él o vivir con miedo a que llegue el momento de dejar de existir.

Sonreí porque siempre sabía darme una respuesta sabia a todo lo que me atormentaba.

—Ah, por cierto, ha llegado esta carta para ti. 

Revoleé los ojos.

—¿Cómo cada año? —pregunté a pesar de que sabía la respuesta.

—Tu fiel anónimo —dijo entre risas.

—Ugh, me exaspera no saber nada. —Agarré la carta y negué con la cabeza. 

—Si lo sabes, pero no lo entiendes —comentó mi padre saliendo de mi habitación, sintiéndose alguien importante.

Un año más alguien volvió a enviar una felicitación por mi cumpleaños, sin dejar ningún rastro de su identidad. Al principio me parecía gracioso, me ilusionaba pensando que era un admirador secreto o alguna chorrada infantil, pero después con los años comenzó a resultarme más espeluznante. Sobretodo porque la única información que sabía de la persona que me lo enviaba era una extraña palabra en un idioma que desconocía. Había intentado descifrarlo buscando en libros antiguos, idiomas de tribus extranjeras, pero no había conseguido nada y mi intuición me decía que todas las respuestas estaban en ese extraño remitente que por alguna razón me felicitaba en cada cumpleaños.


CARTA:

Felicidades Amara.

(remitente)

(remitente)

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