Capítulo 9

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Cruel como un diablo y bello como un ángel.


La luz parpadeaba dejándome ver a escasas mi alrededor. No sabía con exactitud donde me encontraba, pero algo del lugar me resultaba familiar. Inspiré hondo y cuando abrí los ojos una extraña claridad alumbró mi frente. Paredes agrietadas, viejas; suelo lleno de muebles rotos con rastros de sangre; un silencio sepulcral.

Sin duda alguna me encontraba en la mansión Anstil, pero ¿qué hacía aquí? Mi respiración se agitó debido a la angustia y nerviosismo que estaba sintiendo en ese momento, todo parecía tan real.
De verdad me encontraba en ese lugar, en medio del pasillo y sin saber por qué.

La linterna que llevaba en mi mano parpadeaba, igual que la última vez, como si estuviera repitiendo la misma escena. Casi a ciegas comencé a caminar, y como si me supiera la perfección el camino no choqué con ningún obstáculo del suelo. Lentamente y atenta a cada pequeño ápice de ruido, caminé.

Seguí cada espacio de la casa, pero algo me resultaba diferente. Un aroma fuerte y amargo me azotó en la cara y con una mueca de asco me tapé la nariz rápidamente. Aquel olor era tan insoportable que comencé a marearme. Me llevó unos segundos volver a estar estable y acostumbrarme aquel pudiente aroma, con la nariz todavía tapada, seguí mi camino.

Mis pasos se sentían acelerados, sin embargo, a mi parecer caminaba demasiado lenta, todo pasaba despacio, me sentía torpe. Apunté con la linterna al suelo y mi cuerpo se estremeció al ver gotas de sangre esparcidas por este, gotas intactas, aparentemente frescas.

Instintivamente alumbré a mi frente, al final del pasillo y percibí una sombra a lo lejos que me dejó perpleja. Tragué saliva y contuve la respiración.

—¿Quién hay? —pregunté.

¿Enserio acabo de preguntar quién hay?

Sacudí mi cabeza y tomé fuerzas para proseguir mi camino. A medida que me iba acercando al fondo, el olor se incrementaba y cada vez se hacía más y más insoportable. Las paredes contenían sangre, pero eran huellas de manos, como si alguien hubiera estado forcejeando o queriendo escapar.

Llegué casi a la puerta que tantos malos recuerdos me traía y con la mano temblorosa alcé mi linterna, apuntando a la extraña figura que había divisado anteriormente. A través del parpadeo pude verla: Padme.

Ahogué un grito cuando observé toda la sangre que derramaba su cuerpo, y sin pensarlo corrí hacia ella, pero en mi intento de rescatarla choqué contra algo, mejor dicho, alguien que apareció de la nada. Alcé mi mirada temerosa y me colapsé al ver sus ojos grises frente a mí.

Pude ver el esbozo de su media sonrisa en la oscuridad y eso provocó que varios escalofríos recorrieran por mi piel. Me quedé parada frente a él, sin poder articular palabra, simplemente me vi atrapada en sus pupilas nuevamente.

—¡Amara!

El gritó de Padme me conmovió, pero no podía hacer nada. Por mucho que quisiera, estaba gritándome a mí misma que me moviera, que diera un paso, por ella, por mi mejor amiga; pero nada.

Una vez más me sentí inútil, débil, paralizada de nuevo ante el peligro. ¡Pero joder!, esta vez estaba viendo con mis propios ojos como mi amiga se estaba apagando poco a poco debido al desangre. Ella iba a...

—¡Amara por favor! —suplicó en un hilo de voz—. Ayúdame.

No pude. No podía apartar mi mirada de él, ese magnetismo me mantenía firme, estática, bajo su control. ¿Por qué? Qué es lo que estaba provocando en mí.

—¿No vas ayudar a tu amiga? —susurró tan cerca de mi rostro que su aliento chocó contra mi frente.

De un momento al otro se hizo un silencio profundo. Lo único que podía escuchar era mi respiración irregular y mi propia consciencia que me gritaba que actuase, pero se sentía como si me mente y cuerpo en ese instante no estuvieran conectados, como si estuvieran actuando por separado.

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2020 ⏰

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