Dicen que la curiosidad mata, pero no dicen si lo que se descubre merece la pena
La madera crujía con cada paso que dábamos. Cada pequeño movimiento sonaba en forma de eco. El viento parecía estar batallando contra las viejas paredes, causándome escalofríos y estremeciendo todo mi cuerpo. Nuestra respiración delataba lo nerviosas que estábamos. Caminábamos dudosas porque a penas podíamos ver, pues solo sujetábamos una linterna cada una y la mía parpadeaba sin control. Los muebles que yacían en el suelo dificultaban aún más nuestro camino, teníamos que esquivarlos para hacer el menor ruido posible y conseguir no tropezar con ellos.
—Tengo miedo Amara.
La voz de Padme resonó por todo el lugar. Le mandé a callar con un sutil gesto y ella asintió aterrada. Me adelanté para que se sintiera más segura.
Torpemente y con apenas luz seguimos avanzando. Sin darnos cuenta hicimos crujir unos pequeños cristales que había en el suelo. Como la casa era vieja, ese ruido retumbó por todas las paredes hasta llegar al mínimo espacio. Las dos paramos de golpe, había algo que no sonaba bien, eran unos ruidos extraños y desconocidos que se aproximaban cada vez más a nosotras. Como acto reflejo nos cogimos de las manos y nos agachamos ante cualquier peligro. Algo parecido a unas garras comenzaron a rozarnos fugazmente la piel, rajándonos superficialmente. Padme sollozó asustada, le apreté más de la mano para que no se sintiera sola y esperamos en esa misma posición hasta que los ruidos cesaron.
—T-te dije que no era buena idea venir —balbuceó nerviosa y asustada; estaba pálida y tenía los ojos vidriosos.
—Me daba curiosidad.
Me encogí de hombros. Sentí lástima por ver a mi mejor amiga tan frágil, pero seguía queriendo averiguar más sobre el interior.
—¿Sabes por dónde me voy a meter tu curiosidad la próxima vez? —Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a retroceder, dejándome con una escasa luz.
Por un instante dudé en seguirla, pero lo hice. Retrocedí todo el camino que habíamos hecho, sin querer hacerlo, pero no iba a dejarla sola.
Caminando de nuevo hacia la salida escuché unos ligeros pasos detrás de mí que me detuvieron por un instante, eran sutiles y casi imperceptibles pero la madera era vieja y se quebraba por nada. Apunté con mi linterna parpadeante al pasillo, pero no logré ver nada más que caos, sin embargo, al final de este parecía haber algo que llamaba aún más mi atención. Mis piernas giraron cambiando de nuevo de rumbo, dirigiéndome a aquello que picaba mi curiosidad.
—¿Amara qué haces? —susurró.
No contesté al instante, seguí caminando para conseguir ver que era aquello que se apreciaba en la oscuridad del largo pasillo.
—Un momento
—Claro tranquila, ¿Qué más nos puede pasar? —dijo sarcástica.
Ella incluso en los momentos más tensos era sarcástica.
—Veo algo. —Apunté con mi linterna, pero era inútil. Parecía ver una puerta, pero no estaba del todo segura —. Creo que hay una puerta.
Me volteé para ver a Padme que estaba de brazos cruzados observando a cada segundo su alrededor con angustia. Alzó una ceja con el ceño fruncido.
—Oye si es por eso en mi casa también hay puertas, —Volvió con el sarcasmo. A veces lo detestaba —, Y en mejor estado.
—Quiero saber a dónde lleva.

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Adicción
FantasiDel latín addictĭo, la adicción es el hábito que domina la voluntad de una persona. Se trata de la dependencia a una sustancia, a una actividad o a una relación. En el caso de ella, ellos. Amara Copper nunca llegó a pensar que su vida cambiaría tota...