Capítulo 8

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La promesa que lo selló a una eterna condena de remordimientos.


Anónima POV.

2 años antes

Estaba frente al espejo pintando mis labios de un pintalabios rojo pasión, un color que me definía y se fusionaba con mi piel marfil. Tocaron a la puerta y revoleé los ojos a pesar de haberlo escuchado por el pasillo, no era de mi agrado tener que fingir amabilidad usualmente.

—Adelante —dije sin dejar de perfilar mis labios.

A través del espejo lo vi e inmediatamente me recordó a él. Eran muy semejantes, salvo que este se veía más inseguro y novato, sin embargo, sus cabellos eran igual de oscuros que la noche y sus ojos igual de vacilantes.

Me levanté del tocador y caminé con desinterés aproximándome a él. Noté su nerviosismo, en cada paso que daba él se estremecía ante el sonido de mis tacones contra la madera. Me quedé frente a él y me tomé el lujo de revisar cada detalle de su ser, mientras él hacía lo mismo con mi perfecta figura. Su cabello moreno era de un color negro intenso y pequeños rizos se formaban a final de cada mechón, posé mi mano en su mentón y alcé su cabeza con delicadeza para poder observar su joven rostro con más detención. Sus pupilas negras me miraban con asombro; una pequeña sonrisa se dibujó en mi gesto cuando tragó saliva desasosegado.

—¿Estás nervioso? —pregunté disfrutando del momento.

—¡D-donde está! —balbuceó haciéndome reír.

Golpeé su pecho y negué con la cabeza.

—No tan rápido —espeté.

Me dirigí a mi vitrina y entre todas mis preciadas botellas escogí un whiskey de los años veinte que había conservado en perfecto estado. Abrí la botella y me serví en una copa un poco del líquido acaramelado. Tomé un sorbo saboreando el intenso sabor dulce y amargo a su vez y volví a acercarme al chico.

—Dime, ¿cuántos años tienes?

—Quince —contestó de forma atropellada.

—Estás en la flor de la vida —comenté pasando mi dedo índice por sus facciones de niño—. Sabes, anhelo esa esencia que tenéis los niños, —Sonreí—, sabe deliciosa. —Lamí mi labio inferior y percibí como volvía a afligirse.

—¿V-vas hacerme daño? —vaciló.

Anhelaba esa sensación pura y jovial, y él era el perfecto reflejo de lo que ella me quitó.

Mordí mi lengua conteniendo mi ira, guardándola en mis profundidades y sonreí sombríamente. Negué con la cabeza lentamente chasqueando mi lengua.

—¿Quieres verlo?

El joven asintió.

—Todo tiene un precio —aclaré sentándome de nuevo en la silla de mi tocador.

—¡Lo que sea! —alzó la voz balbuceante.

Volví a dar un trago a mi bebida y sonreí satisfecha de mi trabajo. Manipular a las personas era mi pasatiempo favorito, aun que había resultado muy sencillo.

—Tendrás que cumplir con tu palabra —sentencié.

El chico asintió sin dudarlo ni un segundo. Fue entonces cuando entró ella con el libro en sus manos.

—Firmaremos la promesa con sangre, será una promesa que nunca se podrá romper.

Me levanté cogiendo el pequeño cuchillo de mi tocador y me acerqué a ella, hice un corte en mi mano y le di el cuchillo al joven. Este vaciló en cogerlo, pero como si hubiera recordado el bello rostro de él, con seguridad hizo el mismo corte en su palma.

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