Capítulo 3

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Un camino empieza con un solo paso o persona.


—No, no. ¡No puede ser! —exclamé.

10 minutos después.

—¡MIERDA! —grité a todo pulmón con una camiseta sobre mi cabeza.

Con el corazón más acelerado que nunca corrí al salón a por el teléfono fijo y llamé a la única persona que podía ayudarme.

—¿Si? —preguntó una voz detrás del teléfono.

—Mm, hola March —dije atropelladamente—. ¿Se puede poner Padme? —pregunté casi sonando como una exigencia.

—Sí, un momento. —Esperé unos minutos hasta que escuché algo de nuevo—. ¿Qué quieres Amara? —preguntó en medio de un bostezo que hizo que me costara entender la frase.

—¡He perdido el móvil! —exclamé nerviosa.

Pude escuchar como la rubia bufó.

—¿Es enserio?

—¡Sí joder!

—Pues búscalo —Se limitó a decir.

Suerte tuvo la rubia de que se encontrara en su casa y no en la mía, pues mis ganas de golpearle fueron muy tentadoras.

—Padme, ¡Qué crees que he hecho! —grité histérica—. Si te llamo es porque no lo encuentro. —Disminuí el tono de mi voz.

—Mierda, iré enseguida a tu casa.

Mientras esperaba a Padme volví a revolver toda mi habitación. De nuevo busqué sobre las sábanas, en los cajones, pero nada. Entonces pensé donde me lo pude haber olvidado y me quedé parada, asumiendo mis propios pensamientos.

—¡MIERDA! —grité de nuevo desahogándome.

Esperé la llegada de Padme dando vueltas por el salón de un lado a otro, maldiciendo mi estupidez y a todos los dioses que me estaban observando con diversión desde arriba.

—¡¿Os parece gracioso!? —Lamenté mirando al techo.

El timbre sonó y corrí hacia la puerta, sonreí con alegría al ver la cabellera rubia de mi amiga.

—Nunca me he alegrado tanto de verte. —Le abracé con desesperación.

—Ohg dios, prefiero a la Amara estúpida —dijo separándome con ambas manos—. ¿Bien, has buscado por tu habitación? —preguntó con sus manos en forma de jarra en sus costados. Asentí con cansancio—. ¿Por el salón? —Asentí de nuevo—. Mierda.

—Mierda —contesté yo dejándome caer en el sofá.

—¿Crees que estará en...?

Me incorporé para que pudiera ver mi gesto, hice un puchero y asentí lentamente en medio de un sollozo silencioso.

—¡¿Qué ser humano se deja el móvil en una maldita fiesta!? —gritó histérica.

—¡Creo que se me cayó! —exclamé en mi defensa haciéndome pequeña en el colchón.

Padme golpeó su frente y negó con la cabeza. Se quedó en silencio unos segundos y después soltó un suspiro.

—Te voy a cobrar la gasolina —añadió tras la pausa.

Sonreí como una niña pequeña y ambas salimos de casa dirección al Nótt, cosa que creía que nunca se volvería a repetir.

—Creo que el universo me odia —comenté.

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