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     Martes; 15 de octubre del 2019

  Esa mañana, por extraño que parezca, he decidido despertar temprano.

  Apenas son las cinco y treinta de la mañana cuando ya me encuentro fuera de mi cama rumbo al baño. Quiero salir de estas cuatros paredes cuanto antes, especialmente cuando mí no querido compañero sigue aquí. Esto es extraño, por lo general él no está cuando despierto, así que la situación me hace gracia, quisiera ver su rostro cuando note que hoy los roles han cambiado, seguro estará sorprendido.

  Termino de quitarme la pijama e ingreso a la ducha, el agua es tibia y lo agradezco infinitamente, nunca me ha gustado bañarme con agua fría tan temprano, siempre me hace estar de malhumor, aunque se me pasa con el transcurrir de las horas sigue sin gustarme. Es como si fuera una señal de que todo va a salir mal ese día.

  Por suerte hoy quiero pensar positivo, estuve la noche de ayer pensando sobre el trato con el director. Incluso se lo he comentado a mis padres y por supuesto a mi mejor amigo. Los tres estuvieron sorprendidos pero de cierta forma, sé que están iguales de curiosos como yo por saber más de este chico y saber a dónde nos llevará este trato. Aunque claro, supongo que él tiene que aceptarlo también. Le pedí al director la oportunidad de dejarme a mí decírselo, es la única forma que se me ha ocurrido para comenzar nuevamente esta relación.

  Al terminar de bañarme, tomo mi toalla y seco mi cuerpo, soy consciente de que mi compañero sigue en la habitación, así que envuelvo la toalla alrededor de mi cintura y me coloco la camiseta sin mangas que he usado de pijama, así me siento menos expuesto al salir. Abro la puerta con cuidado y salgo con la ropa interior sucia y los pantalones deportivos en la mano, a ellos lo dejo en la cama y la ropa interior la coloco en un cesto que he tenido que comprar para poder separar la ropa limpia con la ya usada. Luego de eso abro el closet y saco un bóxer limpio, me lo coloco por debajo de la toalla con facilidad, porque ya estoy acostumbrado a ello. Luego tomo un pantalón y hago exactamente lo mismo, la camiseta me la quito y me coloco otra para pasar el día. Cierro el closet y camino a mi cama, debajo de ella saco mis zapatos deportivos y me los coloco.

  Estoy haciendo todo esto a oscuras para evitar incomodar a mi compañero. Aunque bueno, algo de luz se cuela por las ventanas y se debe a las farolas que están afuera. Una vez vestido y peinado, camino a mi escritorio y tomo mi mochila, la abro y reviso que estén los cuadernos para utilizar ese día. Escucho un ronquido y me exalto un poco, me giro en dirección a mi compañero y la imagen me resulta graciosa.

  Está durmiendo de lado en dirección a mi cama, su cabeza está fuera de la almohada, y su cuerpo del torso para arriba está descubierto, literalmente lo está, ya que no ha usado ninguna prenda de vestir para cubrirlo, me pregunto si tendrá algo de ropa debajo de las mantas...

  Abro los ojos con sorpresa y siento un calor y un cosquilleo esparcirse por mis mejillas hasta llegar a mis orejas. ¿Por qué estoy pensando en si él tiene ropa debajo de las mantas? ¡Por Dios!, ¿qué pasa conmigo? Pestañeo y me giro de nuevo a mis utensilios académicos, tomo un trozo de hoja de uno de mis cuadernos y con un bolígrafo ―que tomo de la lapicera que he construido y que reposa sobre el escritorio―, le escribo una pequeña nota. Cuando concluyo, regreso todo a su lugar y cierro la mochila, la cuelgo en mis hombros y me giro en dirección a la mesa de noche junto a mi cama, tomo mi billetera, mi teléfono y las llaves y me los distribuyo en mis bolsillos del pantalón, la nota la releo y la dejo en la mesa de noche de mi compañero, junto a sus anteojos, así estoy seguro de que la leerá en algún momento.

  Lo miro una vez más y asiento, sí, considero que eso es lo mejor. Camino a la puerta sin hacer ruido y salgo con cuidado, cerrando detrás de mí.

El chico de la habitación 230Donde viven las historias. Descúbrelo ahora