Las luces, que brillan con alegría como si fuesen la alegría misma, envuelven el lugar sin dejar hueco que no sea abarcado por su luz. La jovialidad que posee toda la gente a su alrededor, hace que la alegría de los piratas nazca en sus corazones. Es Usopp y Chopper quiénes gastan sus fuerzas por arrastrar al moreno hacia el centro de la isla, en busca de entretenimiento y comida.
—Tened cuidado, estaremos por el alrededor así que si pasa algo todos volveremos al barco de inmediato —había dicho con voz autoritaria la navegante. Segundos después, el trío había desaparecido.
No tienen ni la remota idea del por qué de aquel festejo, no obstante no les importa. Sus corazones sienten libertad, y una alegría abismal que no sentían desde hace mucho tiempo; el recuerdo es tan añejo que creen haberlo olvidado.
En el preciso momento en el que una carcajada escapó de los labios de cierto moreno con una cicatriz bajo su ojo, sus corazones se hundieron en los recuerdos. Sin ser consciente de lo añorados que se sentía por la misma. Almas destrozadas por la pérdida, gritando dulcemente una melodía de cristales rotos, dónde pisar es mejor que evitar. Porque siempre se creerá que es mejor el recuerdo doloroso que el olvidado.
Una eterna condena en los susurros de su mente.
Por esto mismo, saltan felices ahora. Sin carga sobre sus hombros ni cristales rotos en sus pies. Porque cierto joven los ha recogido sin saberlo, reparándolos de igual manera; sin ser consciente. El viento los envuelve, bañandolos de los olores que los rodean y de la propia alegría que cada uno desprende de su cuerpo. Danzan, cantan y revolotean sin cesar, como si el mundo acabase al día siguiente, dejándose llevar sin pensar en los peligrosos que los rodean constantemente. Como si jamás hubiesen sido piratas, como si fuesen niños una vez más.
Porque el tiempo jamás se podrá pagar; porque él en algún momento se marchará.
Porque tarde o temprano, esa alegría se desvanecerá.
En consecuencia el tiempo se desliza rápidamente, la noche que había empezado ya tiene chispas de la extinción de aquella flamante atmósfera. Algunos han perdido su objetivo inicial, como Sanji, quién vuela de aquí para allá en busca de mujeres con las que tontear; Nami puede haberle golpeado más de una vez. Otros siguen en perfecto estado, en este caso Robin, ocupándose de una navegante nada lúcida y un jóven reno con sobredosis de algodón de azúcar.
Y por extraño que pueda sonar, los únicos que parecen estar como en el primer minuto de aquella juerga son Roronoa y Monkey. Ambos juntos, compartiendo el tiempo en silencio sin ser las palabras algo realmente necesario. Uno junto al otro, hasta rozar sus hombros y compartir las vistas de la luna –enterrada en un manto de nubes grisáceas–.
Quizás es el miedo que provoca una parálisis global en sus cuerpos, ante el terror abrumador por la pérdida de aquel momento juntos. Como si nada fuese cierto; como una ilusión. Ante la perversa realidad dónde aquello es un simple sueño como muchos otros; dónde jamás dijeron adiós.Los ojos de cada uno brillan, en vueltos en memorias y abrazados por el calor del otro manteniéndoles en la realidad. El pelinegro empieza a tararear una suave melodía, acompañando al violinista que toca con nostalgia.
Todos saben que canción es aquella, provocando que una oleada de afecto les envuelva. Binks no Sake, hace mella en cada uno de ellos. Recordándoles que aquella melodía era la que más amaba su capitán. Parecen calmarse en el instante en el que la música suena, cayendo rendidos en el suelo; observando estrellas o dejando sus párpados caer.
—Siempre me gustó.
La suave voz del menor sorprende al espadachín, quién está demasiado acostumbrado a su voz estruendosa. Siendo posible contar las veces en las que el joven a hablado tan dulcemente, tan temeroso de que la paz se rompa.
—A mí también.
El mayor no ve necesario decir que aquella precisa canción, solo fue de su agrado cuándo su capitán la cantaba. Eventualmente el silencio se prolonga una vez más, siendo cómodo y natural.
Pocos minutos después, o quizás son demasiados y ellos jamás se percataron, el menor deja caer su cuerpo contra su compañero. Acomodando su cabeza en su hombro y dejando caer de sus labios un bostezo.—Hacia mucho tiempo que no me pasaba —murmura, dejando sus palabras como un soplo en el viento. Sin embargo, el peliverde puede oírle.
El pirata mueve su brazo y lo envuelve en la cintura del pelinegro, este último parece derretirse ahí mismo. Zoro parece ser una buena almohada.
—¿El qué? —cuestiona en una voz suave, acarmelada.
—Ser feliz.
El corazón del mayor se detiene, en una mezcla de dolor y amor que no puede controlar. Desea protegerle de todo, pero es conciente que él no puede hacerlo. Él no pertenece con ellos, o eso creen. Abre su boca para hablar, no obstante es interrumpido.
—Siempre quise ser un pirata —confiesa, parece que su voz se va rompiendo con cada palabra. Y el espadachín cree que propio corazón está en el mismo estado—. Pero... yo quería que estuviese orgulloso. El abuelo es la única familia que tuve, quería ser ideal por él.
No hay palabras para responder. Y sino hay palabras que intercambien sobre ello, no importará. Porque ambos saben sobre el otro y el joven pirata sabe que es mejor callar.
—Asi que sí, elegí ser marine —susurra la última palabra—. Tuve que enfrentar a personas que fueron muy importantes para mí. En esos momentos me di cuenta de algo.
Exhala aire, como si cada palabra fuese un arduo trabajo para él.
—Quizás el destino siempre tuvo programado el que fuese pirata. Simplemente me equivoqué escogiendo el camino —despega su cuerpo del mayor y camina varios pasos, siempre dándole la espalda—. Pero está bien, porque otro yo fue feliz. Me alegra saber que en esta realidad tuve gente que me amaba.
El espadachín se acerca silenciosamente e intenta tomar su muñeca, asimismo el de cabellera azabache rueda sobre sus talones hasta cruzar miradas.
Un brillo peculiar se asienta en los ojos del joven marine, provocando que algo se remueva en el contrario. Siendo inevitable la tristeza y pena que desprenden aquellas perlas en bruno.
—Cuándo me vaya, no volveré. Pero seré feliz, ¿sabes por qué? —pregunta retóricamente, inclinándose levemente más cerca del mayor—. Porque estás aquí.
Quizás Zoro quiere llorar en ese momento, pero eso no tiene porque suceder. Siempre se mantuvo sereno, esta vez no es una excepción. Pero quizás, solo quizás, puede admitir como algo en él se rompió en pedazos que jamás serán recontruidos. Siendo los ojos de aquel muchacho inocente tan honestos y sinceros que pueden hacer caer a cualquiera.
La luna ya se ha ocultado, siendo el sol quién nace; un nuevo día para ellos. Mas, él jamás podrá salir de aquella noche, de aquellas palabras ya dichas.
Porque él; su amigo, su capitan, su amor, su todo. Clavó su vista en su persona, pero con su vista nublada como si estuviese viviendo un recuerdo. Viéndole a él, como si pudiese desaparecer.
Viendo al peliverde como si estuviese muerto.
Y eso le aterrorizó.
Porque sabía que era cierto.

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Memorias del mar
FanfictionCuándo Sakazuki cumplió su objetivo, y atravesó con su puño el pecho de uno de los piratas que eran catalogados como "la peor generación", el mundo de los Mugiwaras pareció descomponerse. La pena de una tripulación es suficiente para alzarse una vez...