4. El diablo sólo tienta a aquel con quien ya cuenta

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"-Ya veo. Entonces no se lo dirás a Aziraphale, olvidarás siquiera que lo sabes y si viene a buscarme... no sabes nada de mi.-"

Una orden y un chasquido de dedos hicieron que sus palabras surtieran efecto en la joven antes de irse. Agradecía que sus poderes de persuasión (o manipulación, al final era lo mismo) siguieran intactos, así ganaba tiempo para irse lo más lejos posible del ángel.

Al menos hasta que pensara que podía hacer para solucionar aquel desastre. No podía dejar las cosas así y sin embargo no sabía como arreglarlas. Su cabeza era un lío de culpa y frustración mientras conducía de regreso a su departamento en la ciudad. Hubiera preferido que aquello fuera por culpa de alguno de los otros, así tendría a alguien a quien culpar que no fuera a si mismo.

Aventó las llaves del Bentley al escritorio poniéndose a dar vueltas por la habitación, lo invadía el miedo. No podía dejar que fuera Aziraphale quien confesara primero, pero tampoco quería arriesgarse a perder la vida aún cuando la posibilidad fuera mínima, la verdad era que no sabían que tan peligroso podía ser aquello para ellos y él era un completo egoísta.

Soltó un pequeño grito de frustración. Por un lado aquel estúpido hechizo le confirmaba algo: Aziraphale le correspondía sus sentimientos, y eso lo hacía infinitamente feliz. Por otro, aquello podría ser el fin de ambos o de uno solo, a final de cuentas estaba en una encrucijada y tenía que tomar una decisión pronto, tenía que ser él, el ángel no estaba en condiciones para razonarlo. ¿Cómo lograría salvar a ambos?, ¿Cómo lograría salvarlo a él al menos?. Tenía respuestas pero se negaba a seguir aquellas reglas, tenía que haber otra manera. Aquellos sentimientos que siempre fueron una debilidad comenzaban a ser el peligro que siempre temieron pero del cual jamás estuvieron listos.

-Entonces, ¿Qué harás Crowley?.- El pelirrojo paró en seco al escuchar aquella voz detrás de él.

-Lord Beelzebub...- Se volteó para encontrarse con el príncipe del infierno sentado muy despreocupadamente en su silla dorada.- Que sorpresa tenerlo aquí...- Un problema más por el cual preocuparse.

-Tenían razón allá abajo. Tarde o temprano ustedes solos se castigarían.- El pelinegro giró levemente la cabeza para verle mejor.- Son un par de incompetentes.-

-¿Vino hasta acá solo a burlarse?.- Preguntó de golpe Crowley, estaba algo fastidiado y habló sin pensar si tendría consecuencias, eso era lo que menos le importaba en ese momento.

-Si.- El pelinegro ni se inmutó, no era de ese tipo.- Quería ver en primera fila como el demonio estrella termina de llevar al fondo su carrera...- Crowley siseo un poco involuntariamente, eso hizo sonreír a su superior. -Entonces, ¿Qué harás Crowley?.-

No lo sabía.

Pero no podía decirle eso. En su lugar intento con una idea arriesgada y con poca probabilidad de éxito.- Bueno ya que está aquí, pensaba en un trato con usted.- Le otorgó una de sus típicas sonrisas de complicidad.- Es decir, usted es el único que se iguala al poder de ella.-

Beelcebub sonrió con sorna.- No, no. Nuestra madre tiene más poder que nosotros, lo sabes. No seas tonto.-

-Ella no es nuestra madre. Lilith es madre de los otros, nosotros somos caídos...- Se quejó el pelirrojo.- Es distinto...-

-Ah ahora si recuerdas tu posición.- Crowley se calló de inmediato, tragó saliva con dificultad, había metido la pata a fondo. El señor de las moscas se acomodó en la silla.- Demasiado tarde para eso.-

Le quitó la mirada de encima y entonces se hizo un silencio en todo el lugar. Crowley maldijo para si mismo, estaba comenzando a desesperarse de nuevo. En un movimiento rápido se mostró delante de su propio escritorio, con un fuerte golpe puso ambas manos en el y casi gritando buscó nuevamente convencer al otro demonio.- ¡Le estoy ofreciendo mi alma por la de él!.-

-¡Tu alma ya nos pertenece!.- De un brinco Beelzebub se puso de pie encarándolo con seriedad.- Eres nuestro desde tu caída. Por eso no podemos esperar por tenerlo a él también...-

-Aziraphale no va a ir al Infierno, él no...-

-¿No va a caer?.- Volvió a sonreír con diversión.- ¿Y qué te hace pensar que lo recibirán allá arriba después de estar con un demonio como tú? Va a caer, eso es seguro.- Poco importaba el tamaño de cada uno, obviamente quien tenía el título de príncipe era quien más respeto imponía ante el resto. Nuevamente el silencio se hizo presente entre los dos, a su vez con la expresión de impotencia del pelirrojo.

El príncipe hizo una mueca de disgusto, no terminaba de comprender porque Crowley, uno de los demonios más leales (Tal vez el más leal) se comportaba de aquella manera cuando se trataba del dichoso principado, le sorprendía la manera en que lo sobreponía por sobre el resto de cosas, incluidas su trabajo, era un fastidio.

Por su parte Crowley sabía que si no encontraba otra manera de solucionarlo, no tendrían escapatoria esta vez. Y es que habían pasado tanto tiempo en la tierra junto a los humanos que prácticamente ya eran como ellos, por ello aquella magia les había afectado y por ello mismo corrían el riesgo de dejar de existir. Un miedo como nunca antes lo estaba invadiendo, no podía seguir negándolo, tenía miedo, no por él, si no por el principado y la situación a la que lo había arrastrado.

-Aunque hay una manera...- Interrumpió el pelinegro, Crowley lo miró de nuevo con algo que Beelzebub no había visto en mucho tiempo, mucho menos en un demonio: Esperanza. Incluso se puede decir que sintió pena por él, después de todos era el único que cumplía sus instrucciones, así que se podía decir que le tenía cierto afecto, aunque claro, el príncipe del infierno lo negaría si se lo dijeran.- No me veas así imbécil, me sorprende que no hayas pensado en eso antes...- Crowley bajó la mirada al suelo, no creía que en verdad pensara en ayudarle, después de todo.- Uno de los dos, tendría que dejar de amar al otro. Sin amor mutuo el hechizo se anularía.-

-Y ninguno de los dos moriría...- El pelirrojo sonrió un poco, todo se arreglaría, pero entonces el golpe de realidad se hizo presente.- Pero entonces, entre nosotros no habría nada... nunca...-

-¿Prefieres morir entonces?, Muy bien.- Le dio la espalda a su subordinado, no debería ni de estarle ayudando a aquel traidor, o algo así... De entre sus ropas sacó un pequeño frasco y se lo lanzó al pelirrojo quien lo atrapó y miró con curiosidad.- Lo dejaré a tu decisión, si lo usas o no y en quien lo uses.- Aconsejó antes de caminar hacia la salida de la habitación.

-Espere, no me ayuda solo porque si, ¿Qué ganaría el infierno entonces?.- El más chico se detuvo girando un poco la cabeza para verlo de reojo.

-Ver a alguno de ustedes sufrir por el otro eternamente, eso Crowley, es mejor que tu asquerosa alma.- Aquella excusa debía de ser suficiente para el resto del infierno, ¿No?.

Beelzebub se fue de aquel lugar sin más que decir. Sin mencionarle siquiera que aquel líquido carmesí no solo les arrebataría su sentir, sino también la memoria. Y sin embargo era la mejor opción que tenían, en su interior les deseaba suerte o gracia antes los ojos del que una vez los expulsó, para que lograran sobrevivir a aquello. No le quitaría la vista de encima, aún tenía que verificar como acabaría eso.

Crowley se encontró nuevamente solo, con el pequeño frasco en sus manos, ¿Qué hacer?, ya tenía la solución en sus manos pero tampoco quería usarla. Suspiró, de todas formas tendría que hacerlo, aunque no confiaba del todo en el príncipe no tenía más opción, mucho menos aliados. Lo que si tenía era algo de tiempo antes de que el ángel regresara a la ciudad, o eso creía pues alguien llamó a la puerta con insistencia, por lo que fue a abrir creyendo que se trataba del demonio que lo acababa de dejar.- A-Aziraphale... llegaste...-

Entre el Cielo y el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora