5. Tiempo corto para el que piensa e interminable para el que desea

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- A-Aziraphale... llegaste...-  Tartamudeó el demonio al verlo frente a su puerta, rápidamente y como pudo escondió el frasco que Beelzebub le había dado como solución a sus problemas. Necesitaba más tiempo y estar alejado de él.

El mencionado solo lo miró seriamente, se veía algo de decepción en su mirada.- Te estuve esperando, pero no llegaste...- Suspiró en un intento por restarle importancia a lo que había pasado, pero aunque quisieran ninguno de los dos podía hacerlo. De maneras distintas pero aquello era algo importante que no podían dejar pasar por alto.

-Escucha ángel, lo siento, pero...- Crowley trató de disculparse pero no sabía exactamente sobre qué.

-Tranquilo, lo entiendo.- Lo interrumpió el peliblanco.- Entraste en pánico, yo hubiese hecho lo mismo.- Sonrió un poco, dejando algo confundido al de gafas oscuras.- Es lindo saber que amas mi torpeza y temores...-

-Te vez lindo de esa manera.- Admitió con una sonrisa el pelirrojo.- Aunque debo admitir que mi imprudencia en ti da un poco de miedo.- Ambos se ríen un poco, se sentían más relajados que antes, Crowley pensó que tal vez, sólo tal vez, si podían razonar podían llegar a una solución juntos, se preguntaba si ya sabría sobre las consecuencias del hechizo, si la bruja morena le mencionó el restante o si se empeñó en seguir sus ordenes. El demonio se hizo a un lado invitándolo a pasar a su departamento, cosa que el otro entendió y aceptó; fuese lo que fuese era momento de averiguarlo.

Una vez la puerta cerrada ambos se vieron nerviosos e indecisos, tal vez incluso algo incomodos, la situación así era, los acaloraba a ambos. Sin embargo Crowley trataba de mantenerse enfocado justo como solía ser el ángel, una de las cosas que le gustaban de él.

-Disculpa yo...-

-Mira nosotros...-

Ambos hablaron al mismo tiempo, con una sonrisa apenada el ángel bajó la cabeza mientras que el demonio se rascó la nuca, cada vez la situación empeoraba más. Ahora ninguno de los dos hablaba.

-Adelante, tu primero.- Dijo Aziraphale, terminando con aquel silencio.- Di lo que querías decir.-

El pelirrojo suspiró, de no ser por sus gafas oscuras se pudiesen haber visto sus ojos suplicantes a la perfección.- Cada vez es más fuerte, el como actuamos de la manera que el otro suele ser...- El peliblanco asintió con la cabeza, también lo había notado, conforme el tiempo siguiera pasando su atracción hacia el otro crecería aun más, todo tan rápido como jamás fue.- Tenemos que terminar con esto de una vez por todas, tratar de evitar la mayoría de consecuencias de esto...-

-Pero Crowley...- El ángel lo miró con ternura.- Anathema no mencionó nada de consecuencias, puedes estar tranquilo de eso...- Como anhelaba que así fuera, en verdad que lo deseaba, pero las cartas estaban sobre la mesa, no había cambios, juega con lo que tienes o piérdelo todo para siempre.- Querido, se que después de todo este tiempo no puedes confiar, pero piensa en esto como la oportunidad que estábamos esperando...- Se acercó a él tocando su hombro queriendo darle confianza.

-Me encantaría que jamás hubiese pasado entonces...- En un movimiento rápido se alejó de su toque, Aziraphale no lo sabía, no podía decirle que quien hablara con la verdad moriría.- No de esta manera...-

-Pero tampoco podemos deshacer el hechizo.- Negó con la cabeza.- No podemos hacer eso, tampoco podemos dejar de perder el tiempo, o entonces sí habrá consecuencias.-

Crowley se quitó los lentes oscuros  y los puso en el mueble mas cercano.- No, tampoco podemos. No es como que algún demonio en todo el infierno sepa donde está nuestra madre...- Suspiró derrotado, removió su cabello con frustración, inconscientemente había comenzado a temblar de nuevo, ahora con temor, la única solución que había era la misma.- Muchos dicen que finalmente murió, otros que recibió el perdón de D-Dios, no lo se, no se que hacer...-

Era mentira, sabía perfectamente que hacer pero no tenía el valor de hacerlo, engañaría al ángel que siempre amo, por su bien, era la única manera de salvarlo y si las cosas salían mal, entonces el debía ser quien afrontara las consecuencias.

Le había dado la espalda mientras tomaba su decisión final, mientras seguía temblando, mientras trataba de calmarse y hablar.

-¿Crowley?, Crowley mírame...- Le pidió el ángel, cosa que hizo con lentitud. Lo miró, firme donde estaba, sonriéndole con decisión, ofreciéndole su mano para que la tomara.- Déjame estar conmigo, déjame hacerlo.- El pelirrojo tomó su mano con fuerza y le dio un beso en el dorso, no había vuelta atrás, era el momento. Entrelazaron los dedos con el otro y se miraron a los ojos, los corazones de aquellos cuerpos humanos que habitaban latían con fuerza, cuando Aziraphale estuvo por hablar la mano libre del demonio cubrió con cuidado sus labios.

Su mirada era intensa, decidida y enamorada. Crowley sonrió levemente.- No pensarás que te dejaría hacerlo, ¿O si?. Ese derecho me corresponde a mi.- Cerca uno del otro, sin apartar la mirada, el más alto podía sentir la respiración de su amado entre sus dedos.

Si aquellos eran sus últimos momentos con él los aprovecharía al máximo, quería al menos tener todo antes de perderlo para siempre. Quería decirle todo lo que no había podido hace mucho, demostrarle todo lo que no le había demostrado; quería abrazarlo y besarlo, quería amarlo aunque fuese solo una noche, aun cuando después se ganara su odio por eso, cuando ya no estuviera nunca más a su lado, necesitaba ese momento, lo necesitaba a él una última vez en su propio bando, sin el cielo o el infierno de por medio, sin el destino negándoles aquello.

-Hace mucho que esperaba por esto, por ser correspondido...- Comenzó a decir el demonio con sinceridad, no podía apartar la vista del más pequeño quien también lo miraba atento, adoraba verlo, tenerlo solo para él. Con lentitud apartó la mano de sus labios, estaba embelesado mirándolo, un pedazo de cielo solo para él, puro. Lo único bueno que jamás tuvo.- Por ti, por amarte a ti...- Tomó con ambas manos sus mejillas, su piel era suave, todo él lo era, y si tenía que morir por él, lo haría, estaba decidido.- Aziraphale, te amo. Te amo demasiado.-

El peliblanco lo besó en los labios al momento de escuchar aquello, ambos compartieron aquel momento con gusto, felices, cuando se separaron de aquel beso el ángel miró con ternura al demonio, a su amado quien lo abrazó con fuerza ocultando su rostro en el hombro del otro. No quería que viera la tristeza en sus ojos.

La confesión había sido echa y la cuenta regresiva comenzó su marcha.

Entre el Cielo y el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora