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La vida siempre es cruel con aquellas personas que tienen fé en que su vida será perfecta, la vida es realidad y a eso se asocia lo malo pero hay distintos rangos de lo que se considera 'malo', dependiendo de la persona y las cosas que ha pasado, algunos desarrollan resiliencia en demasía y otros se hunden como roca en el océano.

Te preguntarás, querido lector, ¿A qué viene todo esto?. Simplemente estoy tratando de que comprendas algunas de las actitudes que tienen los personajes de nuestra historia, una historia de un secuestro maestro efectuado por alguien muy inteligente y muy desesperado por tener un poco de amor y a alguien a quien llamar suyo, una historia donde un joven es capturado por una buena acción de su pasado que tuvo una recompensa inesperada.

Me gusta imaginar que en vez de ser una narradora común, soy una amiga que te está contando una historia de dos hombres resistentes a la vida y a sus golpes, me gusta pensar que a ti te gustaría saber qué fue de ellos dos, si fue un cliché o todo terminó mal.

Te voy a contar una historia a la que llamé;

Las estaciones del Estocolmo.
























Imaginemos un lugar cálido, no cálido de esos bochornosos donde la piel te queda pegajosa y quieres dos baños al día, un lugar cálido donde no necesitas chamarra pero tampoco usas bermuda, un lugar donde puedes usar tus vaqueros favoritos y esa playera que te gusta lucir, ese tipo de sitios donde te sientes en casa, sientes que tienes un hogar y puedes ser tú mismo sin temores y sin querer impresionar.

Así se sintió aquel hombre de piel canela cuando el sol acarició su rostro e iluminó los ojos de ese jovencito que lo veía con genuina preocupación, el chico presionaba su costado en un intento de detener la hemorragia en lo que llegaban los servicios de emergencia.

Para ese hombre la vida había terminado en el instante en que se volvió demasiado sombría, él ya no tenía motivos para querer seguir despertando, no tenía amigos, su familia lo había abandonado hace muchos años, sus relaciones eran un fracaso.
Por esa razón, decidió salir a caminar, dar una última vuelta por la ciudad antes de regresar a su departamento y tomar de una vez ese frasco de pastillas pero, la vida dijo "No", tal vez de una manera extraña, un asalto a mitad de camino fue su forma de meterse en los planes del hombre de piel canela, una puñalada en un costado de su abdomen detuvo todos sus planes para siempre y una mirada del color del mar fue esa cosa hermosa y cálida a la que se aferró.

Te parecerá algo absurdo, querido lector, pero en la suicida manera de pensar del hombre de piel canela fue un salvavidas, él no recordaba ya haber sentido algo así y quiso experimentarlo de nuevo.

El joven que salía del instituto y se dió cuenta de todo, corrió al encuentro del hombre, con su sudadera presionó la herida para detener la hemorragia y llamó a emergencias, el chico había perdido a su hermano menor en un accidente, su madre lo había despreciado por sus preferencias sexuales y no tenía más familia, quería poder salvar una vida porque le hubiera gustado que alguien salvara la de su hermanito, quería ayudar a alguien porque él mismo no tenía a nadie que le ayudara y le gustaría que se interesaran en él.

El hombre al que auxilió era moreno, de ojos verdes y cabello negro, algo extraña y exótica su apariencia, todo lo contrario a él, pálido de ojos azules,  no le importó que el sujeto llevara barba de muchos días, ni que apestara a alcohol o su ropa fuera de vagabundo, él le brindó su ayuda sin distinción.

- Quédate conmigo

Le dijo cuando el hombre no aguantó más y empezó una lucha entre la conciencia y la inconciencia, Alec no quería que muriera en sus manos, presionó la herida con fuerza devolviendo al moreno al plano terrenal.

A partir de ahí, todo fue confuso y borroso para el de ojos verdes, pequeños flashes de unas sirenas, la camilla siendo subida a una ambulancia, la mano del joven sosteniendo su mano de camino al hospital, un techo blanco y luces pasando a toda velocidad mientras corrían con él, una última mirada al muchacho hermoso antes de perderse en el quirófano.

Magnus Bane despertó después de unas horas de haber sido pasado a una habitación, su costado dolía, estaba vendado y ahora recordaba todo lo que había sucedido, quería ver al muchacho que lo había salvado y de quien no sabía el nombre.

Alec esperó al médico hasta que éste le dijo que el paciente estaba a estable y decidió ir a su departamento, ya había perdido un día de trabajo en una tienda, su jefe le descontaría y si quería llegar a fin de semana debía seguir trabajando.

De camino a casa se detuvo en un semáforo en rojo, estaba pensando en muchas cosas y en nada, el edificio de enfrente tenía un anuncio para reclutar jóvenes que quisieran ser enfermeros, él ya estaba por terminar  el medio superior y aún no sabía a qué quería dedicarse cuando todos sus compañeros ya habían hecho solicitud para algunas universidades importantes.

Pensó en dejar la escuela hasta el incidente del hombre, , leyó más tiempo el anuncio y era de medio tiempo, turnos alternativos, una beca si su economía era mala y su desempeño era bueno, un lugar en el hospital central asegurado para los mejores promedios.

Entró a pedir informes y salió con un lugar y un horario, solo debía esperar la fecha de inicio y le convenía para tener el certificado, él pensó que era una recompensa que la vida le había dado por su acto de buena voluntad al salvar una vida.

En el hospital los doctores le explicaron a Magnus que habían detenido la hemorragia, no había dañado ningún órgano pero rozó una vena y si no hubiera recibido ayuda habría muerto, aquel ángel se había retirado en cuanto supo que él estaba bien después de la cirugía, eso solo hizo que el moreno deseara con más fuerzas conocer al joven, era una persona que sin duda quería en su vida en todo momento pero lo único que el chico dejó atrás fue una sudadera con sangre y una credencial estudiantil en el bolsillo, al menos tenía su nombre.

Para Alexander los años fueron duros, estudiaba y trabajaba los fines de semana, le dieron una beca con la que se ayudaba y al final se graduó con el mejor promedio de su generación, un exelente enfermero que empezó a trabajar cuanto antes en el mejor hospital de Nueva York.

Magnus tuvo tiempo, tiempo en el que dejó el alcohol, se dedicó a invertir el dinero que tenía en comprar empresas en bancarrota para darles un giro y sacarlas adelante, se volvió frío con todas las personas y la única compañía que toleraba era la de un investigador privado cuando llegaba a dejarle sobres con información de aquel joven que ya no lo era, Alexander Lightwood se volvió un hombre increíble, a ojos del moreno era un ser perfecto que nadie merecía ver, un alma tan pura que se dedicó a ayudar a las personas, él sabía todas las carencias de las que sufrió el de ojos azules pero pronto todo eso quedaría atrás.

Las estaciones del Estocolmo #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora