Poesías de una mente patética y enredada que traza el amor, el odio y la vida en versos. Porque la manera más valiente de enfrentar el miedo, cambiar de piel, subir escalones y enfrentarse al espejo, para este intento de persona, es en poesía.
Créd...
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Le roge al cielo, dejase de mirar tus piernas. Y al mirarle, estaba perdido, en tus dulces caderas.
¡Qué atrevidos! Él y yo, tú y yo. Con la mirada en tu pecho, y el ansia de un beso.
Qué afán el nuestro, de mirarte, hecha verso. Qué tonto lo nuestro, de quererte desnuda en mi cuerpo.
Niña inocente, ese rubor en tus mejillas, te lo arrebato a caricias vivas. En estas llamas de mi alma, qué queman, nuestras tardes y palabras.
Juro, acariciarte los pálidos muslos. Besarte, los pómulos y recorrer tus nudos.
¡Oh, cariño! Qué me perdone la vida, porque sin ti no soy nada. Qué el cielo me contenga, porque lloro, aunque tú amor patético les parezca.
¡Quién se me cruce en el corazón! Le detallo nuestro amor, qué sin nosotros el mundo no es hermoso, Y con nosotros hasta la desilusión, es gozo.
Mi niña de oro, qué hasta el alcohol sin ti es sobrio. Qué soy ebrio de tus ojos, de la danza de tus pupilas. ¡Oh mi amor, mi vida! Te tengo en el pecho, en el cuerpo, en los sentidos, y en todas mis caídas.
Te beso, dulce doncella. Aunque los labios no me quepan, Aunque una caricia no te mantenga. Aún así, te beso. Porque soy tu amado, y que ninguno me cuestione. Porque te he adorado, durante noches y días sin soles.
Pues sí, qué le he rogado al cielo dejase de mirarte. ¡Y cómo pedírselo! ¡Cómo decirlo! Si eres tan hermosa, qué las rosas te ambicionan.
Mi amor, dile al cielo qué tus piernas son mías aunque tus caderas, son codiciosas.
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