VIII

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Tuve que salir del laboratorio por unos minutos, porque las hórridas historias que contó ese chico me provocaron mareos. No podía creer que existieran seres humanos capaces de hacer lo que esos científicos hicieron; crearon un monstruo, un arma mortal, y todo solamente para exterminar a sus enemigos.

Regresé al laboratorio y Jun ya había acabado con el interrogatorio. Casi perdí el aire cuando lo encontré sin su traje NBQ.

—¿Por qué te has quitado el traje? ¿Estás demente o qué? ¡Acabará con nosotros! —grité alteradísimo.

Todo el tiempo creí que sería imposible lograr algo así, y las fotografías de ese diario lo demostraban; esos pobres niños estaban muertos por culpa de unos científicos sádicos. Pero allí estaba, frente a mis ojos, el resultado de miles de pruebas, de más de un centenar de muertes: el experimento exitoso, el puto humano radiactivo.

—Young Hyun, tranquilízate. Él no nos hará daño.

—¿Cómo lo sabes? ¿Él te lo dijo? Ajá, y tú le crees...

—Es algo que puedo controlar —intervino él—. No hay forma de que pueda demostrártelo, pero debes creerme. —Toma una bocanada grande de aire antes de continuar—. Hubo un científico, el último que conocí, que intentó ayudarme por un tiempo. Gracias a sus consejos, logré controlar mis poderes; ahora soy capaz de regular la cantidad de radiación que proyecto, o simplemente puedo retenerla dentro de mi cuerpo. Creo que la única manera de que pierda el control es cuando mis emociones se alteran.

—¿Qué pasó con ese científico? —quiso saber Jun, aunque yo también estaba curioso por saber.

El chico hizo una mueca con sus labios, como si le incomodara hablar del tema.

—Él quería llevarme a su casa. Habló sobre una adopción. Dijo que tenía un hijo de mi misma edad y que me llevaría bien con él. Tenía todo preparado para llevarme, pero ese día huí. Sentí miedo, y no porque me iría con unos desconocidos, sino porque no sabía si lograría controlar totalmente mis poderes. Quiero decir, cada vez que sintiera enojo, tristeza o nerviosismo, no podría ser capaz de controlarme y acabaría haciéndole daño a las personas.

Estuvimos un buen tiempo en silencio, meditando sobre la triste historia que acabábamos de oír. Pero entonces, a Jun se le ocurrió una brillante idea.

—Podríamos buscar a ese científico para investigar más. Quizá él tenga archivos que nos puedan servir para ayudarlo —me dijo con sus ojos brillantes, y luego volteó hacia el chico—. ¿Recuerdas si ese científico alguna vez mencionó su nombre?

—Nunca me dijo que debía llamarlo de alguna forma, pero él tenía un asistente que siempre lo llamaba «doctor Wen».

Jun y yo nos miramos al mismo tiempo. Definitivamente debía ser él, el científico que nos inspiró a ambos. Entonces a Jun se le formó una media sonrisa en el rostro, aunque sus ojos parecían nostálgicos. Yo también extrañaba al señor Wen...

Radioactive | JunHoon [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora