Capítulo Cuatro

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Anahí se movió por el colchón sobresaltada mientras despertaba de la pesadilla que tuvo, era sobre la noche que había escapado. A pesar de eso, sentía su cuerpo relajado y había dormido muy bien. Sólo antes de despertarse, su pesadilla arruinó todo. Tan sólo había tardado un segundo en recordar todo. Se sentó de un impulso y miró a su alrededor. Estaba en una habitación con cero decoraciones: sólo tenía un colchón extra grande sin base y lo que podía adivinar como un armario, nada más.

Estaba sola y la luz, que entraba por la ventana, le decía que estaba amaneciendo. Pero ella no se podía quedar ahí, la estaban buscando y poniendo en peligro a todos. Se preguntó por el macho.

Se levantó para buscar algo e irse. Estaba desnuda y ponía sentir la humedad entre sus muslos, a parte de una sensación de sensibilidad en su coño. Tenía que guardar sus cosas e irse lo más lejos que pudiera de ahí, porque sospechaba que ese no sería el único ataque. Estuvo de suerte y encontró una camiseta negra con las siglas ONE que le llegó hasta las rodillas y unos pantalones de chantal grandes que estaban limpios y ordenados, hasta olían a nuevo. Supuso que, si el macho la había salvado de esos hombres, no le molestaría que tomara algo de ropa.

Pensó en dejar una nota, diciendo que agradecida lo que había hecho por ella, por salvarla y que considerará esa noche como una forma de pago por ayudarla, pero no encontró nada. Toda esa situación le parecía familiar: en una aldea en Namibia había escuchado historias de mujeres que tenían relaciones sexuales con hombres a cambios de favores como forma de pago, y así se sintió ella. Aunque no quiso pensar en eso, por lo menos en ese momento estaba viva y entera. Nunca se había acostado con alguien por una noche, de hecho, sólo lo estuvo con un hombre cuando cumplió los 18 años y ya.

Cuando salí de la habitación se encontró con algo parecido a una casa extremadamente minimalista, es decir, sólo había unas cuantas cosas. Y también notó que la puerta de la habitación era de acero reforzado y de casi unos 50 centímetros de grosor. Al parecer era un macho paranoico. También notó que todo estaba limpio y la cocina parecía nueva. Todo era raro, hasta un tucán se había posado sobre la ventana; ella los había visto en fotos y en un zoológico cuando tenía 12 años.

Caminó hasta lo que parecía la puerta de entrada y se llevó una sorpresa al ver que la puerta era de acero, igual que la de la habitación. No sabía nada de decoración de interiores, pero no creía que las puertas de acero fueran un hit en el país. Cuando la abrió vio el vacío, la casa estaba en el aire; o más bien, estaba sobre lo que alcanzó a ver era una pequeña montaña y unos árboles. Y ahí recordó que cuando la puso sobre su hombre, él había saltado, y ahora sabía el porqué. Daba vértigo mirar el piso, estaba realmente alto.

—Estoy jodida —dijo.

Se preguntó por qué alguien querría una casa en un árbol como esa y ante las posibles respuestas desechó la pregunta. En ese momento deseo poder ser más hábil en esos temas, como una vez trató de enseñarle una mujer de una tribu que estaba ubicada entre Egipto y Sudán.

Al lado de la puerta vio una manija y una cuerda con varios nudos, era la única forma de bajar. Reunió toda la valentía que tenía y agarró la cuerda mientras se aferraba a la puerta y suspirando profundo agarró la cuerda con la otra mano. Se abalanzó en ella y su hombro chocó contra la pared de roca haciéndola gemir del dolor, pero confiada en que no se había raspado porque la camiseta le llegaba hasta el codo de lo inmensa que era.

Con la cuerda entre la piernas y agarrada lo más que podía fue deslizándose con calma, sabiendo que le saldrían ampollas por lo tosca que era el material de la cuerda; pero no le importo, lo estaba logrando hasta que hubo un momento en que sintió algo sobre los dedos de los pies y el pánico la invadió, su mente se imaginó su más grande miedo: las arañas. Se soltó por el susto, cayó raspándose y golpeándose el tobillo contra la roca y cayendo sobre su trasero con la pierna doblada. Otro gemido de dolor salió de su boca. Si seguía así, no saldría ni caminando de ahí.

Hyperion. Nuevas Especies #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora